Max Weber es un nombre imprescindible en la historia del pensamiento. Analista de las sociedades y las mentalidades, del Estado y sus mecánicas, señaló los peligros de la demagogia, el liderazgo carismático y el fanatismo ideológico, y alertó del peligro de creer que del bien solo nace el bien y del mal solo surge el mal. Con su ética de la responsabilidad defendía una vía práctica, apasionada pero también realista, para actuar sin excesos románticos, con prudencia y firmeza al mismo tiempo.
El episodio de la fugaz revolución de Múnich, al final de su vida, en 1919, muestra el valor de sus enseñanzas y construye una especie de semilla de algunas de las esperanzas y tragedias del siglo XX: una revolución socialista, ingenua y progresivamente radical, que desembocó en un experimento anarquista, y después una respuesta brutal y sangrienta en la que aparecían las sombras del antisemitismo y el nazismo.