Empecemos por la frase final de la reseña para quitárnosla de en medio y pasar a discutir cosas importantes: Una isla a la deriva, de la periodista Ana Carbajosa, es un excelente retrato, bien informado y escrito en un estilo muy ameno, del Reino Unido post-Brexit. La hipótesis de partida, que queda demostrada fehacientemente a lo largo del libro, es que la ruptura con la Unión Europea que se inició con el referéndum de 2016 no fue una catástrofe puntual, sino el inicio de un lento pero inexorable proceso de decadencia. En este sentido, pocos libros pueden presumir de contar con una información tan precisa sobre este país tan complejo, sumido en una crisis institucional y en un declive económico en los últimos años, pero que sin embargo mantiene un poder residual nada desdeñable, como lo demuestra la atracción de sus universidades a estudiantes de todo el mundo. Ana Carbajosa conoce el país por haber residido allí, se ha entrevistado con personalidades relevantes (excelente su contacto con Rory Stewart, un político conservador muy mediático, pero también son relevantes los testimonios del diputado laborista David Lammy o del exalcalde de Londres, Ken Livingstone, con los que la autora se reúne), ha ido a los sitios menos conocidos y por ello más representativos de lo que significa ser británico hoy en día (incluido Rotherham, Tiverton, Dundee, Bradford y Derry), y además está al tanto de los últimos títulos en los que autores británicos examinan por enésima vez el tema de “What went wrong”, un subgénero ya firmemente establecido desde el desmantelamiento del imperio. El recorrido que hace por Gran Bretaña e Irlanda del Norte es muy representativo, pues empieza con Eton y sigue por Oxford, Londres, para desplazarse después al castigado norte de Inglaterra y al acomodado sur. También visita el Ulster y Escocia. La imagen que transmite de este país eternamente desmoronándose y eternamente resistiendo los embates de la modernidad es real, muy del tiempo presente. Puede que en unos años el libro de Carbajosa esté desfasado por la vibrante actualidad que contiene entre sus páginas. No importa. Será un manual imprescindible para conocer cuál era el estado de ánimo del país en los cinco años posteriores al divorcio con la Unión Europea, y seguirá siendo muy relevante como documento histórico. Y hablando de historia, Carbajosa no se remonta a la Reina Victoria para explicar el país; sin ser un recorrido cronológico, sino más bien geográfico, social y económico, Carbajosa retrocede hasta el gobierno de Margaret Thatcher para explicar el desmantelamiento de la industria y el inicio de los recortes en los servicios sociales. Ciertamente, el Reino Unido que conocemos hoy en día tiene su origen en los años ochenta del pasado siglo. El periodista que más gracia hacía a la Dama de Hierro, Boris Johnson, junto con su cohorte de políticos crecidos en los privilegios de los colegios privados como Eton, sale muy mal parado y aparece, más que como responsable, como síntoma de la degeneración de la política británica.
Una isla a la deriva no es, por tanto, y afortunadamente, un libro de autor, no es un viaje sentimental por Inglaterra, sino la crónica periodística en forma de libro de una experta en el Reino Unido, que conoce de primera mano lo que allí está sucediendo y que expone la situación con una asombrosa objetividad, contrastando las opiniones que oye y ofreciendo datos oficiales y estadísticas para fundamentar sus observaciones. Estos datos son trazables a las notas al final del libro en donde, de forma minuciosa, se indica dónde se puede encontrar la información proporcionada, sin que la lectura quede interrumpida.
Me ha interesado la inspección de la periodista a la sociedad británica, con una mirada franca y sin complejos en donde se habla con interlocutores de tú a tú. Los españoles siempre hemos tenido fascinación por Gran Bretaña, probablemente también ha sido así al contrario, y esta mirada estaba teñida en el fondo de profunda admiración y hasta cierta reverencia. Hemos tenido que ir a Inglaterra de erasmus, de mochileros, de au-pair; hemos tenido que ver los efectos del turismo británico barato en las costas españolas o en los estadios de fútbol; hemos tenido que tomar un tren en el norte de Inglaterra en la desmembrada red de ferrocarriles actual, heredera del siempre eficaz British Rail; hemos tenido que seguir en la prensa los numerosos casos de redes de abuso infantil en Rochdale, en Derry, en Newcastle; hemos tenido que leer a Martin Amis, a Ali Smith, a Hanif Kureishi o a Margaret Drabble, entre otros y otras, para comprobar que se trata de un país con muchas sombras, con un sistema de clases agarrotado y unas bolsas de pobreza extrema en muchos lugares. En este sentido la autora no se ceba en la denuncia, simplemente expone una realidad como lo haría cualquier periodista de primer nivel. Salvo referencias esporádicas, no hay comparación entre el Reino Unido y España, no se resalta un país en detrimento de otro; la autora perfectamente podría ser belga.
Y, sin embargo, a pesar de todo, la fascinación hacia el Reino Unido, que el día 4 celebra sus selecciones generales, no disminuye, también en este libro tan bueno. No podemos dejar de admirar, con la periodista, los contrapesos de la democracia británica, efectivos incluso cuando un grupo de marrulleros alcanza el poder. Envidiamos el vigor de la sociedad civil, el ímpetu contra viento y marea de las asociaciones vecinales, la incansable labor social de organizaciones de ayuda humanitaria o la vociferantemente plural existencia de una prensa libre. En una fecha tan postmoderna como 1995, Will Hutton afirmaba en The State we’re in que, aunque no presuma abiertamente, un británico siente que es un ser especial. El autor lo explicaba por la tradición de ser el Reino Unido la democracia más antigua del mundo, por haber construido un imperio, por lanzar la revolución industrial y por salir victoriosos en dos guerras mundiales, entre otras cosas. “To be born in these islands is still seen as a privilege”, afirmaba. Los ciudadanos de a pie con los que habla la periodista en Una isla a la deriva no parecen sentirse privilegiados casi treinta años después: empobrecidos, desatendidos, indignados más bien. Siguen dando la talla los profesionales de la medicina que protestan por el deterioro del servicio nacional de salud, el sufrido NHS, o los ciudadanos que se quedan en Blackpool o Rotherham en lugar de emigrar y que apuestan por la economía local o la salud mental de sus vecinos. Igual los británicos siguen siendo privilegiados después de todo.
José Francisco Fernández es catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Almería.