Ante un panorama desalentador despuรฉs del Brexit, donde las comunidades rezagadas aumentan y hay pocas puertas abiertas para los olvidados, el patriotismo ofrece la posibilidad de formar parte de algo mayor. En Irlanda del Norte, jรณvenes cuyas vidas estรกn condenadas a una miseria melancรณlica y violenta, adoptan la causa (la unionista o la nacionalista) como una misiรณn que comienza pronto. En los disturbios del 9 de abril pasado habรญa menores activamente apoyados y entrenados por adultos. El patriotismo se transmite de una generaciรณn a la siguiente, es el rรญo subterrรกneo que atraviesa Irlanda del Norte y que anima a la juventud, abriรฉndole la puerta de la protesta pรบblica violenta que tambiรฉn forma parte de la historia ancestral del Uldah, como se le llama en gaรฉlico al Ulster.
โSacarlos de la isla y quemarles las casasโ, explica el muchacho ante la reportera que lo interroga sobre su participaciรณn en el zafarrancho.
Los tratados no son cuentos de hadas. El 9 de abril, la juventud encapuchada probรณ la plenitud al servicio de la patria. Durante nueve dรญas, los jรณvenes agitaron las calles ahumadas y grises, corrieron frente a los restos de automรณviles quemados, junto a paredes pintarrajeadas. El de los jรณvenes en Irlanda del Norte es un mundo dilapidado. La pobreza y el desempleo imponen un aburrimiento feroz que cobrรณ 74 heridos, que se suman a las 3,600 vรญctimas de disturbios pasados. La revuelta rechaza el Protocolo sobre Irlanda e Irlanda del Norte, debido a que los unionistas se sienten separados de la patria por una frontera que les impone procedimientos aduanales para importar productos alimenticios. Las salchichas han recibido especial atenciรณn.
La frontera fรญsica en la isla no solo es difรญcil de establecer geogrรกficamente, sino que, ademรกs es intrincada, favorece el contrabando y aumenta la fricciรณn entre los unionistas, que se sienten traicionados por Boris y asediados por la Repรบblica de Irlanda. Su situaciรณn es crรญtica porque el Mar de Irlanda ya no es un puente sino una frontera. Si la geografรญa se impusiera no habrรญa conflicto, pero en Irlanda del Norte la lucha en nombre de la patria revisa la aciaga historia de su condiciรณn enemiga e invade la calle, marchando al compรกs de los enormes tambores de Lambeg que cimbran la atmรณsfera. Los hombres desfilan enfundados en trajes oscuros, multiplicaciรณn de bombines y paraguas, un contingente fantasmagรณrico. Parte de la ruta del carnaval civil pasa por barrios catรณlicos, y nada ha convencido a los unionistas de alterar un camino que consideran suyo por principio. Cada verano se escenifica el choque con los nacionalistas por cuestiones como la ruta de la marcha, que representa la รบltima batalla por la naciรณn. La testosterona es el combustible del patriotismo que, aleccionado por la historia, afirma un precedente de legitimidad tendido al pasado inescrutable. El pasado es un proyectil en manos del manifestante que arroja la botella incendiaria contra la policรญa, la cual responde con caรฑones de agua. Algรบn energรบmeno se prendiรณ fuego y corre dando alaridos.
La refriega recuerda escenas vividas hace 23 aรฑos, cuando el Acuerdo de Viernes Santo, como tambiรฉn se conoce el Tratado de Belfast, contuvo el rencor y dio poderes de representaciรณn a la Asamblea cuya sede intermitente estรก en Stormont, Belfast. Hace poco el gobierno parecรญa al borde de un nuevo colapso debido a la volubilidad del Partido Unionista Democrรกtico (PUD) en la elecciรณn del nuevo lรญder, en su caรญda y la elecciรณn de Jeffrey Donaldson como sucesor, de quien depende ratificar a Paul Giban como primer ministro de Irlanda del Norte. La ansiedad no cede ante lo que los unionistas perciben como una amenaza a sus derechos. La salchicha se vuelve sรญmbolo de la pertenencia al Reino Unido, es el fetiche que alimenta la ilusiรณn de reciprocidad que el tratado firmado por Boris traiciona.
โUstedes tranquilos, muchachos. El Reino Unido siempre mantendrรก su soberanรญa intacta. Entre nosotros nada de fronteras, ยฟeh?โ
Eso asegurรณ Boris el 12 de marzo en una visita que aprovechรณ para demostrar que contaba con el apoyo de Arlene Foster, entonces primera ministra de Irlanda del Norte. La verdad era otra y entraรฑaba una frontera cuya dureza dependรญa del tipo de Brexit que el RU negociara con la UE. Su opciรณn fue un Brexit duro, ajeno a cualquier concesiรณn a Europa. Tal โpurezaโ ideolรณgica exige arduas negociaciones que recuerdan el ritmo del proceso del Brexit, hasta la firma del acuerdo que ahora se rechaza debido al Protocolo que establece la frontera en el Mar de Irlanda. 2021 confirma la precariedad del Ulster y sus seis condados (Antrim, Armagh, Down, Fermanagh, Londonderry y Tyrone) como topografรญa de la violencia.
โPara defendernos. Quieren quitarnos lo nuestro.โ
Aunque vaya encapuchada, la turba es reconocible. Su lealtad al Reino Unido ha sido despreciada, su religiรณn agostada, su existencia un รบltimo reducto de reivindicaciones anacrรณnicas. Son los olvidados que corren en cรญrculos obcecados con lo que les han enseรฑado a ver como justicia, indisociable de la revancha. Para alimentar a la patria hace falta mantener la herida abierta y echarle sal.
Los disturbios del 9 de abril precedieron la caรญda de Arlene Foster y el centenario de la regiรณn pasรณ desapercibido por los disturbios. Edwin Poots, sucesor de Foster, batiรณ el rรฉcord de fugacidad en el cargo, en el que durรณ 21 dรญas. De รฉl podrรก decirse que la brevedad fue su mayor virtud, al contrario del Protocolo que llegรณ para quedarse. Ademรกs de las restricciones burocrรกticas que impone al comercio, el Protocolo potencia la ansiedad constitucional de un espacio dividido entre el Reino Unido al que pertenece y la Uniรณn Europea, con la que colinda.
Los recientes conflictos no solo recuerdan los excesos de la รฉpoca conocida como โlos Problemasโ (1968-1998), sino que llaman la atenciรณn sobre las carencias de la administraciรณn unionista. Hay pocas cosas de las cuales enorgullecer durante el siglo. Ningรบn polรญtico unionista quiere discutir las รกreas en las que hay retrasos evidentes. La principal es la educaciรณn. A pesar de que el Tratado de Belfast prevรฉ el establecimiento de escuelas laicas y mixtas, las que existen son mรกs bien la excepciรณn: predominan las escuelas sectarias, donde el abecedario se aprende con miedo. El papel integrador de las escuelas mixtas y laicas podrรญa fortalecer la diversidad, transformando un panorama de confrontaciรณn en una comunidad que dialoga.
Las protestas en Belfast reflejaron la ansiedad de una poblaciรณn amenazada por el desplazamiento social y vulnerable polรญticamente. El rechazo del Protocolo les presta una voz colectiva y los articula contra lo que antes se promoviera como medida positiva para evitar la frontera en la isla, ahora inadmisible para grupos extremistas que limitan los alcances del PUD. Por un lado, sus lรญderes deben al menos verbalmente adoptar sus reivindicaciones, mientras por la otra el Protocolo no desaparecerรก a fuerza de conjuros electorales. Jeffrey Donaldson, el actual lรญder, debe hacerlo funcionar.
La intimidaciรณn contra el personal de aduanas, el grafiti en los muelles abandonados y en las calles escorchadas por las bombas de gasolina, forman parte de una advertencia que usรณ una nueva marcha el 12 de julio para presionar. El autobรบs de dos pisos rodando en llamas cuesta abajo es una advertencia espectacular. Rechazar el Protocolo es reaccionar contra una sociedad que no se defina exclusivamente por ser britรกnica o irlandesa, ni por ser unionista o nacionalista, es decir, contra una sociedad que no quiere ser tribal. Los votantes insatisfechos con la polรญtica de identidad militante y el rechazo a los extremos favorecen una tercera vรญa en el Partido de la Alianza de Irlanda del Norte, que ofrece una alternativa civilizada y conciliatoria.
La gresca de abril fortaleciรณ un proceso que posterga la frontera y sirve para presionar a la UE mediante la aplicaciรณn del artรญculo 16 del acuerdo, que permite a los miembros anular sus compromisos. El proceso tortuoso y desapacible para justificar las decisiones del gobierno britรกnico comienza con la desestabilizaciรณn de Irlanda del Norte. En este clima de desencanto, el PUD ha dejado de ser el partido preponderante en Irlanda del Norte. En cambio, Sinn Fรฉin ha crecido hasta disputar la primacรญa, asรญ que unas elecciones cercanas podrรญan ser desfavorables al PUD. La inquietud permanente de saberse prescindibles para el Reino Unido y para la Repรบblica de Irlanda, cuya economรญa no parece en condiciones de sostener el ensueรฑo nacionalista, hace del Ulster un territorio indeseable.
En este contexto, el estatus de la lengua irlandesa aรฑade tensiรณn a la ansiedad unionista, que percibe esta reivindicaciรณn lingรผรญstica como un insulto a su soberanรญa inglesa. La cuestiรณn lingรผรญstica simboliza para los unionistas un reclamo que acota sus derechos. El posible referรฉndum sobre la unificaciรณn de la isla, favorecido por Sinn Fรฉin, es el fantasma que avanza entre escombros calcinados. La posibilidad de que tanto Irlanda del Norte como la Repรบblica de Irlanda sean gobernadas por ese partido exacerba a los grupos paramilitares hoy, como cuando ocurriรณ la particiรณn, hace un siglo.
La revuelta de abril forma parte de un proceso que terminarรก extinguiรฉndose cuando el Ulster acepte una identidad en construcciรณn que por el momento tiene mucho de laberinto. En Frontiers of writing, un ensayo de 1981, el poeta Seamus Heaney habla de la capacidad unificadora de la poesรญa, de su responsabilidad para moldear el futuro y de la respuesta del poeta, cuya voz debe servir como hilo de Ariadna. Cada 12 de julio, los unionistas se arreglan como Chaplin, pero en serio. Salen a la calle para festejar la Batalla de Boyne, que en 1690 decidiรณ la primacรญa de los protestantes sobre los catรณlicos y el establecimiento del imperio. Los correligionarios abandonan sus hogares orgullosos y emocionados de ser actores de la historia, pero este aรฑo marcharon por calles menos suyas, y su desfile tienen un toque de ajada excentricidad.
Pero la patria no admite medias palabras, y a los 14 aรฑos es fรกcil entregรกrsele y entender el mundo desde ese punto de vista en el que siempre existe un enemigo. Algo tiene la patria de conspiraciรณn, una pertenencia que reรบne, una secta. Vale la pena recordar la funciรณn que Heaney otorga y espera de la poesรญa, porque no ha perdido su urgente actualidad para dejar autรฉnticamente detrรกs la gravedad de los conflictos binarios en favor de la gracia liberadora.