Habรญa estado nevando todo este tiempo y la nieve estaba amontonada. Las SS acompaรฑadas de sus perros y lรกtigos abrieron las puertas del tren y gritaron: ยซRAUS! SCHNELL!ยป(ยซยกSalgan de aquรญ, ahora mismo!ยป), llevรกndonos a todos a la plataforma. Nos empujaron y subieron en camiones, desde lejos pudimos ver a los prisioneros de pijamas de rayas en el frรญo congelante.
Delante de una de las barracas nos bajaron y empujaron dentro de un gran salรณn. Nos dijeron que dormirรญamos ahรญ durante la noche y que en la maรฑana un mรฉdico vendrรญa y seleccionarรญa a algunos jรณvenes para trabajar.
Un kapo judรญo estaba a cargo de nosotros, su nombre era Berliner y era de Varsovia. รl nos dijo que los jรณvenes sanos tenรญan una oportunidad de sobrevivir, que muchos judรญos y otros continuaban trabajando aquรญ en Auschwitz, asรญ como en las cercanรญas de Birkenau. Dijo tambiรฉn que no debรญamos entrar en pรกnico y que nos ayudarรญa. Trajo lรกpiz labial y rubor para las mujeres y nos pidiรณ que nos arreglรกramos en la maรฑana, asรญ lucirรญamos frescas y saludables para la visita del doctor Mengele.
Agotados, algunos de nosotros nos acomodamos en las bancas de madera para pasar la noche, otros en el piso frรญo de concreto. Pero la mayorรญa estรกbamos preocupados y temerosos de que la maรฑana traerรญa la muerte. Una mujer joven tratรณ de suicidarse tragando una pรญldora de veneno, pero otro prisionero la detuvo. Durante la noche, los prisioneros que trabajaban ahรญ vinieron y trataron de tranquilizarnos diciรฉndonos los nombres de las personas de Bฤdzin que trabajaban y sobrevivรญan en Auschwitz.
Llegaron las primeras horas del dรญa. Kapo Berliner alentรณ a todos a lucir lo mejor posible para la llegada del doctor Mengele. Poco despuรฉs llegรณ un joven alto, oficial de las SS de rango elevado. Se sentรณ en un escritorio y comenzรณ a enviar a los ancianos y a las familias con niรฑos pequeรฑos hacia la izquierda, a la derecha a los jรณvenes solteros. Estรกbamos aterrorizados, con nuestros sentimientos fuera de control. Una mujer corriรณ hacia el grupo de solteros, dejando atrรกs a sus dos hijos pequeรฑos. Otra hizo lo mismo, abandonando a su hijo e hija adolescentes. Habรญa una madre suplicando a su hija que se salvara, que la dejara. Pero la niรฑa se negรณ y las dos fueron juntas hacia la cรกmara de gas. Fue trรกgico ver cuรกn diferentes eran las reacciones individuales, cuรกn duro lucharon algunos por mantenerse vivos. Todavรญa puedo verlos a todos, y especialmente a las madres y niรฑos destinados a la muerte.
Finalmente, a un grupo de mujeres jรณvenes se les dio la orden de desvestirse y, completamente desnudas, ponerse en fila y desfilar lentamente delante del doctor Mengele. Una por una, muertas de miedo, nos movimos delante del hombre que decidirรญa quiรฉn de nosotras debรญa vivir y quiรฉn debรญa morir. Solo treinta y cinco fuimos elegidas para seguir con vida.
Mรกs tarde, kapo Berliner nos contรณ lo cerca que habรญamos estado todos de una muerte inmediata. Originalmente, el transporte completo desde Bฤdzin-Sosnowiec estaba programado para, al llegar, ir directamente a la cรกmara de gas. Sin embargo, por razones de eficiencia, las ss nos mantuvieron en el gran salรณn durante la noche porque รฉramos un grupo muy pequeรฑo como para que nos gasearan solamente a nosotros. Ellos nos mantenรญan a la espera de un grupo de judรญos de Holanda para juntarnos, pero el transporte en el que viajaban se habรญa retrasado. Mientras tanto, necesitaban gente joven y saludable para trabajar. Asรญ que por la maรฑana hicieron una selecciรณn y algunos pocos nos salvamos una vez mรกs trabajando para los alemanes.
Despuรฉs de la selecciรณn, los kapos alemanes nos condujeron con palos, como manada, a otra barraca, donde tuvimos que entregar nuestras joyas, dinero y ropa. Nos afeitaron la cabeza y el vello del cuerpo, y vi mi cabello muerto caer sobre el suelo. En el sauna, los kapos nos sumergieron en agua hirviendo y luego en agua helada. Finalmente, nos ordenaron hacer una fila para recibir los harapos y los zapatos de madera que nos arrojaron. Tenรญamos que vestirnos con esas pijamas de rayas que llamรกbamos pasiaki*, con las mangas rotas y sin botones, o vestimentas demasiado grandes o muy pequeรฑas. En el campo principal, la mayorรญa de los prisioneros vestรญan pijamas azul grisรกceo pero nuestra ropa aquรญ, en las barracas de Cuarentena, tenรญa rayas rojas anchas pintadas en la espalda. รramos afortunados si atrapรกbamos un zapato izquierdo y uno derecho, de otro modo tenรญamos que caminar con dos zapatos de madera izquierdos o dos derechos. Temerosos de ser derrotados por los kapos alemanes, no nos atrevimos siquiera a pedir un cambio de zapatos.
Cuando nos vemos unos a otros despuรฉs de todo esto, nos cuesta trabajo reconocer incluso a nuestros amigos. Sintiรฉndonos humillados y vulnerables, tuvimos que hacer fila de nuevo, esta vez para que nos tatuaran nรบmeros en el antebrazo izquierdo. Me convertรญ en el prisionero nรบmero 74733. Ahora รฉramos esclavos, sin nombres ni derechos.
Mientras todos estรกbamos confundidos y desconcertados, quedรฉ sorprendida conmigo misma por haber logrado mantener, a pesar de todas las inspecciones y caos, el billete de cien marcos escondido en mi vagina y la pequeรฑa fotografรญa que habรญa pegado debajo de mi pie. La fotografรญa, tomada por Mark en 1941, me mostraba usando el brazalete judรญo y sosteniendo la mano de mi hija en su tercer cumpleaรฑos. ~
* Argot polaco de los campos de concentraciรณn para referirse a los uniformes de rayas azules.