Imaginemos dos escenarios. En el primero, un padre y su hijo eligen juntos un Lego. El padre se sienta con el niño a armarlo siguiendo el instructivo. Lo va guiando y orientando hasta que logran terminar el juguete. Al final, tienen un juguete nuevo y, sobre todo, una relación más cercana. Todos felices.
En el segundo, el padre compra el Lego, llega a la casa y se pone a armarlo por su cuenta. El niño observa. Pero en vez de seguir las instrucciones, el papá se las brinca y comienza a meterse en la bolsa varias piezas. El niño le dice: “¡Papá, así no es, tienes que seguir las instrucciones! ¡Y no te debes quedar con las piezas!” El papá no le hace caso y termina un juguete feo, incompleto y que no le gusta al niño. Ante sus protestas, le dice: “¡Ya chole con tus quejas! Agradece que te compré el juguete. Lo bueno también cuenta.”
El presidente Enrique Peña Nieto está convencido de que es el papá del primer escenario. El Lego son sus reformas estructurales y su proyecto de gobierno, por el que cree que deberíamos no solo estar contentos, sino también agradecidos. Pero la mayoría de los mexicanos nos sentimos en el segundo escenario, con un plan de gobierno que se veía muy bien en el papel, pero que en la práctica ha salido muy mal porque no se ha ejecutado con eficacia ni con honradez.
Esta brecha entre sociedad y mandatario se ha ampliado a niveles inéditos. El ejemplo más reciente son los spots que anuncian el Cuarto Informe del presidente. En ellos, aparecen a cuadro ciudadanos “comunes y corrientes” que hablan de lo que hace el gobierno por ellos. La toma se abre al final de cada anuncio para mostrarnos que le están hablando de cerca al presidente Peña Nieto. El presidente los escucha y concluye mirando a la cámara: “Lo bueno, casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.
Los mensajes que nos quieren transmitir estos spots son:
- Si la mayoría de la gente no le cree mucho al presidente, entonces los testimonios de personas reales son más creíbles y tienen que persuadir más a la audiencia.
- El presidente es una persona cálida y cercana que, sin corbata y con naturalidad, puede sentarse a conversar en una banca de parque con la gente más humilde sobre su día a día, reír y compartir historias de vida.
- El remate “lo bueno no se cuenta, pero cuenta mucho”, significa que el juicio que hacemos del presidente y su administración es parcial e injusto, ya que también hay que hablar de lo positivo.
En otro spot, el presidente explica esta última idea con más detalle:
Dice: “En la vida de las personas y de los países pasan cosas buenas y malas. Así como hay alegrías y satisfacciones, también nos toca enfrentar situaciones adversas o dolorosas.” Esto nos dice que los problemas del país son cosas que nos pasan, que “nos tocan”, como un accidente o una enfermedad en la vida de las personas. Por lo tanto, lo que corresponde es enfrentarlos como parte de lo inevitable de la vida, sin demasiada queja.
También dice: “Es cierto, en México enfrentamos retos complejos y momentos difíciles. Desde luego tenemos que atender lo que no está bien y seguir siendo críticos: es parte de nuestra democracia. De la crítica se aprende y se corrige. Lo que no podemos ser es derrotistas.” Lejos de persuadir, es un mensaje que confronta, al no considerar válida una emoción negativa de la audiencia. Es un “no exageres” que nos dice que la situación amerita crítica, pero no es tan mala como para caer en el desaliento y pesimismo.
¿Cuál es la solución que ofrecen estos mensajes? ¿Una mejora en el desempeño del gobierno? ¿Un golpe de timón? ¿Una convocatoria amplia a seguir un nuevo camino? No. Según nuestro presidente, solo la mexicana alegría nos podrá salvar. Con un lenguaje muy coloquial –que por cierto no empata con su tono de voz y su lenguaje corporal– nos dice: “Los mexicanos somos alegres, unidos y luchones. Vivimos la vida con actitud, echados p’adelante (sic) y siempre listos para lo que venga. Eso nos distingue en el mundo”.
Nuevamente, los esfuerzos de comunicación del gobierno equivocan la estrategia y el mensaje y propician un efecto contrario al deseado. Los tiempos que vive la gestión del presidente son de crisis y exigen comunicación de crisis. El mensaje presidencial debería iniciar con el reconocimiento de un serio problema o malestar, debería validar las emociones de la audiencia, buscar empatía con el sentimiento colectivo y ofrecer una explicación de las acciones a seguir para cambiarlo.
¿Cuál debería ser el mensaje central del informe? Sin importar mucho si es discurso o un dialogo controlado con ciudadanos “de a pie” –al que a algunos les gusta llamar town hall meeting– el mensaje presidencial que México necesita es un compromiso explícito de parte del mandatario para asegurar la estabilidad económica, resolver el conflicto social de manera pacífica e incluyente y gestionar el enojo social por la vía democrática. Un mensaje que no busque agradar o convencer como si lo que estuviera en juego fuera la popularidad del presidente, sino dar tranquilidad y certidumbre en un momento en el que hay serias dudas sobre la capacidad y fortaleza del gobierno para llevar el barco a buen puerto. Mientras el presidente y su círculo de funcionarios más cercanos sigan pensando en términos de preservar el poder y no para preservar al país, su comunicación seguirá extraviada y generará más problemas de los que resuelve.
Especialista en discurso político y manejo de crisis.