Cuando Jeanette Winterson (Manchester, 1959) publicรณ Fruta prohibida en 1985 se convirtiรณ en una celebridad con solo veinticuatro aรฑos. Ganรณ el premio Whitbread y la historia, un relato autobiogrรกfico en la que daba cuenta de cรณmo abandonรณ a su familia de adopciรณn por el amor hacia otra mujer, fue incluso llevada al cine. La novela supuso un hito por su temรกtica homosexual. Sin embargo, aquello apenas traspasรณ las fronteras anglosajonas. El nombre de Winterson no fue tocado por la varita mรกgica de otros compatriotas โla era de los Ian McEwan, Martin Amis o Julian Barnesโ y quedรณ reducido a un grupo de fieles lectores. Hasta ahora.
Las carambolas del tiempo, asunto que a la escritora le gusta tocar en su obra, han hecho que su nombre regrese ahora en el รกmbito hispรกnico con la republicaciรณn de sus libros por Lumen โfue editada a finales de los ochenta y comienzos de los noventa principalmente por Edhasa y despuรฉs se diluyรณโ y con el boomerang provocado por otras obras de temรกtica feminista como El cuento de la criada, de Margaret Atwood, que tambiรฉn fue publicado por primera vez a mediados de los ochenta y ahora goza de una extraordinaria segunda vida. Winterson se congratula por ello: โEn aquellos ochenta ya se produjo un cambio. Yo creo que fue ahรญ cuando todo empezรณ a abrirse un poco. Lo que estรก ocurriendo ahora demuestra que los libros puede tener un impacto importante en su momento, pero ademรกs quiรฉn sabe si no lo tendrรกn mรกs adelante. Uno nunca sabeโ, comenta.
A Winterson, no obstante, no le gusta mucho echar la mirada hacia atrรกs. De hecho, aunque admite reconocerse en aquella chica que, enfadada con su madre, una fanรกtica religiosa contraria a su homosexualidad, puso tierra de por medio por amor y lo plasmรณ en un libro, tambiรฉn seรฑala que ahora no lo escribirรญa. O al menos, no asรญ. โTodos cambiamos tanto con el tiempoโฆ Y ademรกs tenemos que permitirnos cambiar. Cuando leo estos libros es como un encuentro con una carta antigua y uno se tiene que creer lo que pone, pero le cuesta. Yo nunca leo mis libros, pero a veces tengo que volver a leerlos y me digo: anda, es asรญ como me sentรญa. Y pienso: esto ha cambiado, o lo sigo creyendo, pero ahora lo expreso de otra maneraโ, sostiene. Y si no cambiรกramos quizรก es cuando tendrรญamos un problema.
La republicaciรณn de su obra y la apariciรณn casi de forma simultรกnea de sus libros mรกs recientes, como la reinterpretaciรณn que ha hecho del shakespereano Cuento de invierno en El hueco del tiempo, permiten acercarnos a esta mujer menuda, parlanchina y de unos ojos tremendamente vivos para recuperar el tiempo perdido. Y para comprobar que, pese a los cambios, hay pilares inamovibles. Porque Winterson es mรกs que el cotilleo que supuso su relaciรณn con su agente literaria Pat Kavanagh, entonces mujer de Julian Barnes, al que abandonรณ por ella (aunque despuรฉs regresรณ con el escritor), y cuya historia quedรณ escrita en la novela La pasiรณn.
En la autora britรกnica hay un desmedido interรฉs por asuntos como el perdรณn, la religiรณn, el amor y el dolor del abandono. Con respecto al primero, que desarrolla en El hueco del tiempo, seรฑala que es posiblemente โuna de las cosas mรกs profundas que una persona puede ofrecer. Cuando la gente no puede perdonar y lo รบnico que hace es seguir cultivando su odio y su rencor en algรบn momento tienes que decir, vale, esto se ha hecho y como no vamos a estar aquรญ eternamente, lo que ya decรญa Shakespeare, vamos a superarlo y a avanzar. El perdรณn es un poder mรกgico, al igual que lo es tambiรฉn el amor. Ambas cosas tienen la capacidad de cambiar profundamente a un individuo, y cambiar una situaciรณn de un modo que no pueden hacerlo otras cosas, ni las leyes ni los tratados ni nadaโ.
Precisamente, que Winterson haya abordado estas temรกticas, que siempre salpica con su propia biografรญa โsus amores y, sobre todo, desamoresโ ha provocado que en alguna ocasiรณn se tuerza el gesto hacia su literatura. Demasiado autorreferencial. Demasiado sentimental. Y en una รฉpoca โmediados de los ochentaโ en la que todavรญa no estaba en boga lo que ahora se denomina autoficciรณn. โCuando escribรญ Fruta prohibida querรญa utilizarme a mรญ misma. Soy yo pero tambiรฉn no soy yo. Es una autoficciรณn muy temprana, porque ahora la hace todo el mundo. Fue difรญcil que la gente entendiera eso, soy yo y no soy yo. Pero esto se debe a que se partรญa de la base de que las mujeres siempre escribรญan de una serie de cosas, como los bebรฉs y sus casas, mientras que los hombres sรญ que podรญan hablar del mundo. Por eso los hombres tenรญan un gran espacio en la literatura mientras que nosotros tenรญamos uno bastante pequeรฑo. Por ejemplo, los personajes de los libros de Henry Miller se llaman Henry, pero nadie dice, mira, este es Henry Miller, sino, mira quรฉ inteligente, le ha puesto su nombre y talโฆ Como pasa con Paul Auster. Ahora ya todo esto se acepta mucho mejorโ, comenta.
Se rรญe cuando le pregunto si no tiene pudor. Un poco de vergรผenza a la hora de contar sus relaciones sentimentales. โNo, yo no tengo de esoโ, admite. Siempre ha defendido que la labor creativa โtiene que ser autรฉntica porque el arte es un lugar en el que uno no puede mentir. En la literatura se percibe la falsedad o la autenticidad. Si una persona se ha trabajado a sรญ mismo para mostrar esa verdad lo detectamos, y si hay una superficialidad tambiรฉn lo detectamos. El sentimiento que se transmite ha de ser genuino, una historia no solo es un conjunto de ideas, son tambiรฉn los sentimientos, y han de ser reales. A mรญ es lo que me importa. Con esto no quiero decir que uno tenga que salir en un reality show confesando algรบn hecho inconfesable. Las cosas que uno siente muy en profundidad tampoco las transcribe de forma literal, no se trata de un diario. Mi trabajo consiste en transformar eso pero manteniendo el sentimiento, la esencia, incluso potenciรกndolosโ, explica.
es periodista freelance en El Paรญs, El Confidencial y Jotdown.