Poeta, ensayista, traductor: la obra de Gabriel Zaid es única, compleja y fascinante. Aúna, como diría Nabokov, la pasión de la ciencia y la exactitud del arte: la curiosidad, la libertad, la valentía; la combinación de lo ingenioso y lo sistemático. Es doblemente discreto: por su reticencia a la exposición pública –es un escritor y cree que lo esencial son sus libros, sus poemas, sus artículos–, que ha hecho de él un autor de culto, pero también por su capacidad de discernir, de distinguir, de ponderar. Es, además, un clásico vivo, por la extraordinaria importancia de su obra, profundamente singular y heterodoxa, porque se ajusta a la definición que Italo Calvino hacía de los clásicos: esos autores que nunca acabamos de leer porque siempre tienen algo nuevo que decirnos. Este número es un homenaje y también el esbozo de una guía de lectura.