Ha muerto Roger Scruton, uno de los más grandes filósofos conservadores británicos. Como Burke, Scruton se descubrió conservador en la revolución francesa, la del 68 en su caso, al ver y escuchar con qué facilidad sus jóvenes amigos jugaban a destruir el sistema democrático y liberal sin tener para ofrecer a cambio nada más que una vacía retórica marxista. Su conservadurismo surgió “de una intuición que todas las personas maduras pueden compartir sin problemas: la percepción de que las cosas buenas son fáciles de destruir pero no son fáciles de crear”. Una intuición que surge de constatar que las mejores cosas nos han sido dadas, que por ellas debemos estar agradecidos y que esto impone sobre nosotros el deber de cuidarlas. De proteger lo bello, lo justo y lo verdadero de la corrupción que acecha a todas las cosas humanas. De la corrupción natural, tanto como de la cultural, del tiempo, de los tiempos del nihilismo de la posmodernidad.
Precisamente por ser conservador y por reconocer el deber de implicarse en el cuidado de las cosas buenas, Scruton no fue nunca un filósofo que se limitase a lamentarse por el paso del tiempo, sino alguien que se implicó decididamente para salvar las cosas buenas, bellas y ciertas de su enorme poder destructivo. Así luchó durante años contra el comunismo, arriesgando su libertad para defender la de los demás y educando, él sí para la ciudadanía, a los ciudadanos del otro lado del muro. Y así también y ya en sus últimos tiempos de vida, con menos épica pero con la misma misión, desde su cargo como Presidente de la comisión Building Better, Building Beautiful. Proteger la libertad dando clases en el lado equivocado del muro o ayudar a construir pueblos y edificios donde a la gente le guste vivir parecerá poca cosa a quienes aspiran a construir el cielo sobre la tierra. Pero, a diferencia de ellos, Scruton fue un filósofo convencido de que la filosofía trata sobre la vida cotidiana y que por eso no cayó nunca en la tentación del utopismo. Toda la utopía que se atrevió a idear fue su pequeña Scrutopia, en una casa antigua y en un pueblo pequeño en el que formó una familia, una biblioteca y donde vivió en paz con sus libros, su música y sus caballos. Esta modesta pero noble aspiración a vivir una vida buena, llena de sentido, amor y belleza, es también la base de su patriotismo. Es en el Estado-nación, y concretamente en el Reino Unido, donde encuentra Scruton la libertad que tantos otros prometen pero nunca reconocen. “La libertad real, concreta, que puede definirse y otorgarse y que no es lo opuesto a la obediencia sino su otra cara.” Es por amor a esta libertad concreta, real, creada y protegida por la common law, y por amor a la democracia británica y a sus ciudadanos, de donde surge su desconfianza en las promesas del universalismo, su euroescepticismo y, finalmente, su defensa del Brexit.
Su conservadurismo y su defensa del Brexit le hicieron merecedor de la acusación de nostálgico y pesimista. Es, en parte, una acusación justa. Como explicó él mismo, “la nostalgia es un aspecto poco valorado de la condición humana. El libro fundamental de nuestra civilización describe la decisión de Odiseo de renunciar a la inmortalidad y a vivir con una diosa para surcar peligrosos mares de vuelta hacia su hogar. Vivimos en este mundo como desposeídos y alienados. Anhelamos un hogar y tratamos de construirlo. Todo lo yo que defiendo es que debemos seguir haciéndolo, aunque siempre será un hogar distinto”. Además, Scruton creía que el “pesimismo es la postura más sensata porque siempre acabas gratamente sorprendido”. Podemos decir que fue un pesimista jovial, que vivía gratamente sorprendido por las cosas buenas y que no se dejaba sorprender fácilmente por la decepción. Sus conocidos han coincidido estos días en destacar que fue un hombre alegre y afable. Este carácter, esta jovialidad, se veía incluso en el modo de tratar a sus adversarios. “La gente de izquierdas encuentra muy difícil llevarse bien con la gente de derechas porque cree que es malvada. Yo, en cambio, no tengo ningún problema en llevarme bien con la gente de izquierdas porque creo que simplemente está equivocada.” Un conservador como Scruton es alguien que sabe que en el mundo siempre habrá un sitio para él y que su existencia siempre tendrá sentido porque las cosas buenas siempre estarán en peligro de desaparecer y necesitadas de nuestro cuidado. Así pudo dejar dicho, casi a modo de testamento, que “al acercarse a la muerte uno empieza a comprender qué sentido tiene la vida. Y el sentido de la vida es el agradecimiento”.
Es profesor de Filosofía y escritor. En 2017 publicó 'Maquiavelo para el siglo XXI'.