Cuidar, reconocer, acompaƱar: notas sobre un movimiento vivo

Una de las preguntas mĆ”s importantes que surge a menudo en las conversaciones sobre estos temas es la del cuidado. ĀæCĆ³mo nos cuidamos unas a otras en un proceso asĆ­? Reconocernos y acompaƱarnos son dos maneras que tenemos de cuidarnos, al menos en este primer momento.
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i.

La incontable cantidad de narrativas, Ć”reas grises, bifurcaciones, lĆ­mites y matices que el #MeToo mexicano ha puesto sobre la mesa es abrumadora: una gama de casos tan amplia y compleja que resulta difĆ­cil acomodarse en un punto de vista fijo sin que lleguen otras consideraciones a estorbarnos. Para quien lo piense durante el rato suficiente ā€“y hacerlo es obligaciĆ³n de todas y todosā€“, hay mĆ”s preguntas que respuestas: ĀæcuĆ”l es la mejor manera de levantar la voz sobre un abuso?, ĀæquĆ© protocolo de verificaciĆ³n de denuncias debemos implementar?, Āæde quĆ© manera acomodamos los casos de modo que se atiendan todos, sin dejar de lado la necesidad de una escala de urgencia y gravedad?, ĀæcuĆ”l es el lugar de la disculpa pĆŗblica, del reconocimiento de error?, ĀæcĆ³mo nos organizamos para exigir medidas de polĆ­tica pĆŗblica que contribuyan a solucionar el problema estructural, mĆ”s allĆ” del castigo a individuos particulares?

 

ii.

Una de las preguntas mĆ”s importantes que surge a menudo en las conversaciones sobre estos temas es la del cuidado. ĀæCĆ³mo nos cuidamos unas a otras en un proceso asĆ­? Poner la experiencia Ć­ntima en el ojo pĆŗblico, ya sea levantando una denuncia formalmente, publicando un tuit o contando una historia de viva voz frente a un grupo de personas, es desgastante y en muchos casos implica traer al presente recuerdos dolorosos que habĆ­an sido dejados atrĆ”s. Incluso para las mujeres que no han vivido ciertas violencias en carne propia, escuchar los casos cala hondo. Yo, que nunca he sido violada ni golpeada de gravedad (aunque una vez estuve a punto), tiemblo al reconocerme en mujeres que no han corrido con la misma suerte. ĀæQuĆ© hubiera pasado si esa noche yo no hubiera salido huyendo con mi perra cuando me sentĆ­ en riesgo? ĀæEs mi responsabilidad alertar a otras mujeres sobre lo que un hombre es capaz de hacer? ĀæEs justo? Se los advertĆ­: son mĆ”s pregunta que respuestas.

Acaso la primera forma de cuidarnos es justamente Ć©sa: imaginarnos en el lugar de otras, pensarnos en colectivo.

 

iii.

En Su cuerpo dejarĆ”n, ensayo ganador del Premio Dolores Castro 2018 y publicado recientemente bajo el sello de Kaja Negra, Enjambre Literario y El PeriĆ³dico de las SeƱoras, Alejandra Eme VĆ”zquez se hace una pregunta en apariencia sencilla: ĀæDe quĆ© hablamos cuando hablamos de cuidar? Aunque su ensayo se trata del cuidado en un sentido mĆ”s amplio, creo que la pregunta toma relevancia en estos dĆ­as. ā€œSe cuida lo frĆ”gilā€, dice Alejandra, ā€œpero tambiĆ©n lo importante, lo valioso, aquello que no concebimos perderā€. En ese sentido, cuidar necesariamente implica dar valor, apreciar.

Al hablar de cuidarnos, entonces, hablamos de defendernos, de vigilarnos, de resguardarnos, de regularnos, pero tambiĆ©n hablamos de amarnos y reconocernos: reconocer que estamos agotadas, enojadas, hartas de tener que andar a las vivas todo el tiempo; de haber crecido pensando que no somos suficientemente hermosas, suficientemente flacas, suficientemente sonrientes; de estar atentas a no llevar la falda demasiado corta o los tacones demasiado altos; de tomar la ruta larga para evitar calles mal iluminadas; de tener que avisarnos una a otras con quiĆ©n salimos y por dĆ³nde nos movemos por si un dĆ­a no llegamos a casa. No importa si tienes 15 o 50 aƱos, ha sido una vida entera de conformarnos con lo mĆ­nimo. Nuestro cansancio es un cansancio viejo.

 

iv.

Algo palpita debajo de todas estas preguntas. Organizar un movimiento tomarĆ” tiempo y su articulaciĆ³n necesariamente debe partir del cuestionamiento. No todas pensamos igual, por fortuna, y las diferencias de opiniones son signo de un movimiento vivo. ĀæCĆ³mo hablamos de las Ć”reas grises y matizamos el lenguaje para ser justas y abrir diĆ”logos en vez de cerrarlos? Eso sĆ­: ya no estamos dispuestas a callarnos. Algunas hablarĆ”n a travĆ©s de denuncias legales, otras quieren obtener una disculpa privada o pĆŗblica. TambiĆ©n ā€“hay que decirloā€“ hay voces que exigen castigo y venganza. Para todas tenemos que hacer espacio.

 

v.

Yo no sƩ quƩ quiero. Lo digo consciente del poder que tenemos: estoy agotada y no tengo idea cuƔl es la mejor manera de seguir. SƩ que no quiero odiar. MƔs que desde la sospecha o desde el miedo, quiero cuidar desde el reconocimiento de que nuestras experiencias cuentan en ambos sentidos: tienen valor y deben ser contadas.

Una de las frases que mĆ”s nos hemos repetido Ćŗltimamente unas a otras (en chats, en privado, en reuniones, en redes sociales) es No estĆ”s sola. Nuestras vidas merecen ser vividas: en esa certeza podemos coincidir. Reconocernos y acompaƱarnos son dos maneras que tenemos de cuidarnos, al menos en este primer momento.

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(Ciudad de MĆ©xico, 1984). EstudiĆ³ Ciencia PolĆ­tica en el ITAM y FilosofĆ­a en la New School for Social Research, en Nueva York.Ā EsĀ cofundadora deĀ Ediciones AntĆ­lopeĀ yĀ autora de los libros Las noches sonĀ asĆ­Ā (Broken English, 2018), Alberca vacĆ­aĀ (ArgonĆ”utica, 2019) y Una ballena es un paĆ­s (AlmadĆ­a, 2019).


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