El alemán Killian Kleinschmidt, un hombre de 50 años de edad y rostro imperturbable, opera el campo de refugiados de Naciones Unidas en Zaatari, Jordania. Hasta ahí han huido más de cien mil refugiados sirios desde que comenzó la terrible guerra civil en su país. Entrevisté a Kleinschmidt hace unos días para Open Source, el programa que conduzco en Fusión, la nueva cadena de ABC y Univisión. Escucharlo vale la pena, para entender de tragedias.
Killian, ¿podría describir la escena en Zaatari?
Tiene usted que imaginar a cien mil personas en un lugar de Jordania, apenas a 12 kilómetros de donde está ocurriendo una guerra civil. Todas las noches llega gente. Ahora menos que antes, eso sí. Hace algunos meses recibíamos a 45 mil personas cada mes. Eso es más o menos mil 500 personas cada día. Toda esta gente está huyendo de uno de los conflictos más brutales de los últimos tiempos. Un conflicto que ha hundido a mucha gente en la desgracia. Millones de desplazados que utilizan Jordania —un país sin agua potable facilmente disponible— como ruta de tránsito. Y aquí estamos armando un lugar para cien mil personas. Un lugar en el medio de la nada.
¿Cuál es la dificultad principal que enfrenta usted todos los días? ¿El reto principal en Zaatari?
Lo que se nos olvida cuando respondemos a una crisis como esta —y lo vemos ahora en Filipinas— es que estamos hablando de gente, gente de verdad, como usted y yo, con familias, bebés, ancianos. Esa es la principal preocupación. Lo que me preocupa es que se entienda que esto no es nada más una bodega, no es nada más un lugar donde hay que alimentar a tal o cual cantidad de gente. Son las personas detrás de esos números. Y es muy difícil porque el campamento atiende a muchísima gente en muy poco tiempo.
¿De dónde vienen los recursos? La comida, los alimentos…¿de dónde viene?
Es un sistema muy complejo de varias agencias internacionales que reciben fondos del gobierno y el mundo entero. Las naciones más ricas están proveyendo los fondos para que esto funcione. El dinero también llega de gente de todo el mundo que nos apoya y quiere asegurarse que su dinero sea usado correctamente. Pero es complicado. Cuando hay tanta gente esperando ayuda, asistencia, en tensión absoluta, traumatizada… Son muy demandantes. Así que se trata de encontrar un equilibrio. Pero es muy difícil.
Dígame de los niños…
En una población de cien mil personas, 55% son niños. En nuestro caso estamos hablando de 50 mil niños que requieren cuidado constante. Es a través de los niños que uno puede de verdad ver la crisis. No pueden esconder sus emociones. Los niños no disimulan como los adultos hacemos a veces. Los niños necesitan ir a la escuela, necesitan estar ocupados el día entero y hay que ayudarlos a superar el trauma. Es para ellos que hay que construir todo esto. Y en este caso los niños de verdad están sufriendo más que nadie. Muchos se muestran violentos. Están involucrados en actividades que no corresponden a su edad. Así es que tenemos que esforzarnos mucho para tratar de que se ocupen en cosas de provecho y darle asistencia a quienes más la necesitan.
Por último, déjeme preguntarle: ¿Cómo podemos ayudar? ¿Cómo puede una persona común y corriente ayudar en esta situación?
Lo más importante de todo es recordar que esta crisis en Siria no se va a ir, no se va a acabar de un día para otro. Ha estado sucediendo desde hace ya dos años y medio. Y seguirá porque se trata de una crisis que está fuera de control. Algo que yo pediría es no olvidar a la gente de Siria. No olvidemos que la gente de Siria necesita ayuda. Y cuando se trata de lo que usted puede hacer, pues sin duda es donar. Nosotros estamos acá asegurándonos de que el dinero se use de manera correcta. Estamos mejorando el sistema para que cada dólar se gaste de manera correcta y eficaz. Contamos con ustedes.
(Milenio, 16 noviembre 2013)
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.