“Piensen en el mensaje que el señor Depp y sus abogados están enviando a Amber y, por extensión a todas las víctimas de abuso doméstico en cualquier lugar. Si no tomaste fotos, no sucedió. Si tomaste fotos, son falsas. Si no se lo contaste a tus amigos, estás mintiendo. Si se lo contaste a tus amigos, son parte del engaño. Si no buscaste tratamiento médico, no estabas herida. Si buscaste tratamiento médico, estás loca”. Así inició Benjamin Rottenborn, abogado de Amber Heard, su alegato final en el juicio iniciado por Johnny Depp en contra de la actriz para exigir el pago y reparación de un daño que, según su alegato, le causó lo que él consideró una difamación llevada a cabo por Heard en su contra, a través de un artículo publicado en 2018 en el Washington Post, donde la actriz afirmó ser “una figura pública que representa el abuso doméstico”. Si bien en dicho artículo Heard no cita el nombre de Depp directamente, a juicio del actor las referencias resultaron suficientes para provocar un daño irreparable a su carrera y la cancelación millonaria de la saga Piratas del Caribe, su mayor éxito. Millones de espectadores siguieron lo que es conocido hoy como el “juicio más visto del siglo”: tan solo la transmisión en vivo de la audiencia de sentencia alcanzó poco más de 3 millones de espectadores simultáneos en el canal de YouTube Law and Crime Network.
El propósito central de este juicio consistió en demostrar la existencia o inexistencia de la difamación que, si bien no es acto criminal, puede causar daño a una persona en su bienestar emocional, físico o financiero. Con el surgimiento de las redes sociales y las nuevas plataformas de medios en línea, se ha vuelto más común la difamación que realiza una persona en contra de otra. La difamación en Estados Unidos, según los criterios de distintas legislaciones, puede consistir en declaraciones realizadas de forma oral o escrita, en las cuales sea posible identificar plenamente a la persona en contra de la cual se realizan, que tengan como fin dañar su reputación y que puedan ser atribuidas directamente a una persona. Un elemento primordial para que tales declaraciones constituyan una difamación que cause daño o perjuicio al afectado es la prueba de que las manifestaciones realizadas son falsas. Por otro lado, la declaración debe versar sobre hechos o actos cuya ejecución sea susceptible de comprobación, quedando excluidas de ser consideradas difamatorias las opiniones a título personal y los resultados arrojados por la ciencia como resultado de los distintos procesos y procedimientos que la investigación requiera.
En días recientes, una corte en Virginia favoreció a Depp con una sentencia que lo declara víctima del delito de difamación. ¿Significa esto que Amber Heard mintió cuando escribió el artículo que publicó el Washington Post? No, por lo menos, si consideramos como prueba de ello la sentencia que un tribunal en Reino Unido dictó en el 2020 en contra de Depp, por un artículo en el que el periódico británico The Sun lo describió como “un golpeador de esposas”. De hecho, al comienzo del juicio en Estados Unidos, la opinión entre los expertos era que Depp no tenía muchas probabilidades de ganar, por el antecedente directo de la sentencia que le fue adversa en Reino Unido, sumado a la consideración de que el marco jurídico estadounidense contempla protecciones y garantías más firmes a la libertad de expresión que el del Reino Unido.
Entonces, ¿cómo es posible que Johnny Depp ganara en Estados Unidos un juicio que, con las mismas pruebas, las mismas bases de la demanda, la misma estrategia, perdió en el Reino Unido? La respuesta radica en las diferencias que hay entre los sistemas de justicia de ambos países en cuanto a quién tiene la facultad de valorar las pruebas presentadas por las partes en el juicio.
En Estados Unidos, el resultado del juicio estuvo sujeto al criterio de un jurado (conformado, por cierto, por 5 hombres y 2 mujeres). Y ese criterio, a pesar del examen por parte de los abogados de los litigantes al que se sujetan los integrantes antes del juicio, no deja de estar influenciado por los paradigmas, nivel educativo, experiencias personales y sistemas de valores de cada miembro del jurado. En el sistema británico, en cambio, la valoración corrió a cargo de un juez especializado en la materia.
Tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, los abogados de Depp argumentaron que Heard mentía. Para fundamentar su caso, atacaron su carácter, personalidad y decisiones (incluso aquellas que señalaban la comisión de una infidelidad), buscando desacreditarla para propiciar la conclusión de que ella era en verdad la parte abusadora de la relación.
Se trata de una estrategia de defensa común en los casos de abuso sexual y violencia doméstica, que se conoce como DARVO, siglas que en inglés significan deny, attack, and reverse victim and offender (niega, ataca e invierte los papeles de víctima y agresor). Fue definida en 1997 por Jennifer J. Freyd, psicóloga y profesora de la universidad de Oregón, como una conducta que presentan los abusadores cuando son confrontados, que busca evitar las consecuencias que pueda acarrearles el ejercicio de la violencia.
El objetivo de la estrategia DARVO es cambiar la conversación sobre si un agresor realmente cometió abuso, sembrando dudas sobre la víctima y su credibilidad. Hoy en día muchos abogados y jueces están capacitados para reconocer estos elementos y no tomarlos en consideración al valorar las pruebas. Sin embargo, las investigaciones de Freyd han demostrado que la estrategia es efectiva en aquellas personas que no están familiarizadas con sus elementos. Es de suponerse que los miembros del jurado se encuentran entre ellas, y serían vulnerables a los alegatos y contraargumentaciones dirigidos a desacreditar a la víctima.
La efectividad de esta técnica también porque, en los últimos años, las mujeres han expuesto públicamente a sus acosadores a través de movimientos como #MeToo, lo que ha generado una percepción de vulnerabilidad incluso entre hombres que nunca han tenido siquiera el impulso de agredir a una mujer, así como entre mujeres que temen ser calificadas como radicales. La estrategia DARVO, así, gana eficacia por la reivindicación de la decencia del género masculino. De ahí que el equipo de Depp acompañara esta vez la estrategia legal con la mediática, a través del #JusticeForJohnny.
Para el juez del Reino Unido, el que Amber Heard engañara o no a Depp careció de valor probatorio. Tampoco consideró las conductas de Heard hacia sus parejas sentimentales previas. Lo que sí ponderó fue, en primer lugar, la consideración de que, por regla general, los abusos sexuales y la violencia doméstica se dan en ambientes privados, por lo que la declaración de una víctima constituye en sí misma el elemento de prueba más importante. Sin embargo, a los miembros del jurado estadounidense, la falta de preparación técnica para sustraerse a la emoción que contradice su idea general de cómo se ve y comporta una víctima (Heard dista mucho de pasar por una mujer vulnerable, pues incluso reconoció agredir a Depp como medio de defensa) los hizo susceptibles de rendirse ante la técnica DARVO, al igual que a millones de espectadores que en las redes sociales han reproducido tweets, videos y memes reivindicando la figura de Johnny Depp.
Creo poco probable que exista alguna mujer que desee la compañía de un hombre que propuso a su mejor amigo Paul Bettany “ahogar, quemar, violar el cadáver de la perra mientras ríe para asegurarse de que esté muerta”. Tampoco creo que miles de hombres decentes avalen las conductas violentas desplegadas por Depp.
La estrategia DARVO es tan efectiva para confundir la capacidad lógica de los individuos a partir del manejo de emociones, que 5 hombres y 2 mujeres concluyeron que Amber Heard mintió en su artículo respecto de la conducta agresiva de Johnny Depp, y al mismo tiempo concluyeron que los abogados de Johnny Depp mintieron al afirmar que Amber Heard había mentido. De ahí la sentencia que condena al pago a ambas partes.
Lo cierto es que se ha perdido la valiosa oportunidad de hablar sobre las dinámicas de violencia que este caso en particular ofreció de una manera tan explícita para millones de espectadores.
No ganó Depp, perdió la justicia. No perdió Heard, ganó la violencia, amplificada a través de medios de comunicación de distinta naturaleza. No ganó la verdad, y en el proceso se perdió mucho la decencia. Es probable que Depp siga adelante con su vida, pero, como bien dijo Heard, para ello se han perdido años de lucha por los derechos de las víctimas y el acceso a las mujeres a una vida libre de violencia.
Sin embargo, la propia Jennifer Freyd ha dicho tener confianza en que los efectos perniciosos de este caso “pueden ser revertidos mediante la investigación y la educación”. En efecto la atención pública que recibió el juicio ha suscitado una amplia discusión alrededor de temas como la estrategia DARVO. El que un número de personas cada vez mayor tome conciencia de que existe y aprenda a combatirla podría ayudar a revertir no solo la proliferación de fallos como el emitido por el jurado en Fairfax, sino también los ciclos de la violencia de género.