Judith Jockel

Entrevista con Dubravka Ugrešić: “¡Los regímenes totalitarios han muerto! ¡Viva el totalitarismo!”

Editorial Impedimenta ha facilitado a Letras Libres esta entrevista, hasta la fecha inédita, a la escritora de origen croata, que falleció el 17 de marzo.
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La edad de la piel, tercer libro de Ugrešić publicado por Impedimenta en 2021, reúne algunos ensayos en los que la escritora croata de nacimiento se ocupa de asuntos diversos: desde los tatuajes hasta el cadáver de Lenin, de la boda del Príncipe Harry o el fútbol al nacionalismo.  Con una frescura inusitada en las letras centroeuropeas, La edad de la piel presenta una absorbente colección de pensamientos narrativos en un fluir original y brillante. 

“Vivimos en el vertedero de la basura histórica. Y nosotros solo somos basura histórica.” ¿De qué está hecha esta basura histórica? Y, como se reitera en numerosas ocasiones a lo largo de su libro el prefijo “post-”, ¿habría una “poshistoria”?

¿Estamos? Quiero decir, ¿la estamos viviendo? No podría afirmarlo con rotundidad. Como escritora, mi medio es el lenguaje y la literatura me permite desglosar distintas observaciones, emociones, intuiciones, metáforas, recursos literarios con el objetivo de encontrar alguna respuesta válida o palpable. Intento así mantenerle el pulso al tiempo. Pero, podríamos decir que soy poco “fiable”, puesto que no soy en absoluto docta en la materia, solo me dedico a observar. 

Este año, como muchos terrícolas, lo he pasado en cuarentena, y mi percepción del tiempo se fue alterando muy gradualmente. Mi máquina interior del tiempo se quebró de pronto. Siento como si me encontrase inmersa en una nube de niebla amnésica. Como yo, muchos dudan del siglo en el que están viviendo, de la época del año y de la misma hora. El reloj, digamos, global, ha dejado de funcionar para todos por igual. La circulación de los flujos de información ha perdido su sentido porque percibimos todo el rato lo mismo, salvo honrosas excepciones como la caída de Donald Trump, por ejemplo. Al mismo tiempo, la tragedia más dramática de hoy es la vida a la que se enfrentan los refugiados, algo que parece pasarle a la sociedad absolutamente inadvertido. La falta de conciencia sobre este tipo de asuntos afecta a algunos otros movimientos o agitaciones cruciales como la revisión de la historia, especialmente la de los antiguos países comunistas de Europa del Este, las políticas de “desestigmatización” del fascismo histórico, la aparición del neofascismo actual, las fuertes políticas de criminalización del comunismo, aunque este desapareciese tras la caída del muro, la pérdida general de la confianza en la justicia social, el resquebrajamiento de los derechos de los ciudadanos… Todo esto nos hace pensar que, nosotros, como representación de lo humano, llegamos a ser lo mejor y lo peor del mundo. Podemos advertir esta época desde la visión de la Bella Durmiente: en un ataúd, a la espera de ser despertados por el beso de un amante verdadero y leal. Como los príncipes de los cuentos de hadas, pero alguien mejor. No olvidemos que quizá nadie venga a despertarnos. 

¿Está el lenguaje en peligro?

No lo sé, la verdad. Pero en lo que se refiere a la literatura, parece que la industria editorial está imparable. Cada vez, aparecen con mayor rapidez nuevos autores y autoras, como si fuesen palomitas. También es cierto que el lenguaje de las imágenes está colmando nuestro horizonte último, más agresivamente y con un éxito más arrollador que nunca. Su fuerza reside en la invención misma de la cinematografía, la televisión… De hecho, durante un tiempo estuve algo obsesionada con el libro de Ray Bradbury, Fahrenheit 451 y la inolvidable versión fílmica de Truffaut, pensando que de la unión de ambas se extraía la fotografía de nuestro futuro más inmediato. Luego, dado el desarrollo tecnológico, alteramos el sistema de comunicación, de Gutenberg a digital. Nuestro lenguaje visual se enriqueció todavía más. Y durante ese proceso creímos perder nuestro lenguaje literario. ¿Ocurrió realmente? Tampoco lo tengo claro. Solo acierto a decir que mi sobrina, que es jovencísima, es incapaz de enviarme un mensaje cariñoso, como, por ejemplo, “te quiero”. En su lugar, me envía un montón de emoticonos en forma de corazones de todos los tamaños. Pero, en fin, no importa. Me hacen muy feliz. El presente que vivimos es radical. Vivimos rodeados de un volumen ingente de información con la que alimentarnos a diario. No podemos apenas respirar, es como si estuviésemos atrapados para siempre. Ahora empezaremos a disfrutar de nuestra esclavitud. 

Sobre el “particular vandalismo dirigido a las mujeres”, ¿por qué su espacio de actuación es siempre un espacio invadido? 

A pesar de algunos cambios y mejoras sustanciales, toda alteración tiende a la inestabilidad. A menudo siento que todo forma parte de un retroceso. El ejemplo más reciente sería la ley antiaborto polaca. Y eso que Polonia forma parte de la Unión Europea y ya estamos en la segunda década del siglo XXI. Parece que hace cien años las cosas fuesen incluso hasta más progresistas y razonables. En fin, la batalla del género no terminará a menos que nosotros –tanto hombres como mujeres de la Tierra– planteemos una revolución. Pero no es en absoluto una empresa sencilla. Hay un oponente poderoso: los tres sistemas religiosos masivos. La Iglesia patologizó y paralizó la vida de las mujeres desde los mismos mitos que conforman la creación. ¡Es demencial que siga siendo válida la historia de la costilla de Adán! Esta misma Iglesia, exterminó sistemáticamente a las mujeres, a las “brujas” en Europa (¡desde el siglo XII al XVIII). Ahora, ¿admitió la Iglesia su responsabilidad en algún momento, del mayor genocidio por motivos de género de la historia? ¿Se disculpó alguna vez del crimen que había cometido? Nunca. La Iglesia se limita a permanecer a lo largo de los siglos instalada en las mismas historias ramplonas que se inventó para establecer un sistema esclavista y criminal que humillaba a las mujeres para asegurar así el poder de los hombres. ¿Alguna vez las mujeres protestaron contra el estatus que se les otorgó dentro de la Iglesia? Por lo que sé, las mujeres siguen sin pronunciarse al respecto. 

¿Por qué, por el amor de Dios, las azafatas de las compañías aéreas siguen caminando de manera tan torpe por culpa de esas faldas estrechas y esos zapatos imposibles de tacón? ¿Por qué? ¿Por qué cumplir con las expectativas sexuales del resto de pasajeros? Ah, es que parece que hay que recordar a las mujeres que vistan aquel calzado por si se les ocurriese subir el Everest. Y como esta, otras tantas cosas. Porque no nos cuestionamos nunca por qué ciertas cosas forman parte de la “normalidad”, de lo “familiar”. ¿Por qué no lo hacemos?

Los principales medios de comunicación se oponen aún más a cualquier evolución en este debate sobre el género que la propia Iglesia porque no paran de reproducir estereotipos desfasados y tradicionales. Es más, podría decirse que las peores y mayores enemigas de estos cambios de los que hablamos son las mujeres. Por ejemplo, pensemos en Kim Kardashian, continuamente difundiendo imágenes erotizadas sobre las mujeres. ¡Millones de mujeres querrían ser ella! ¿Y quién les ayuda a parecerse a ella? La industria cosmética, la cirugía, la moda, el falso bienestar, como el que promueve Gwyneth Paltrow. Una mujer, teóricamente emancipada, comprando en la “tienda” de Gwyneth una vela que huele a la vagina… ¡de Gwyneth! ¡Y las compran! ¿Por qué no romper de una vez con todos estos patrones? Son autodestructivos y muy muy discriminatorios. Baste pensar en las chicas jóvenes que se someten a operaciones de aumento de pecho, la boca… Todo para parecer aún más jóvenes. Tener el pelo más largo, las piernas más largas, reducir sus costillas, ser más delgadas. ¿Podría una persona normal y mentalmente sana someterse a semejante tortura? ¿Qué “martirio” o peaje hay que pagar para lograr una vida mejor, tener más opciones? Eso piensan. 

¿Feminismo? Ahora es un chiste, una forma de comportamiento vacuo, es lo políticamente correcto. Mientras las celebrities hablan de sí mismas como “feministas” o activistas feministas, un millón de mujeres al año, según las últimas informaciones, son prostituidas. Hay esclavitud e ilegalidad en todas partes, incluso donde uno no pensaría que hubiese: Ámsterdam, París, Berlín… Son como los mercados medievales, como sucede en Turquía. Los “propietarios” compran prostitutas o mujeres que pueden llegar a serlo. Ellos ven ahí beneficio. Sin embargo, si alguien, quien sea, hace alguna mofa en la cuenta de algún líder religioso musulmán, el mundo musulmán protestará. Al mismo tiempo, son cientos, millones las mujeres que, sistemáticamente, son abusadas, esclavizadas, matadas, violadas, privadas de sus derechos básicos ¡humanos! Y a nadie parece importarle lo más mínimo. 

¿Qué pasa con los regímenes totalitarios y los cuerpos? Pienso en Lenin, en Franco. Qué conllevan, qué esconden, qué nos quieren decir que no nos dijeron en su momento.

¿Qué? ¿Mensaje? ¡Los regímenes totalitarios han muerto! ¡Viva el totalitarismo!

¿Vivimos en una época marcada por la ideología de las tendencias o en una época de tendencias ideológicas?

Como diría Žižek, la gente ha perdido la capacidad de imaginar a un nivel colectivo. Me temo que no hay movimiento alguno en lo que a mapa ideológico respecta. Los neologismos están reapareciendo, muchas palabras que comienzan con “neo-”, como el neofascismo. 

La boda de Meghan Clarke y el Príncipe Harry es casi patrimonio cultural de la humanidad. También el fútbol. ¿Estamos condicionados por la agenda futbolística?

Vivimos en una época de nuevos dioses. Nuestra bóveda celestial contemporánea está habitada por infinidad de nuevas deidades. Más rico incluso que el desordenado mundo cristiano. Meghan Clarke y el príncipe son solo dos de los numerosos dioses de nuestro tiempo: los adoramos, besamos sus pósteres sobre nuestras paredes antes de irnos a dormir, los seguimos fielmente, compramos souvenirs con sus rostros… Ahora, esta elección es libre y democrática. Son ellos los que se enemistan por establecer una jerarquía. En este sentido, nuestro dios sería Maradona. 

Últimamente, parece favorecerse la idea de que vivamos como si fuésemos una empresa. ¿Qué piensa usted de la abolición del trabajo, ahora que este parece abolir nuestra vida personal? ¿Trabajamos para vivir o vivimos para trabajar?

¿Qué habitante de la tierra no trabaja para vivir?

Hablemos ahora de Ratko Mladić. ¿Quién estaría hoy en día en el candelabro? ¿Cuál será la próxima performance? ¿Lo hemos vivido ya? Fuera de los EEUU, si es posible.

¿Qué catástrofe de todas señalar? Cuando hay un evento natural, como un terremoto, por ejemplo, la gente no acude a la razón o a las explicaciones de tipo científico. Prefieren agarrarse a creencias antiguas, tribales, teorías místicas, maldiciones, etc. Cuando hay un gran cambio político y social, como la caída del comunismo, la aparición de nuevos estados o movimientos políticos, la gente prefiere renunciar a la lógica y encontrar consuelo en obedecer a figuras como Slobodan Milosevic, Ratko Mladić, Radovan Karadzic, Franjo Tudjman. La gente se arroja a los brazos de criminales, asesinos, lunáticos, psicópatas sin ningún cuidado. 

Había, hace tiempo, un eslogan divertido, de cuando Tudjman, “El padre de la nación croata”, que llegó al poder. Rezaba: “Ja sam mladi psihopata / Franjo Tudjman mi je tata.” La traducción sería algo así como: “Soy un joven psicópata (o yo también estoy loco), / Franjo Tudjman es mi padre.” En fin, esto sería un resumen muy particular de lo que sucede cuando se construye un espectro político y social desde la locura o la falta de adecuación a la realidad. Encima, diciendo que elegimos a los líderes para que se conviertan en “padres, salvadores, gurús, salvadores…”. Tras la caída de la Unión Soviética, aparecieron algunos representantes que estaban fuera de sí, como Vladimir Zhirinovsky, por ejemplo. Su defensor acérrimo fue Anatoly Kashipirovsky, un psicoterapeuta, hipnotizador, curandero; un gurú poscomunista que hipnotizaba y curaba a la gente por televisión en programas de máxima audiencia. Su mayor aliado era Radovan Karadzic, otro psiquiatra, que en paralelo destruía Sarajevo. Ahora está en la prisión de Scheveningen, como Mladić. Ahora que, cuando estaba escondido, se transformó en una especie de mesías de la salud y tenía sus adeptos. 

En Croacia hay una figura muy famosa, el Braco (o hermano pequeño). Tiene unos cincuenta años, según parece, y pasa por Peter Pan. Pero uno muy muy envejecido. Pues bien, Braco aparece en el escenario, se queda en silencio, mira fijamente al público. Y ya. Muchas celebrities están locas por él, como Naomi Campbell. A la gente le gustan los embaucadores profesionales. Donald Trump es el perfecto ejemplo moderno. Muchas personas peligrosas lo son: Stalin, Hitler, y sucede de generación en generación. Ahora, hay hordas de jóvenes influencers de muchísimo éxito. ¿Quiénes son, de dónde han salido? Desprecian a quienes estaban aquí antes que ellos, y lo hacen a golpe del mandato digital. Y les parece o nos parece bien, ¿no? ¿Pero qué nos ofrecen realmente? ¿Por qué son tan populares? ¿Son los nuevos embaucadores, aquellos que aprendieron a ganar dinero rápido y mal? Vivimos en una época sin duda muy peligrosa, cuando lo único que necesitamos o que se necesita ahora es una vacuna para combatir esta pandemia mundial: la estupidez humana. 

¿Qué es para usted la creación literaria? ¿Qué es lo que se permite en la literatura, pero no en la vida? 

Los escritores tienen este tipo de respuestas preparadas de antemano, para evitar tener que enfrentarse a lo que hacen y el por qué. Yo también podría hacerlo, pero no sería justo ni para mí ni para nuestros lectores. Cada respuesta es además errónea, aunque quizá también sean correctas. Lo único que sé es que creo para poder comunicarme. La literatura es, ante todo, comunicación. Quizá la respuesta más honesta sea la de García Márquez: “Escribo para ser amado”. Muy de acuerdo.  

Andrea Toribio hizo esta entrevista como parte del equipo de Editorial Impedimenta con ocasión de la publicación de La edad de la piel; agradecemos a la editorial la cesión de la misma. 

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Andrea Toribio (Madrid, 1993) hace la tesis sobre 'Cuadernos de todo', de Carmen Martín Gaite, es editora y escritora. Ha publicado 'Geografía azul' (Ebediziones, 2014) y 'Crecimiento radial. Cuaderno de notas' (Eirene, 2018).


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