Las fascinaciones que suscita el universo son tan profundas como las insondables honduras a donde los científicos aspiran a asomarse. Las noticias que surgen de laboratorios y equipos de trabajo deslumbran porque reacomodan nuestro entendimiento de los fundamentos de la realidad, pero muchas veces requieren también una explicación más detallada de los conceptos que entrañan. Agujeros negros y ondas gravitacionales: Una mirada al Universo, el libro de Gerardo Herrera Corral publicado por Sexto Piso, aporta exactamente eso: el contexto histórico y teórico para comprender dos de los eventos más significativos de los últimos años en cuestiones del cosmos: la imagen del agujero negro que todos celebramos a principios de este año y la detección de las ondas gravitacionales en 2015. En textos breves y capítulos enfocados en puntos específicos que permiten ir reconstruyendo la historia de cada uno de esos dos eventos y las ramificaciones de sus sucesos, el libro ofrece esa cualidad tan necesaria y escasa en la divulgación científica: la claridad. Para ahondar un poco más en los temas que trata, le planteamos unas cuantas preguntas al autor.
Las ondas gravitacionales definen la manera en la que concebimos el espacio tiempo. ¿Su descubrimiento hace unos cuantos años cuestiona o reafirma lo que entendíamos del espacio-tiempo?
En septiembre de 2015 se pudo detectar por primera vez la llegada a nuestro planeta de una onda gravitacional. El importante acontecimiento fue reportado en febrero de 2016 y desde entonces se han venido midiendo fenómenos similares en que agujeros negros se funden, perturbando el espacio y el tiempo con ondulaciones que viajan por millones de años luz para llegar hasta nosotros. Esto reafirma la concepción que tenemos del espacio-tiempo, misma que quedó establecida desde hace más de 100 años, cuando se formuló la teoría general de la relatividad.
¿Cómo deja nuestro entendimiento?
Confirma la concepción que teníamos del espacio-tiempo. Sin embargo, es muy relevante porque es también una evidencia indirecta de la existencia de agujeros negros, porque nos va dando un mapa de la estructura del Universo y porque abre la posibilidad de hacer astronomía con estas ondas del espacio y del tiempo.
Ahora que se descubrieron, ¿cuál es el siguiente límite?
Yo creo que la consecuencia más interesante de esta observación es que abre la posibilidad de observar el Universo con un nuevo tipo de ondulación. Las ondas gravitacionales podrían eventualmente revelar el evento más significativo en el origen, estabilidad y desarrollo del universo, que es la inflación cósmica. Yo creo que esta sería la siguiente meta más ambiciosa que nos plantea el gran descubrimiento, si bien no es la única.
El agujero negro es una presencia constante en la ciencia ficción, en la imaginación. ¿Por qué crees que sea así?
Yo creo que las ideas alrededor de los agujeros negros han tenido un recibimiento entusiasta en la imaginación colectiva porque a la gente le representan algo más que un objeto astronómico. Yo creo que para los seres humanos son un símbolo del final. Son la caracterización de lo irreversible, la línea irrevocable, y, en suma: la muerte.
¿La cultura popular entiende bien a los agujeros negros? ¿Los representa con precisión? ¿O hay mucha fantasía ahí?
No hay una comprensión del fenómeno físico, pero sí una formulación de lo que es un horizonte de sucesos. Para la gente lo importante de estos objetos radica en el misterio, lo que viene después de cruzar una línea de no retorno. Lo relevante del fenómeno físico es el significado. Cuando estamos ante el espectáculo de la muerte aparece la fantasía, y todo lo que tenemos en la literatura, las artes plásticas, la cultura, religión y filosofía proviene del desvarío que se genera cuando uno se enfrenta al desenlace, la consumación de todo lo que somos.
En varias ocasiones en su libro habla del “pensamiento más feliz de Einstein”, esa variante del momento eureka. ¿Usted cree que a todo científico le está dado tener acceso a esa suerte de revelación?
No. Las ideas, sean grandes o pequeñas, profundas o superficiales, llegan de muchas maneras. No siempre aparecen repentinamente y acompañadas de felicidad. A veces se desarrollan lentamente. En muchas ocasiones uno piensa que lo tiene y celebra la solución de un acertijo para luego darse cuenta de que no era la solución. De pronto uno se encuentra con la salida y empieza a ver sin entusiasmo que esa es, a medida que la prueba una y otra vez. Cuando Einstein se refería a su idea feliz, rememoraba la tarde en que, sentado en su oficina de patentes, se dio cuenta de que cuando un objeto cae la fuerza de gravedad desaparece. Él pudo percibir que en ese hecho simple había una profundidad que habría que explorar.
Si hiciéramos un paralelo con el arte, quizá la ciencia sería más parecida al cine que a la literatura: un gran equipo de gente que trabaja de forma coordinada en pos de un objetivo común. Sin embargo, parece que el concepto común que se tiene de las personas involucradas en ciencia es que trabajan solas en su laboratorio. ¿Le parece que existe esta discrepancia?
El trabajo científico es una actividad colectiva. Aun cuando los científicos trabajen solos en sus oficinas o laboratorios, lo hacen en una discusión que se desarrolla en las revistas especializadas, en congresos y simposios, en el correo electrónico y en las llamadas telefónicas. Claude Bernard, gran fisiólogo francés, decía muy acertadamente: “el arte es yo, la ciencia somos nosotros”.
¿Cómo incentivar el pensamiento científico? ¿Vamos bien como sociedad en esa tarea?
Yo creo que la mejor manera de incentivar el pensamiento científico es la educación, pero debemos pensar la educación como algo que no termina con la escuela. Es importante fomentar la educación continua. La lectura, la asistencia a eventos relacionados no solo con el arte, sino también con la ciencia, la visita a museos, no solo de arte, sino también de ciencia y tecnología, y el seguimiento de lo que ocurre en el mundo de la ciencia son algunas maneras de continuar con nuestra educación.
(ciudad de México, 1980) es ensayista y traductor.