Los sondeos de las firmas encuestadoras Pew y Rasmussen indican que el país está dividido entre quienes piensan que el sistema de justicia es injusto y quienes creen que es justo.
¿Hasta qué punto los continuos ataques de Donald Trump al sistema de justicia estadounidense más las denuncias contra la policía y los tribunales por maltrato, a veces letal, contra negros y latinos, cuestionan el estado de derecho en Estados Unidos?
Trump no es el primer presidente que despotrica contra el sistema judicial, pero su manera de hacerlo evidencia una total falta de respeto a la independencia judicial y a la separación de poderes. Algunos críticos sugieren que lo hace por ignorancia, porque desconoce los límites constitucionales al poder presidencial respecto al poder legislativo y al judicial, mientras que otros lo atribuyen a la arrogancia con la que siempre se conduce. Trump se ha peleado con deportistas, artistas, medios de comunicación, con su propio Departamento de Justicia y con agencias de seguridad nacional como el FBI o la CIA, con determinados jueces y con los tribunales de justicia.
Afortunadamente, lejos de doblegarse ante los ataques presidenciales, la justicia estadounidense ha conservado intacta su independencia; el fiscal especial Robert Mueller ha continuado su investigación para determinar si hubo colusión entre miembros de la campaña presidencial de Trump y el gobierno ruso en el ciberataque contra Hillary Clinton y el Partido Demócrata en la elección presidencial de 2016. Más importante aún Mueller ya imputó a Paul Manafort exjefe de campaña y a otro colaborador de Trump para que respondan a una docena de posibles delitos relacionados con la investigación. Los delitos, si se prueban, son muy graves e incluyen: conspiración contra EE UU, falso testimonio y lavado de dinero, entre otros. Al mismo tiempo, la oficina del fiscal especial informó que otro asesor de Trump, George Papadopoulos, se había declarado culpable de mentir sobre los lazos de esa campaña con Rusia y de haber entorpecido la investigación del FBI sobre los “vínculos entre individuos asociados con la campaña y los esfuerzos del gobierno ruso para interferir con las elecciones presidenciales de 2016″, según el comunicado de Mueller.
La fortaleza del sistema judicial, sin embargo, no implica que el sistema de justicia criminal no requiera una reforma a fondo en temas como el de la relación entre la policía y las minorías, y el sistema carcelario de la nación.
El asesinato de Trayvon Martin, un joven afroamericano de 17 años y la absolución de su asesino en julio de 2013 propiciaron el nacimiento de un movimiento llamado “Black Lives Matter”. Evidentemente, ni esta era la primera vez que un joven afroamericano era asesinado y su asesino era absuelto ni pasaría mucho tiempo sin que hubiera que lamentar otra muerte de un joven negro desarmado en Ferguson, Missouri y el asesino saliera libre sin cargos.
La diferencia, esta vez, fueron las caravanas de activistas de #blacklivesmatter que llegaron a Ferguson desde 18 ciudades a encabezar una protesta que se ha convertido en la nueva lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. De las 953 personas asesinadas por la policía en 2015, 497 fueron blancos, 259 negros y 172 hispanos. Si se considera que los negros son el 12% de la población y los hispanos otro 12%, es evidente la desproporción.
Otro problema grave es el crecimiento de la población carcelaria y el recidivismo. Estados Unidos es el país que más encarcela en todo el mundo y en donde siete de cada diez delincuentes que salen de prisión cometen nuevos crímenes a menos de 5 años de su liberación. Si las cárceles no cumplen su función de reformar a los presos para reinsertarlos en la sociedad, la sociedad tiene que reformar el sistema carcelario.
Los sondeos de las firmas encuestadoras Pew y de Rasmussen indican que el país está dividido entre quienes piensan que el sistema de justicia es injusto y quienes creen que es justo. Yo no creo que el estado de derecho esté en peligro y sí creo que el Poder Judicial ha reafirmado su independencia del Ejecutivo pero creo también que a pesar de los progresos habidos en los últimos 50 años sigue pendiente una conversación honesta sobre la justicia económica y racial, y sobre la criminalización y encarcelación de las minorías.
Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.