Con la muerte de Luis Eduardo Aute (Manila, 1943 – Madrid, 2020) se va un artista total y un elemento imprescindible en la historia de la música y las letras en español. El cantautor Ángel Petisme y la escritora y periodista Blanca Lacasa, letrista y cantante de Plastic d’amour, explican dos o tres cosas sobre el pintor, cineasta y cantautor.
Ángel Petisme
¿Qué importancia tuvo para ti Aute?
Fundamental y extraordinaria. En 1984, le conocí por Luis Mendo, su director musical, estaban grabando Cuerpo a cuerpo. Le regalé mi primer libro de poemas Cosmética y terror. A la semana me llamó para vernos en su casa. Desde entonces se convirtió en mi hermano mayor, mi padrino, mi amigo, mi maestro.
Fue muy importante porque me pagó mi primera maqueta con tres canciones en 1986. Él y Luis fueron los que me incitaron a dedicarme en solitario a la canción porque yo tenía un grupo de pop vanguardista Qué es el optimismo? Grabó en dos de mis discos, La habitación salvaje (1990) y Metaphora (2003). Él me invitó a colaborar en dos canciones de Alevosía, me llevó de gira, presentó y prologó mis libros, además de otros proyectos en los que trabajamos juntos. Parte de lo que soy se lo debo a él, sin duda.
¿Cómo lo definirías y cuál es desde tu punto de vista su legado?
Es un artista infinito y total. Engrandeció todos los palos que tocaba. Convirtió la canción popular en un hecho cultural, lejos del ocio, y nos ofreció cobijo durante todos los tsunamis. Vivir a la intemperie se hacía más llevadero con la luz que esparcía por toda la herida hasta embalsamarla y cerrarla. Sus canciones nacían de un silencio y nos llevaban a otro elegante y más bello.
Su legado es universal, nos deja una terra incognita, un tesoro misterioso y humano para cuando de nuevo salgamos a la calle, dejando atrás la historia más difícil que hemos vivido en el siglo XXI.
¿Qué disco o canción suya prefieres y por qué?
Me encanta el primer Aute, de finales de los sesenta. Las primeras canciones de búsqueda, sobrias, existencialistas, de los Diálogos de Rodrigo y Gimena y las 24 canciones breves. Después Sarcófago y Albanta, a finales de los setenta. Están llenas de hallazgos y evocación. Los ochenta, con Cine, cine, Dos o tres segundos de ternura, El Universo o Templo, ese disco maldito pero maravilloso, me gustan mucho porque me recuerdan los conciertos a los que me invitaba. Conocí a Leonard Cohen en el camerino tras un concierto de los dos en el Palacio de Deportes de Madrid. De todas sus canciones me quedo con una de sus más guerreras, feministas y vigentes para lo que nos viene, De tripas, corazón. La canté el año pasado en Barcelona en Ánims, animal, el homenaje que le hicimos tras el de Madrid. Y después me consuela que hace apenas un mes también en Barcelona, me invitaron a participar con artistas catalanes en el Auteclássic. Conocerle y estar a su lado fue un regalo indescriptible que la vida me ha dado.
Blanca Lacasa
¿Qué importancia tuvo para ti Aute?
Descubrí a Aute en la tele. Me quiere sonar que con el Segundos fuera. Camisa blanca y vaqueros. Me enamoré inmediatamente. Segundos fuera y el inclasificable Templo (lo compré en la caja de vinilos edición limitada) fueron mis primeros acercamientos a Aute. Fui adolescente solitaria, de gustos peculiares y Aute se acoplaba a la perfección a eso. Aute me ha acompañado desde aquellos últimos ochenta hasta ahora. Es cierto que en los primeros dos miles dejé de seguir su actualidad –las versiones de los clásicos incluidas en Auterretratos me espantaron– pero a cambio eché la vista atrás y me estudié su primera discografía de la que solo controlaba Sarcófago (que conseguí en vinilo en alguna liquidación por la llegada del CD). Ha estado ahí. Siempre. A veces muy presente. Otras, menos. Pero siempre ahí.
¿Cómo lo definirías y cuál sería desde tu punto de vista su legado?
Creo que es difícil definir a Aute. Quizás porque a él le horrorizaban las definiciones. Básicamente hizo lo que le dio la gana y quizás por eso hizo tantas cosas tan bien. Su legado es gigantesco. Sus primeros discos son una cosa experimental que te vuela la cabeza. Son finísimos. Sus letras tienen esa cosa tan críptica que sin embargo te (re)suena tremendamente familiar y luego está cómo cantaba, que para mí es una de las grandes cosas de Aute. Nadie ha cantado las canciones de Aute como las ha cantado él (salvo Massiel y es otra cosa), pero Aute tenía esa manera de cantar mínima y perfectamente afinada. Sin alharacas, ni demostraciones innecesarias. Cantaba de la hostia sin parecerlo, vamos. Cantaba como era: sin pavoneos. El otro día vi unas imágenes suyas sacando una de sus canciones, sentado de aquella manera, con la guitarra encima, el cigarro colgando de los labios y, sin embargo, cantando perfecto. Era un intérprete fabuloso.
¿Qué disco o canción suya prefieres y por qué?”
Pues me es muy difícil escoger. Dejando fuera Albanta, por ser el más reconocido y el más indiscutible, diría que la trilogía compuesta por Rito, Espuma y Sarcófago me deja boquiabierta. Y le tengo un cariño muy especial (y eso que no lo tengo en vinilo) a Diálogos de Rodrigo y Gimena.