Foto: Gerardo Vieyra/NurPhoto via ZUMA Press

¿Eludirán AMLO, Sheinbaum y Ebrard la rendición de cuentas por la tragedia del Metro?

Ante otros sucesos catastróficos durante su administración, AMLO ha buscado eludir la rendición de cuentas y sacar ventaja política. Pero hay tres factores que obstaculizan el despliegue de su estrategia habitual frente al trágico accidente del Metro de la Ciudad de México.
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En cada crisis, el presidente sigue disciplinadamente los mismos cinco pasos, los que he llamado “el manual de manejo de crisis de AMLO”:

  1. Negar la crisis, minimizar sus consecuencias y eludir su responsabilidad
  2. Sustituir comunicación con propaganda
  3. Deslegitimar a la prensa y a la crítica
  4. Tomar decisiones en función de sus intereses políticos
  5. Dar por terminada la crisis anticipadamente

Así lo ha hecho en todas las emergencias que ha vivido el país. Desde el desabasto de gasolina y  la explosión de Tlahuelilpan, pasando por el “culiacanazo” y, desde luego, durante la madre de todas las crisis: la pandemia. En cada una de estas situaciones extraordinarias, AMLO ha puesto el cuidado de su propia imagen por encima de cualquier otra consideración. Su objetivo estratégico es controlar la realidad creando y repitiendo una narrativa demagógica sobre la crisis. Él busca que la sociedad lo evalúe siempre como un hombre bien intencionado que hace su mejor esfuerzo por resolver problemas generados por los villanos de su relato –los presidentes anteriores– y que, al intentarlo, enfrenta a una multitud de poderosos enemigos –opositores, medios, críticos, empresarios, etc.– que tienen las peores intenciones y tratan de hacerlo tropezar a cada paso.

No importa si AMLO fue quien causó la crisis con sus decisiones (como el desabasto de gasolina o el “culiacanazo”) o si él no la provocó, pero sí la agravó (como la pandemia), el propósito de este esquema es el mismo: eludir la rendición de cuentas y sacar ventaja política. Para ello, es fundamental que él y sus colaboradores y aliados políticos nunca acepten su responsabilidad, por lo que siempre cierra filas con ellos, pasa a la ofensiva contra sus críticos y evita a toda costa que la crisis lleve a sus renuncias. El ejemplo más claro y grotesco de esta actitud impermeable a la evidencia y a la vergüenza es su relación con el subsecretario de salud Hugo López-Gatell.

El gran éxito de López Obrador radica en que la mayoría de los ciudadanos acepta su narrativa y lo evalúa de manera positiva. Así, él ha logrado el sueño de todo político: ser juzgado por sus intenciones, no por sus resultados. Esto ha sido muy bueno para sus planes de dominación política, como lo demuestran las encuestas de intención de voto en las próximas elecciones intermedias, pero ha sido muy malo para México, pues cada punto de aprobación que AMLO logra preservar se ha conseguido a un costo muy alto para toda la sociedad.

Ante la impresionante tragedia de la línea 12 del Metro, que ha dejado 25 muertos y decenas de heridos, el presidente ha tratado de aplicar una vez más este manual de manera puntual. Pero hay tres factores que lo obstaculizan:

  1. La construcción de la Línea 12 ocurrió en 2012 durante la gestión como alcalde de Marcelo Ebrard, mano derecha de AMLO, figura clave del gabinete y favorito de muchos grupos de poder para suceder al presidente en 2024.
  2. El mantenimiento del Metro ha sido por más de dos años responsabilidad de Claudia Sheinbaum, actual Jefa de Gobierno, compañera de partido, protegida política de AMLO y otra posible aspirante a sucederlo.
  3. La abundante información que demuestra que la construcción de la Línea 12 estuvo plagada de corrupción, irregularidades administrativas y malas decisiones técnicas que llevaron a un funcionamiento deficiente desde su inauguración. El grupo político de AMLO, que ha gobernado la Ciudad de México desde 1997, nunca ha pagado consecuencia legal, política o reputacional alguna.

El presidente y los suyos intentaron sin éxito enmarcar esta tragedia en su narrativa. El propio López Obrador dedicó varios minutos de su conferencia del día siguiente de la desgracia a atacar con gran desprecio a los medios de comunicación con su conocido y falaz paralelismo con la prensa de principios del siglo XX que atacaba a Francisco I. Madero. Y funcionarios sin escrúpulos, así como todo tipo de propagandistas pro-AMLO, han afirmado sin pruebas que el derrumbe del Metro fue producto de un acto de sabotaje.

Esto no significa, desde luego, que el presidente no buscará evitar que este desastre lastime su imagen, la de sus colaboradores y aliados políticos y la de su partido, especialmente ante la cercanía de las elecciones intermedias. Claudia Sheinbaum no ha indicado que vaya a renunciar, y ha defendido una vez más a la directora del Metro, una funcionaria que ha demostrado repetidamente su incapacidad para el cargo. Contrario con lo que ocurre con los opositores, a quienes se intimida política y jurídicamente con gran celeridad y fuerza, es muy probable que Sheinbaum y Ebrard –principales aliados del presidente y responsables directos de esta tragedia– no enfrenten investigaciones a fondo.

Tiendo a pensar que, con la retórica hueca de “llegaremos hasta las últimas consecuencias” e investigaciones que no llevarán a ninguna parte, el presidente y los suyos buscarán que el asunto se olvide y no afecte sus intereses políticos. Estoy seguro de que lo logrará, pues si 220 mil muertos por la pandemia no han hecho mella en él, mucho menos lo harán 25 inocentes que murieron tratando de llegar a casa en una noche de un lunes cualquiera. AMLO seguirá siendo AMLO, porque la mayoría de los mexicanos están dispuestos a justificarle todo.

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Especialista en discurso político y manejo de crisis.


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