Foto: Tolga Ildun/ZUMA Press Wire

Feminismo desbordado

Un caudal de luchas y propuestas construidas desde los feminismos desborda la idea de un sujeto político simplemente entendido como “mujeres”. Ante ello, la autora propone un "feminismo intuitivo", potente por ser inapropiable.
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Que porque es 8 de marzo hay que hablar de feminismo, falso.

Que porque es 8 de marzo hay que hablar de mujeres, falso.

Ambos presupuestos me cansan bastante. Creo que el inmenso caudal de luchas y propuestas construidas desde los feminismos desborda los 8 de marzo, desborda la idea de un sujeto político simplemente entendido como “mujeres”. Y creo que hasta los feminismos mismos están desbordados –eso quiere decir sin borde, sin confín– y se han constituido en una cuestión planetaria.

Creo que podríamos, deberíamos, me gustaría que lanzáramos una discusión y unas luchas feministas que se coloquen en ese lugar anti/sistémico que son las propuestas del: ¿Qué hacer? ¿Qué hacer con todo?

Por eso quiero proponerles hoy este feminismo que está desbordando al propio feminismo y que he nombrado feminismo intuitivo.

Feminismo intuitivo

Es potente porque es inapropiable.

Es potente porque es la lectura personal de las tetas de tu madre.

Porque es la lectura personal de la bolsa del mercado y del embarazo de tu hermana.

Es potente porque no es una instrucción racional adquirida como se adquieren las instrucciones de comportamiento.

Nadie te lo enseñó, no lo aprendiste un lunes, lo fabricaste tu misme, como cuando cocinas, como cuando haces pan.

No solo sirve para entender a tu amiga, tu abuela o tu vecina.

Sirve para una infinidad de cosas en la vida.

Es como una clave,

como una llave,

como una levadura

como una pizca de sal.

Es potente porque es un vomitivo infalible para purgar el deber ser femenino y expulsarlo con arcadas por la boca, el ano o ambos simultáneamente.

Sirve para desinflar egos, bloquear violencias, desmitificar jefes y amores, desconectar discursos, desarmar trampas, armar trampas, tejer complicidades, romper vínculos indeseables.

El feminismo intuitivo podría llamarse de mil otras maneras, el nombre es lo de menos, lo importante es saberlo, entenderlo, disfrutarlo, ubicarlo y sentir su estruendosa fuerza histórica.

El nombre es lo de menos, lo interesante es poder percibir su palpitar apasionado en las camas y en las aulas, en los mercados y en los juzgados.

Podría realmente llamarse de otra manera.

Lo importante es sentir su capacidad de habitar un submundo y moverse ahí removiendo estructuras familiares, sociales, barriales, y afectivas descolocando los cimientos mismos de su lugar y desestabilizando suelos desde el subsuelo.

El feminismo intuitivo es invisible a los ojos de los medios de comunicación, es invisible a los ojos de la academia, es invisible al microscopio, pasa inadvertido por fronteras y otras formas de control.

Los medios necesitan decir que carecemos de autoestima, de ideas o de ubicación en el mundo y que por eso nos mataron. Nosotres sabemos que nos mataron por rebeldía en el día en el que habíamos decidido disfrutar de la vida. Esa certeza nos la da el feminismo intuitivo.

No es un feminismo de pancarta, es un feminismo de mirada, de gesto en la boca, es un feminismo de distancia o proximidad corporal. Es una forma de pararse ante la vida y la muerte. Es una forma de pararse ante el otre y la otra, es una forma de abrazar y de entender los hechos.

El feminismo intuitivo es masivo y viene de abajo y no de arriba. Es pues plebeyo, bastardo, sin legitimidad, sin título académico, sin credencial doctoral rimbombante. Sin autora que lo sustente, aunque su sustento sea denso, profundo e histórico.

El feminismo intuitivo le podría discutir a la Spivak su tesis de la mudez del subalterno.

Le diría por ejemplo que se habla con el cuerpo.

Que se rebate con el poto.

Que se hace historia con las tetas.

Y que hay una política que es la política del tacto.

Sus contenidos no son derivados de un estúpido taller de empoderamiento y autoestima pagado por la oenege de turno con financiamiento del Banco Mundial.

El feminismo intuitivo es inapropiable. No encaja en las políticas de los Estados, de los organismos tipo ONU Mujeres, ni de quienes necesitan calificarnos como urgidas de su inservible acto de salvación.

Sus contenidos no están en un libro ni de Butler, ni de Segato, ni de autora alguna porque no está constituido por teorías filosóficas, históricas o psicoanalíticas. Está constituido por la consistencia que tiene la rebeldía hecha carne de mujer de a pie.

Está constituido por la rebeldía que fabrica la trans de a pie con su pie.

No solo encarna cuerpos de mujeres, sino que comprende que aquí abajo circula por mujeres, niñas, niñes, trans, maricas y otros monstruos.

Viene colapsando las comisarías de policía y los aparatos de justicia de todos los estados.

Viene exigiendo mil millones de horas para declarar uno a uno los moretones y decir que no estamos dispuestes a recibir ni un solo golpe más, ni una patada más.

Su pinta es la de una mujer con bebé en brazos sin trabajo y sin vivienda que tiene como capital para empezar la vida muchas ganas de vivir y mucha bronca.

Su pinta es la de la puta de la esquina que se las sabe todas y puede darte lecciones de masculinidad que pondrían en crisis todo androcentrismo.

Su pinta es la de la campesina que sabe que toda soberanía empieza y termina en la tierra.

Los feminismos intuitivos podrían ser infinitos, o por lo menos de difícil enumeración, escapan a todo intento de clasificación. Contarlos se hace innecesario. Cuantas mujeres/maricas/trans en rebelión haya en una sala, esa es la cantidad de feminismos intuitivos con las que tendrás que lidiar como maestro, como jefe o como juez.

Es artesanal, personal, manual.

Es un collage que pega ideas con sentimientos y zurce sentimientos con experiencias, imágenes con sensaciones haciendo una composición caótica deforme que no admite rigidez, ni formas únicas.

Es potente porque no requiere consenso, sino conexión. Conexión emocional, capacidad de identificarse con la y le otre a través de la rebeldía.

Una conexión que pasa por la solidaridad de quedarte con elle o ella cuando la amenazan, cuando aborta, cuando se rebela. Su rebeldía enciende la tuya como cuando se comparte un encendedor o un cigarro.

No sabes ni cómo decides compartir camino y acción sin pensártelo dos veces.

El feminismo intuitivo es masivo. Circula en los barrios, en los mercados, en las fiestas, y en todo tipo de espacios de forma subterránea sin carta de presentación ni letrero en el pecho. El feminismo intuitivo no es ideológico, pero no por eso no es político. Es muy político pero desde una forma de política del tacto. Esa forma de política que nos hermana cuando nos damos la mano para cruzar la frontera de lo permitido.

El feminismo intuitivo es la descomunal desobediencia que nos habita hoy a las mujeres y les otres y que se nos sale por los ojos y la postura de las caderas.

Yo sé que les resulta invisible y que piensan que estoy alucinando.

Claro que estoy alucinando, porque lo veo, lo toco, lo huelo y lo nombro.

Me subo al barco que navega a contracorriente.

Atravieso el puente en sentido contrario.

Desafío una y otra cosa y voy hacia lo que parece ser una ruta que se dirige hacia ninguna parte en un viaje sin retorno.

Parece que estuviera en la frontera de México con Estados Unidos siendo hondureña.

Parece que estuviera en una patera en el mediterráneo a punto de hundirme.

Parece que estuviera donde no hay que estar.

Donde está prohibido estar.

Donde es peligroso estar.

Parece que estuviera en la antesala de la muerte, cuando es la antesala de la vida.

Ahí es donde justamente está el feminismo intuitivo; donde parece que no hay que estar y al mismo tiempo en el único lugar que vale la pena estar. ~

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(La Paz, Bolivia, 1964) es activista feminista. Es autora de Feminismo bastardo y de la propuesta de despatriarcalización. Es integrante de Mujeres Creando.


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