Algunos libros del año

Un repaso a los libros publicados en 2023, en el que hay deslumbramientos y alguna decepción.
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Deslumbramientos. El año que termina ha sido un año de deslumbramientos: en marzo murió Dubravka Ugrešić y de su Ficcionario americano fui a Baba Yagá puso un huevo, que me había recomendado Bárbara Mingo con entusiasmo y vuelvo a Gracias por no leer, un libro de ensayos sobre literatura, como quien se acurruca en el sofá en invierno. Peter Orner y Debora Eisenberg, cada uno con dos libros, ¿Hay alguien ahí? y Sigo sin saber de ti; Relatos y La venganza de los dinosaurios, son los culpables de otro deslumbramiento. Los ensayos de Orner parecen responder a la pregunta de por qué leemos, mezclan análisis literarios con episodios de su biografía, tiene humor y gracia. Los relatos de Eisenberg encierran una especie de sabiduría sobre, perdón, la complejidad del alma humana y de las relaciones. Me gusta por la indiferencia hacia la trama y por su interés en el paso del tiempo. En Yo recordaré por ustedes –cuarto deslumbramiento– están reunidas piezas de Juan Forn, bajo la edición de la editora Andrea Palet, son piezas sobre libros y escritores que componen una historia lateral del siglo XX alrededor del mundo. Como todos los casos del detective están relacionados, aquí sale Dubravka Ugrešić, Dovlatov, Jonas Mekas, Natalia Ginzburg, Gospodínov, Hrabal… 

Cuentos. Repasando lo leído este año, veo que me han gustado más libros de cuentos que novelas, a pesar de la mala fama que tienen entre los editores –prospecto es mejor argumento de venta que libro de relatos–. Se han publicado los cuentos de Laura Fernández en Damas, caballeros y planetas, novelas en miniatura que expanden el universo literario de la autora. Debutó María José Hasta con Se te oscurece el pelo, libro de relatos sobre crecer, en el sentido más amplio del término. Chica de interior, de Frankie Barnet –escribí de él aquí– lo leí en verano y cada cuento me gustaba y a la vez me ponía un poco triste. Una nueva vida rescata algunos cuentos inéditos en español de Lucia Berlin, además de fragmentos de sus diarios y artículos. No tiene el brillo de Manual para mujeres de la limpieza, pero tiene cuentos estupendos. Todo lo que aprendimos de las películas, de María José Navia: de las películas, en el cine o en el salón de casa, se extraen lecciones no necesariamente dichas, otras funcionan como profecía de la vida de los protagonistas y siempre son un lugar seguro y feliz. Pero el tema que reaparece en diferentes variaciones es la filiación, no hay necesariamente con vínculo de sangre. Mujeres y otros animales, de Bonnie Jo Campbell es otro volumen de relatos magistrales de la única beneficiaria de una beca Guggenheim que sabe cómo castrar a un cerdo. 

Novelas. El sótano de Begoña Huertas, La maestra y la Bestia de Imma Monsó; Castigado sin dibujos de Julio José Ordovás; Las voces de Ariadna de Elvira Navarro; La casa de caramelo de Jennifer Egan; Las tempestálidas de Gueorgui Gospodínov;  Poética del empleo de Noémie Lefebvre; La filial de Sergei Dovlatov; El reloj de sol de Shirley Jackson, Consumir preferentemente de Andrea Genovart y la reedición de El columpio de Cristina Fernández Cubas, que este año ganó el Premio Nacional de las Letras. 

Diarios, híbridos y otros animales. José Antonio Montando ha publicado este año unos diarios de juventud, Oficio pasajero; Ricardo Dudda ha publicado Mi padre alemán, retrato-conversación con el padre e investigación histórica; se publicó un primer tomo de los diarios de Jane Birkin, Monkey diaries. Entre los híbridos están algunos de mis favoritos, como Derivas, de Kate Zambrano; Aurelia, Aurélia, de Kathryn Davis, Los buscadores de loto, de Charmian Clift, Historia de mi lengua, de Claudia Apablaza o Mi propiedad privada, de Mary Ruefle. Destacan los ensayos Vidas paralelas de Phyllis Rose y El ruido de una época de Ariana Harwicz, las conferencias de Carmen Martín Gaite reunidas en A viva voz y del puñado de correspondencia rescato Escribe si vendrás, Szymborska-Filipowicz. 

Muertos (o algo mejor). Martin Amis murió en mayo y Milan Kundera en julio. Volví a los dos, renové mis votos con ambos. Los testamentos traicionados de Kundera sigue siendo estimulante y la defensa que hace del humor y de la ficción resulta valiosa hoy. Volví a novelas como La ignorancia y a los cuentos de El libro de los amores ridículos. Se cumplieron cien años de Italo Calvino, de quien Siruela ha ido reeditando su biblioteca. No hay Calvino malo, y da un poco de vergüenza leer sus Seis propuestas para el próximo milenio y ver que le hemos fallado en casi todo. 

Decepciones y ausencias. Chevreuse de Modiano se me caía de las manitas, no me gustó Literatura infantil de Alejandro Zambra por su entrega en la primera parte al sentimentalismo y a la cursilada, que tiñó mi lectura e hizo que las piezas buenas de la segunda parte me gustaran un poco menos. Falta aquí poesía, porque picoteo y me falta sistematización en la lectura, aunque sí hay poetas. Tampoco hay novelas gráficas porque he leído pocas, aunque he disfrutado mucho con Alison de Lizzy Stewart, por ejemplo. Otras ausencias se explican por la falta de tiempo. No se llega a todo, Imagen fantasma de Hervé Guibert me guiña el ojo desde la mesilla, justo en lo alto de la pila de galeradas de 2024 y caprichos atrasados.  

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