Foto: Tony Webster / flickr.com/photos/diversey/23507649926

De apropiaciones y apreciaciones en la cultura

¿Tiene alguien derecho a imponer límites a la creación artística? ¿Es válido censurar la obra de un artista por no pertenecer al grupo étnico y cultural sobre el que escribe?
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¿Tiene alguien derecho a imponer límites al tema de la creación artística? ¿Se vale censurar la obra de un artista por no pertenecer al grupo étnico y cultural sobre el que escribe? ¿Se le puede exigir que se sustraiga de su contexto histórico para evitar ser influenciado por otros artistas?

Estas son algunas de las preguntas que me planteé al leer de la controversia por la reciente publicación de una novela sobre inmigración. Del alud de criticas al libro, la peor fue acusar a la autora de “apropiación cultural” por no pertenecer al grupo sobre el cual escribió.  

En 1968, Las confesiones de Nat Turner, una novela que documenta el maltrato a los negros en Estados Unidos escrita por un novelista blanco, tuvo un recibimiento mixto. Celebrada por la crítica especializada, hubo activistas negros que cuestionaron su derecho a escribir sobre la comunidad negra. Afortunadamente también hubo intelectuales negros que apreciaron y reconocieron el esfuerzo de William Styron. James Baldwin, escribió, “ él ha empezado a escribir nuestra historia común”. Michael Anderson, editor del New York Times Book Review, fue más explícito: “Si la política identitaria es estúpida en la política, en las artes es execrable”.

También los policías de la corrección política han acusado a pintores como Pablo Picasso de “apropiación cultural”. En Las señoritas de Avignon, la pintura más representativa de la llamada “epoca negra” del artista, las caras de las tres mujeres a la izquierda del cuadro muestran la influencia de la escultura ibérica mientras que las caras de las dos de la derecha muestran la influencia del arte africano.

A principios del siglo XX, en París, Henry Matisse y Picasso definieron el modernismo incorporando elementos de antecesores como Edouard Manet, Paul Gauguin, Vincent van Gogh y Paul Cézanne, y explorando a la vez nuevas ideas recogidas del arte africano. ¿Se le puede reprochar a Picasso haber incorporado el arte africano a su obra? ¿Se le podría acusar de plagio por llevar a otro plano el cubismo incipiente de Cézanne en la serie del Mont Sainte-Victoire?

En la historia de la música hay también ejemplos interesantes de intersecciones. En los siglos XVIII y XIX, en Viena, Mozart, Beethoven y Schubert incorporaron a su obra aires de la música turca que se escuchaba en los cafés y salones de la entonces capital de la música clásica. Y a principios del siglo XX, el ruso Igor Stravinsky estrenó en el Palais Garnier de París, su ópera El ruiseñor, basada en un cuento del danés Hans Christian Andersen, cantada en francés y ambientada en China.

Pero quizá sea la historia de Porgy and Bess la que mejor refleja las dificultades que entraña hablar de “apropiación cultural”. En 1925, un hombre blanco, DuBose Heyward, escribió Porgy, novela inspirada por su experiencia trabajando con estibadores negros en los muelles del puerto de Charleston. Con la colaboración de su esposa Dorothy, también blanca, la novela se convirtió en obra de teatro, y diez años después dos hermanos judíos, Ira y George Gershwin, la estrenaron como ópera, añadiéndole un personaje femenino, el de Bess Superando las objeciones de los productores blancos, la obra se estrenó en Boston, con un reparto de artistas negros.

Cuando era yo un joven profesor de literatura, en los años 60, leí un párrafo escrito por Ernest Hemingway que me hizo entender que la cultura, no solo la novela, es un continuo: “Cada novela que está escrita con verdad contribuye al conocimiento total que está a disposición del próximo escritor, pero ese escritor debe pagar, siempre, un porcentaje nominal de experiencia para ser capaz de comprender y asimilar qué es lo que está disponible como derecho de nacimiento y qué debe tomar, a su vez, como punto de partida”. El ámbito de la cultura pues, es un continuo universal en el que participan todos los artistas de cualquier lugar del mundo y donde la apropiación tribal es un acto mezquino. Considere, por ejemplo, si sería justo o deseable exigirle al Museo de Arte Moderno de Nueva York que esconda en la bodega a Las señoritas de Avignon. 

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Escribe sobre temas políticos en varios periódicos en las Américas.


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