Figura de cera de Taylor Swift en el museo Madame Tussauds, Blackpool, Inglaterra. Foto: Abaca via ZUMA Press

Cuando Taylor Swift cumpla 64 años

Gracias a millones de fanáticos (entre ellos, un exministro de la Suprema Corte) y no pocos detractores (como Trump o Camille Paglia), Taylor Swift ha trascendido los límites de la industria musical, para convertirse en un símbolo cultural reconocido a escala planetaria.
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Estoy sola, sola, y es todo lo que sé.
Seré fuerte, estaré equivocada, oh, pero la vida sigue.
Solamente soy una chica que intenta encontrar un lugar en este mundo.

Taylor Swift, “Un lugar en este mundo”.

“Es un derroche de sueños de todos colores y sonidos”, dijo de Taylor Swift el entonces ministro de la Suprema Corte Arturo Zaldívar. En uno de los exitosos conciertos que la cantante estadounidense dio durante cuatro días de agosto de 2023 en el Foro Sol, de la Ciudad de México,1 el sonriente jurista, en medio de un océano de adolescentes eufóricas, lucía una chamarra verde olivo con el número favorito de Swift —un gran 13 en la espalda—, y las leyendas “Zaldívar”, arriba, y “Swiftie”, abajo del número, y en la muñeca presumía varios de las coloridas “pulseras de la amistad” que intercambian las fans —jovencitas en su inmensa mayoría.

En un artículo el exministro escribió:

Seguiré impulsando narrativas que aboguen por construir un mundo diferente: más compasivo, sensible y abierto a la diversidad. Seguiré escuchando y visibilizando su música, para que las nuevas generaciones de este país escuchen con fuerza que su voz importa, que sus anhelos son posibles, que sus experiencias son indispensables. Que son suficientes, valiosas, y tienen todo lo necesario para liderar un país y construir un futuro mejor.

Como si hiciera falta “visibilizar” la música de la célebre cantante —que además es protagonista de películas y documentales sobre su vida y su carrera como Miss Americana, Folklore: The Long Pond Studio sessions y Taylor Swift: The Eras Tour —disponibles en plataformas de streaming.

Entre otros halagos —que también difundió en su cuenta de TikTok—, eso escribió alguien a quien se le acusa de traidor a la justicia mexicana por presuntas presiones a jueces y magistrados durante su gestión en la SCJN para favorecer intereses del gobierno de López Obrador, según una denuncia anónima investigada por el Consejo de la Judicatura Federal en 2024. Zaldívar negó las acusaciones y las calificó de una venganza política de la presidenta de la SCJN, Norma Piña, y dijo que nunca vulneró la autonomía judicial.2 Hoy, en septiembre de 2025, el Poder Judicial ha dejado de ser independiente.

Que Taylor Swift le guste a figuras como Zaldívar es una cuestión personal, pero no deja de parecerme una impostura, y no vivimos, por cierto, en un mundo “más compasivo, sensible y abierto a la diversidad”. La realidad mexicana es más cruel que nunca antes.

Lo que sí es muy cierto es que Taylor Swift ha trascendido los límites de la industria musical para convertirse en un símbolo cultural reconocido a escala planetaria. Un fenómeno que quizá no ocurría desde el surgimiento de los Beatles y que ha rebasado a otras estrellas como Madonna, Beyoncé o Rihanna. No puede negarse, más allá de nuestras preferencias musicales, la importancia de la estadounidense como artista y símbolo, como agente económico y con notoria influencia política, así como sus contribuciones a la industria de la música en el ámbito de los derechos de los artistas. Su disputa por el control de sus grabaciones maestras ha generado un debate global sobre la propiedad intelectual y ha llevado a una reevaluación de los contratos de los artistas. Swift consiguió el control de sus grabaciones maestras, que pertenecían a su antigua discográfica, y volvió a grabar sus primeros seis álbumes con la leyenda “Taylor’s version”.

La cantante también ha utilizado su plataforma para abogar por temas sociales y políticos, como los derechos LGBTQ+, la igualdad de género y la lucha contra el racismo, por lo que su influencia se extiende más allá de la música, convirtiéndola en un fenómeno cultural que ha sido analizado por académicos y medios de comunicación.

¿Cómo entender un fenómeno tan atractivo como el de Taylor Swift? La manera en que la cantante se presenta a su público ha sido efectiva, sólida y versátil a lo largo de su carrera: la imagen que ha ido construyendo se ha ajustado a las necesidades no solamente de la artista, sino también a las de la audiencia y a las de los medios de comunicación, tomando siempre la forma de un todo coherente y meditado. Aquella cantautora country adolescente, de apariencia inocente y soñadora, que incorporaba en su música sus vivencias personales y las difuminaba con un particular punto de vista y un filtro nostálgico, sigue estando en la base de su trabajo actual, aunque circunstancias externas a ella y los requerimientos de la industria han dado paso a nuevos discursos que siguen moldeando su persona, como ha escrito Noha Benalal Levy.3

Taylor Alison Swift nació el 13 de diciembre de 1989 en Reading, Pensilvania. Desde muy pequeña mostró su talento para la música. Aprendió a tocar la guitarra a los doce años y empezó a escribir sus propias canciones. A los catorce firmó un contrato con la compañía discográfica Big Machine Records y lanzó su primer álbum en 2006. Desde entonces ha cosechado el éxito a carretadas, incluidos 14 premios Grammy y récords de ventas de discos. Es una de las artistas mejor pagadas por sus conciertos y sus fans se cuentan por millones.

Acaso Taylor Swift aspire a ser mucho más que una cantante pop como las que hay cientos, de Nueva York a Seúl; nadie objeta la fuerza creativa con la que aborda temas relevantes para tratar de provocar cambios significativos en la sociedad. A través de sus letras introspectivas y emotivas la artista ha conseguido una profunda conexión con millones de personas en todo el mundo, a las que ofrece consuelo, inspiración y una sensación de identificación, de pertenencia a una comunidad —sus fans, ya vimos, se hacen llamar “swifties”—. Con sus canciones, que hablan de amor, pérdida, recuperación y fortaleza, ha logrado tocar fibras profundas en sus seguidores, mayormente mujeres. Muchos de sus conciertos parecen rituales religiosos, en los que los asistentes intercambian diversos objetos —sobre todo las pulseras de la amistad— y lucen todo tipo de parafernalia y merchandising.

En un texto, Marcos Bierzychudek y Claudia Mazzeo cuentan que “en una lluviosa noche de 1969 la artista Melanie Anne Safka–Schekeryk —mejor conocida como Melanie— estaba tocando durante el famoso festival de rock Woodstock cuando, al levantar la mirada, se encontró con la imagen de miles de velas encendidas por los espectadores que iluminaban el campo y que esto la inspiró para componer la canción ‘Candles in the Rain’ (una pieza lenta, mezcla de pop y gospel)”. Aunque no se conoce con precisión el origen de la costumbre del público de acompañar algunas canciones de sus ídolos con una luz, es un rito que ha perdurado. Las velas se sustituyeron por encendedores y luego con los teléfonos celulares, que generan una mayor intensidad luminosa. Este acto también está presente en los conciertos de Taylor Swift, y en ellos ha llegado a adquirir tintes religiosos por la devoción que muestran sus fans.

El catálogo de Swift está repleto de éxitos que han definido a una generación. La cantante posee un astuto sentido del mercadeo que la ha ayudado a obtener una altísima demanda y un grado de saturación de los medios que no se veía desde el apogeo de Michael Jackson y Madonna en la década de los ochenta, “un dominio que la industria del entretenimiento había aceptado en gran medida como imposible de replicar en el fragmentado siglo XXI”, en palabras del periodista Ben Sisario. Sus conciertos son una combinación de sofisticada tecnología y momentos íntimos. Swift ha demostrado ser una directora ejecutiva de su propia empresa muy eficiente —ella controla su carrera, así como la producción y comercialización de su música—, además de ser la primera estrella pop en ser completamente nativa digital y una aguda conocedora de los medios.

Taylor Swift ha hecho constantes críticas al machismo y el patriarcado en muchas de sus canciones, con letras agresivas. Por ejemplo, en “Mean” (“Malo”), dice en la parte final:

Y puedo verte de aquí a unos años en un bar
Hablando sobre un partido de fútbol
Con tus opiniones a gritos, pero,
Nadie te está escuchando
Harto de las mismas cosas
Acabado y despotricando
sobre las mismas amargas cosas.
Ebrio y quejándote sobre cómo no puedo cantar.

Pero todo en ti es malo.
Todo en ti es malo.
Y mentiroso, y patético, y completamente solo.
Y malo, y malo, y malo, y malo.

No todo ha sido miel sobre hojuelas en la carrera de Taylor Swift. Como cualquier figura pública —y sobre todo en el caso de una superestrella del pop—, ha enfrentado críticas y controversias. Se le ha tildado de oportunista o manipuladora en su manejo de conflictos públicos, e incluso se ha cuestionado su autenticidad como artista. Además, su enorme influencia en los medios sociodigitales y en la cultura pop también ha provocado encendidos debates sobre los estándares de belleza, el feminismo y la cultura de la celebridad. Se le ha señalado por ser “blanca, delgada y rubia” en un mundo que privilegia a la gente blanca, delgada y rubia, y por ser novia de la estrella del futbol americano Travis Kelce —una pareja que no duda en atravesar enormes distancias internacionales en jets privados para encontrarse.

La acérrima postfeminista Camille Paglia acusó a Taylor Swift de ser una “barbie nazi odiosa” —una exageración, si me preguntan—, pues su “brillante personalidad” es “un flashback aterrador de las rubias fascistas que dominaban la escena social durante mi juventud”. En su ensayo, la autora de Sexual Personae escribe que “Las jóvenes artistas están ahora a merced de una cultura paparazzi invasiva, como un enjambre, intensificada por la hipersexualización de nuestras modas que dejan al descubierto nuestra carne. El fenómeno del escuadrón de chicas se ha visto magnificado por lo aisladas y expuestas que se sienten las jóvenes al sortear las pirañas de la industria”.

Por su parte, la cantante del grupo francés Christine and the Queens, que pertenece a la comunidad LGBT+, dijo en 2019: “Supongo que en algún lugar los jóvenes homosexuales pueden ver ese video de Taylor Swift [“You need to calm down”] y sentir alivio. A cinco años de estar en la industria puedes ver que el trato que se le está dando a lo queer es el de un accesorio súper elegante. Te das cuenta de que la estética queer se está usando para vender. El mainstream necesita esa vida porque es muy vibrante, pero creo que la esencia de la estética queer no puede ser vendida”.

Por su parte, los críticos que se preocupan por el medio ambiente dicen que Swift es una “delincuente climática” debido a sus frecuentes viajes en jet privado. En 2022 encabezó una lista de “emisores famosos”, en la cual se culpaba a su jet de lanzar 8,293 toneladas métricas de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, aunque una vocera dijo al Washington Post que esas cifras eran engañosas, ya que Swift solía prestar el avión a otras personas.

Un estudiante de la Universidad Florida Central, Jack Sweeney, rastreó y publicó detalles sobre los vuelos de Swift, quien amenazó con demandarlo por publicar esa información, a lo que Sweeney contestó que él simplemente rastrea datos de vuelo públicos disponibles para la Administración Federal de Aviación (FAA). Ante las críticas, Taylor Swift vendió uno de sus dos aviones, un Dassault Falcon 900.

También se le ha criticado porque otorgó bonos por un total de 197 millones de dólares a todo el equipo que trabajó en The Eras Tour: bailarines, técnicos de sonido, iluminadores, conductores de camiones, personal de catering, equipo de producción, carpinteros, coreógrafos, seguridad, estilistas, maquilladores, fisioterapeutas, equipo de video y más —aunque, si vuelven a preguntarme, no me parece nada mal—, además de que realizó donaciones discretas y generosas a bancos de alimentos en las ciudades por las que pasó la gira. “Una multimillonaria ética es una contradicción en sí misma”, dicen, y la culpa es de Swift por intentar llegar a lo más alto de las “estructuras de poder opresivas cuando podría intentar desmantelarlas”.

El presidente Donald Trump publicó desde 2012 en Twitter y después en su red Truth Social diversos comentarios sobre Taylor Swift, algunos muy halagadores, que incluían felicitaciones por el Grammy y piropos —“¡Me parece inusualmente hermosa!”—, aun cuando la cantante había llamado en 2018 a no votar por la republicana Marsha Blackburn (a quien más tarde llamaría “Trump con peluca” en su documental Miss Americana). Trump publicó otro post en el que decía: “Firmé y fui responsable de la Ley de Modernización de la Música para Taylor Swift y todos los demás artistas musicales”, por lo cual Taylor Swift no podría respaldar a Biden en las elecciones; la cantante, en una publicación compartida en septiembre de 2024 con sus 238 millones de seguidores en Instagram, expresó su admiración por la vicepresidenta Kamala Harris, a quien llamó una “líder talentosa y de mano firme” y una “guerrera” de las causas que considera importantes, como los derechos LGBTQ+ y las libertades reproductivas de las mujeres. “I HATE TAYLOR SWIFT!”, respingó Trump en su red social.

A pesar del activismo contra Trump, ni Taylor Swift ni miles de artistas estadounidenses pudieron evitar el regreso del autoritario y delincuente convicto.4 presidente a la Casa Blanca. La influencia de Swift y otros artistas en las elecciones de 2024, aunque significativa en ciertos círculos, no fue suficiente para evitar la victoria del republicano. Aunque Swift y otros artistas activistas como Beyoncé y Stevie Nicks tuvieron un impacto significativo en el aumento del registro de votantes y la movilización de ciertos sectores, su influencia se vio limitada por la polarización política, las narrativas de conspiración, las prioridades electorales divergentes y la menor participación juvenil. La victoria de Trump en 2024 refleja la solidez de su base y la capacidad de su campaña para conectar con preocupaciones inmediatas de los votantes, superando el alcance de las celebridades, incluso una tan influyente como Swift; también pudo haber influido el silencio de Swift respecto del conflicto palestino–israelí, sobre el que sus fans le exigen mediante el hashtag #SwiftiesForPalestine que se pronuncie —aunque la cantante asistió, acompañada de Selena Gomez y Cara Delevingne, a un evento filantrópico organizado por el club de comedia de Ramy Youssef en Brooklyn para recaudar fondos para Gaza.

The Eras Tour, con más de 150 shows en cinco continentes —con tres cancelaciones en Viena por amenaza de atentados terroristas—, es la gira de mayor recaudación en la historia de la música: superó los mil millones de dólares en ingresos por boletos, con estimaciones de hasta 4,100 millones de dólares directos para Taylor Swift. Un impacto monumental, por donde se le vea, con estimaciones que sugieren decenas de miles de millones de dólares en efectos directos e indirectos a escala global, impulsando sectores como el turismo, la hotelería y el comercio minorista.

Swift es una figura relevante en la cultura contemporánea. En última instancia, su importancia como artista y símbolo radica en su capacidad para conectar con la gente en un plano profundo y emocional, lo que está dejando una huella indeleble en la historia de la música y la cultura popular.

En 1965 la reina Isabel II otorgó a los Beatles la categoría de Miembros de la Orden del Imperio Británico por su contribución excepcional a la música y a la cultura británica y, desde luego, a la economía. La decisión de condecorar al cuarteto de Liverpool fue impulsada por el primer ministro laborista Harold Wilson, quien buscaba conectar con el voto joven antes de las elecciones de 1966. Los Beatles ofrecían una oportunidad para modernizar la imagen del gobierno y la monarquía.

Me pregunto: ¿La gente seguirá escuchando a Taylor Swift cuando cumpla 64 años?

En todo caso, como dice la periodista Jennifer Weiner: “En mi adolescencia, no estoy segura de que se me hubiera ocurrido pensar en cómo la blanquitud podía estar influyendo en las listas de éxitos del pop o exigir que Debbie Gibson se apoderara de los medios de producción. Es alentador ver a los jóvenes fanáticos de Swift hablar de raza, poder, privilegios y género”.

Taylor Swift ha tenido varias parejas a lo largo de su carrera, incluyendo a Joe Jonas, Taylor Lautner, John Mayer, Jake Gyllenhaal, Conor Kennedy, Harry Styles, Calvin Harris, Tom Hiddleston, Joe Alwyn —su relación más larga—. La superestrella del pop y el astro de la NFL, Travis Kelce, están listos para el matrimonio y, según una fuente cercana a la pareja, ya tienen fecha y lugar para la ceremonia. Parece un cuento de hadas. ¿Vivirán felices para siempre? ~


  1. Los días 24, 25, 26 y 27 de agosto, como parte de la gira The Eras Tour. El Foro Sol, con una capacidad para 65 mil personas, estuvo lleno los cuatro días. Entre las diversas secciones del Foro había una para personas con alguna discapacidad. ↩︎
  2. Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, jurista y académico, fue ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) de 2009 a 2023 y presidente de esta de 2019 a 2022. En 2023 renunció a la SCJN para unirse a la campaña de Claudia Sheinbaum, y en 2024 fue nombrado coordinador de Política y Gobierno en su gabinete. ↩︎
  3. Benalal Levy, Noha Jeanne (2018). “La identidad de Taylor Swift hecha pedazos: Iconografía y discurso de la etapa Reputation”. En Clara Sainz de Baranda y Marian Blanco Ruiz, Investigación joven con perspectiva de género III. Madrid: Instituto Universitario de Estudios de Género–Universidad Carlos III de Madrid. ↩︎
  4. Donald Trump fue encontrado culpable el 30 de mayo de 2024 por un jurado en Nueva York de 34 cargos por falsificación de registros comerciales en el caso relacionado con el pago de dinero para silenciar a la actriz de cine para adultos Stormy Daniels, con el fin de influir en las elecciones presidenciales de 2016. ↩︎


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