Polvo del hueco del silencio
Enrique Fierro, Escrito en México (1974-1984), Fondo de Cultura Económica, México, 1999, 334 pp.
¿Qué sucede con la poesía uruguaya del siglo XX en el contexto latinoamericano? Es excepcional el historiador o el antólogo que reconoce los méritos de más de uno o dos nombres. De allí la importancia de la publicación por parte del Fondo de Cultura Económica en el correr de 1999 de tres libros de autores de tres generaciones diferentes, en plena actividad hoy en día. Procura de lo imposible de Ida Vitale (1923), una figura singular, de creciente resonancia internacional; Manto, volumen en el cual Eduardo Milán (1952) reúne su poesía completa; y Escrito en México de Enrique Fierro (1941), el libro que nos ocupa en estas páginas. Tres poetas afortunados dada la difusión en el mundo hispánico de la principal casa editorial latinoamericana.
Escrito en México, antología seleccionada y prologada por Verónica Grossi, incluye una amplia muestra de los poemas escritos por Fierro durante su residencia en este país (1974-1984), desde Fuera de lugar a La savia duda. La primera actitud de un lector desprevenido puede ser de desconcierto y hasta de rechazo frente a una obra signada por la extrañeza, que prescinde de las convenciones genéricas y de toda gratificación cómoda. La poesía de Fierro tiende a privilegiar el fragmento, la elipsis, la ironía y la irresolución como modos habituales de composición lírica. Frente a la verborrea neobarroca o la preocupación cotidiana y circunstancial, tan habituales en nuestra América, Fierro opta por una escritura despojada y un laconismo enigmático, caracterizado por la indeterminación semántica, dejando de lado toda referencia directa a un contexto social concreto. Su afán, casi diría obsesión, de elaborar una sintaxis nueva, a menudo dislocada y sin ilación lógica, de estirpe trílcica, hace patente la crisis actual de las significaciones y, a la vez, la reiterada ocultación de un blanco móvil, convirtiendo toda certeza en interrogante:
no es esto no es esto
dijimos: ya no es esto
no es esto decimos tris
tes: hora es de ver qué
se oculta ¿no? (p.182).
Escepticismo e ironía definen la actitud poética de Enrique Fierro; evita tanto lo descriptivo como lo visionario, es decir, no sólo una dimensión significativa y referencial, sino toda búsqueda de armonías secretas o de exploraciones de lo subterráneo. Su poesía alude a amenazas veladas pero concretas, ya sean los desastres de la historia, la pérdida de las ilusiones del ayer, el temor de escribir en vano o el presentimiento de la muerte, elaborando "oscuras versiones" del mundo donde todo es despojamiento e incertidumbre. En algunos casos, no obstante, su poesía adquiere una intención más comunicativa, a modo de síntesis, tal vez, de su conciencia crítica ante la visión de un mundo degradado:
Degradaciones evidentes:
la realidad es caída
a todo riesgo el gesto sordo
al borde mismo de los ojos
de toda bestia solitaria
humillaciones y obstinado
polvo del hueco del silencio (p.281)
En Escrito en México sorprende la fusión entre un lenguaje sobrio, sin énfasis y libre de afectaciones retóricas, y una escritura concentrada y de riesgosa decantación. La verdadera experiencia es indecible, incomunicable, y el inconformismo que suscita reconocer los límites del lenguaje conduce al abismo y a la "tentación" (Sucre) del silencio. Tentación que en Fierro lleva a una extrema reducción verbal y al reiterado cuestionamiento de la escritura misma, a experimentar con el desgaste del lenguaje, a subvertir el orden lógico del discurso.
Su debate con la irresolución, el vaciamiento del lenguaje y la equivocidad revela la insuficiencia del lenguaje para comunicar una experiencia vital, multiplicando, asimismo, una imagen ambigua, enigmática e inquietante de la vida. Todo parece estar al servicio de una visión incongruente y desquiciada de la realidad, que suele resolverse en la impotencia del poeta frente al lenguaje, al borde incluso del peligro del hermetismo. Pero esta visión elusiva y oblicua no se desarrolla con una finalidad en sí misma. Por el contrario, el lenguaje desarticulado es un signo de urgencia y de intensidad, que refleja la dispersión de la imagen de un mundo sin verdades absolutas por descubrir. En sus poemas más logrados, aquellos en que consigue enlazar reflexión e imagen pienso en "Travestía", "Nos estamos viendo, maestro", "Contrahierba", "Ad Efesios", "Santa María: fragmentos", las posibilidades de lectura incitan, o más bien, provocan la inteligencia del lector a descifrar una poesía de oscura transparencia.
En consecuencia, Fierro se plantea interrogantes que quedan sin respuesta, acentuando con sutileza la imposibilidad de escribir más que efímeros fragmentos, porque "con un poco de paciencia lo perderemos todo" (p.176). El énfasis en la reflexión sobre el lenguaje y el hecho poético, en la escritura autoconsciente y en la búsqueda de una nueva palabra poética, en los límites de lo incomunicable, es un intento de rescatar, así sea precariamente, lo que está asediado por el silencio y el olvido. –