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El sector editorial, esperanza en medio de la crisis

Tres empresarios del sector del libro hablan sobre lo que ha sucedido con sus establecimientos y proyectos durante la pandemia, qué estrategias han emprendido para sobrellevarla y cómo ven el futuro.
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A inicios de abril, debido a la emergencia de la covid-19, se decretó la suspensión de actividades no esenciales en el país. Uno de los sectores más sensibles a la medida fue el cultural, del que dependen 1.4 millones de empleos. Nuestro número de junio recogió las voces de los empresarios culturales ante un panorama que se veía difícil. Cuatro meses después buscamos a algunos de ellos para saber qué ha sucedido con sus establecimientos y proyectos, qué estrategias han emprendido para sobrellevar esta segunda mitad del año y cómo ven el futuro. En esta entrega participan Selva Hernández, de la librería Antonia, y los editores de Dharma y Almadía, Nicolás Cuéllar y Guillermo Quijas.

 

Selva Hernández

Debido a la pandemia, hicimos un remate de libros y cerramos la librería A través del espejo. En todo ese tiempo, estuvimos pensando en qué hacer con el material que restaba porque obviamente no tenía el capital suficiente para rentar un local parecido a ese. Tomamos la decisión de comprar dos contenedores para utilizarlos como bodega primero y después modificarlos. Tenemos un proyecto de ingeniería muy bonito y estamos a la espera de encontrar un terreno para montarlo y vender los libros que están adentro.

En vez de pensar en una librería grande como era A través del espejo, se nos ocurrieron muchos proyectos hermanos que son más pequeños y muy diferentes entre sí: están los contenedores, la librería muy nice en la Condesa con café y chilaquiles, la de la Santa María la Ribera con libros de museo y la de la calle de Acapulco. A una camioneta que compramos para trasladar los libros le pusimos Marcelina, y decidimos que sea una librería móvil, con nombre como de tía. Las librerías serán como tías sabias que se reúnen y platican entre sí. Una se va a llamar Antonia, otra Aurelia, otra Josefina, acompañadas de algún subtítulo: Marcelina la Librería Rodante, Antonia la Oficina del Libro, Josefina Contenedor de Libros, y así.

En lo general, veo el panorama muy difícil. Cada semana me entero de librerías que cierran. Sigue habiendo, además, políticas editoriales que impiden la buena relación comercial entre librerías y editores. Penguin Random House anunció, por ejemplo, que abrirá su propio canal de ventas y cada que una editorial hace eso, afecta a una librería. De hecho, una de las razones por las que dejé de vender libros nuevos es porque es muy difícil hacerlo en un país como México, en donde las leyes y los acuerdos rara vez se respetan. 

De repente parece que los pequeños comercios y las grandes empresas solo están tratando de sobrevivir sin pensar en el de al lado. Hay esfuerzos como la RELI (Red de Librerías Independientes) que a mí me fascina. Me sorprende mucho que esta iniciativa de librerías pequeñísimas –que dependen de señoras y señores que trabajan en otras cosas para que sus negocios de libros sobrevivan– sea mucho más activa que empresas o instituciones que tienen todo el sustento o la capacidad. Todo el tiempo, la RELI está haciendo encuestas entre los lectores, estamos trabajando en equipo, estamos viendo uno por el otro, estamos enterándonos de los proyectos de los colegas, entonces sí me parece que del lado de lo independiente y de lo pequeño es de donde va a surgir la solución a los problemas. Al final los libreros siempre tenemos que ver cómo le hacemos para sobrevivir porque nos encanta nuestro trabajo y no queremos vender otra cosa.

Recientemente recibí una llamada de la Secretaría de Cultura para decirme que están organizando un directorio de librerías independientes que lanzarán en la feria del libro del Zócalo. ¿Para qué nos sirve un directorio, si nuestros negocios están en riesgo constante? Además de que ya existe un proyecto parecido, probablemente muchas de las librerías que se incluyan no puedan sobrevivir en los próximos meses. Es un proyecto perecedero. Sería mucho mejor que se gasten las energías y los dineros en proyectos que sí nos sirvan a las librerías.

 

Nicolás Cuéllar

Desde mayo tuvimos que tomar la decisión de mudar todo nuestro catálogo al formato de libro electrónico, algo que no teníamos antes porque Dharma había priorizado desde su creación el libro físico. Con las librerías cerradas, nos enfocamos en las opciones electrónicas, sobre todo a través de Bookmate. También pusimos mayor cuidado a nuestra venta en línea a través de Amazon. Buscamos envíos más rápidos, precios más competitivos. Tratamos igualmente de tener una relación más estrecha con las librerías independientes que estaban operando. Esos tres canales nos sirvieron para sobrellevar los problemas que tuvieron algunas cadenas de librerías con sus entregas.

Los libros físicos seguirán siendo la prioridad de Dharma, pero ahora buscamos que las versiones electrónicas salgan al mismo tiempo que los ejemplares impresos. Tendremos que acostumbrarnos a esta nueva cadena de producción.

Para la segunda mitad del año estamos considerando seguir con el catálogo previsto. Será difícil. Habíamos planeado publicar mucho y en los primeros seis meses del año apenas pudimos colocar cuatro títulos. Lo que viene es interesante: novelas y varios libros de poesía de la convocatoria de mujeres poetas que lanzamos el año pasado.

El panorama para esta segunda mitad del año luce desolador, eso es verdad. No hay la misma expectativa de años anteriores, la gente no se muestra ávida de novedades y se entiende. Ahora mismo las prioridades son otras y eso afecta en el espíritu de la industria del libro. Los libros sin lectores no tienen sentido. No creo que el panorama mejore para el segundo semestre del año, salvo que el gobierno decida al fin implementar programas de fomento a la lectura o de apoyo a la edición independiente nacional. El anuncio de que Random House ahora tendrá una tienda virtual ha puesto nerviosas a las librerías. La medida también afecta a las editoriales independientes, en vista que las librerías son uno de nuestros principales canales de venta.

A pesar de todo esto, sigo creyendo que el libro es, quizá, la mejor ventana para estas épocas de encierro, donde nuestro panorama se achica y las realidades se vuelven cada vez más difíciles de tragar; todo parece peor en la pandemia, cuando en realidad todo siempre ha estado más triste que partido del Cruz Azul en el Azteca. Los libros, una vez más, probaron su valor dentro de la soledad y el tedio, y estoy seguro que una de las mejores cosas que nos dejará la pandemia será toda una nueva ola de lectores y lectoras que se descubrieron y conocieron mejor a través de la literatura. Y, en este sentido, quizá esto sí sea algo positivo para lo que resta del año, y una razón más para seguir haciendo lo que hacemos, aunque al gobierno le estorbe la cultura y los empresarios prefieran invertir en otro restaurante más de cortes y vino de la Condesa.

 

Guillermo Quijas

Para afrontar el cierre de librerías, Almadía organizó en mayo –al lado de Era y Sexto Piso– una campaña de recaudación. Quedamos muy contentos con el resultado, porque nos permitió aguantar estos meses y tener tiempo para pensar en las próximas estrategias. Nuestra segunda etapa estará más centrada en el trabajo con las librerías. En días recientes organizamos una serie de mesas para visibilizarlas y creamos un mapa interactivo, disponible en nuestra página web, que permite ver cuántas librerías hay en el país. En un momento en que algunas están cerrando y otras abriendo, el mapa brinda a las editoriales una herramienta para conocer los espacios de distribución. Es un punto muy importante, que probablemente sea el centro de toda nuestra estrategia, porque las librerías siguen representando hasta el 70% de nuestras ventas.

La idea es funcionar como grupo no solo a nivel de promoción y difusión, sino ya en temas concretos de comercialización de libros. Exploraremos en los próximos meses la posibilidad de sumar operaciones logísticas: entrega de libros, recolección de libros. Como punto de partida, no descartamos esas posibilidades.

Respecto a la segunda mitad del año, hemos reducido nuestro plan editorial al 50%. Eso significa que solo vamos a publicar seis libros. Estamos trabajando mucho en el aspecto digital: queremos que nuestros eventos estén diseñados para plataformas digitales, con un mayor nivel de producción, y no solo ofrecer una presentación trasladada al formato digital, sino un contenido distinto. A partir de septiembre, lanzaremos una serie de talleres, seminarios y clases magistrales de autores y amigos de la editorial. La idea es que esta oferta sea constante, no solo este año sino también el año siguiente. Entre otros mecanismos para generar ingresos,  estamos por lanzar nuestra nueva página web, al tiempo que hemos reactivado nuestros contactos con las escuelas y las universidades para poder llegar a más lectores.

Yo veo el panorama como un maratón. Es notorio cierto crecimiento, una recuperación constante, al mismo tiempo, muy lenta. Ese es el escenario, hay que saber y trabajar en función de que nos encontramos en una carrera de largo aliento que tomará, por lo menos, todo el año que viene.

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