Privilegiados que protestan por Gaza

Es posible que uno de los factores de esta oleada de activismo universitario sea cierto grado de culpa por asistir a las universidades mรกs caras, sobre todo en una sociedad donde la brecha entre ricos y pobres estรก en aumento.
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Los estudiantes universitarios que protestan en Estados Unidos por una Palestina libre โ€œdesde el rรญo hasta el marโ€ se estรกn exponiendo al ridรญculo. Alumnos de algunas de las universidades mรกs caras y prestigiosas del paรญs llevan kufiya, โ€œliberanโ€ los edificios universitarios como si fueran luchadores por la libertad y (al menos en el caso de una joven manifestante) exigen que las autoridades de la universidad les suministren agua y alimentos como โ€œayuda humanitaria bรกsicaโ€.

Es verdad que todas las manifestaciones polรญticas son una forma de teatro. No todos los que protestan contra la matanza de numerosos civiles inocentes en Gaza se merecen el escarnio; y que se use contra ellos la violencia (tanto si lo hace la policรญa o, como sucediรณ en la Universidad de California en Los รngeles, una turba) es inaceptable.

El problema es que la causa โ€œantisionistaโ€ que estรก ganando terreno en los campus universitarios se muestra a menudo incoherente. Sus fundamentos ideolรณgicos tienden a verlo todo interconectado: la brutalidad policial contra los afroamericanos, el calentamiento global, el imperialismo estadounidense, la supremacรญa blanca, la historia de la esclavitud en los Estados Unidos, el colonialismo europeo, la transfobia y la homofobia (โ€œQueers for Palestineโ€) y ahora la guerra entre Israel y Hamรกs. Como dijo una estudiante de la Universidad Cornell en una entrevista en el New York Times, la โ€œjusticia climรกtica โ€ฆ tiene sus raรญces en las mismas batallas, el imperialismo, el capitalismo, todas esas cosas. Creo que se aplica muy bien a este conflicto, al genocidio en Palestinaโ€.

El sionismo, un determinado movimiento nacionalista judรญo del siglo XIX con elementos religiosos, seculares, de izquierda y de derecha, hoy se ha vuelto sinรณnimo de colonialismo, imperialismo y racismo. Por tanto, para ser una persona buena, humana y moral, habrรญa que ser โ€œantisionistaโ€.

No estรก del todo claro si esto tambiรฉn es ser antisemita, como dicen algunos. Oponerse al sionismo, o criticar las polรญticas israelรญes, no es necesariamente antisemita. Pero negar el derecho de Israel a existir es ciertamente hostil, lo mismo que suponer que todos los judรญos son sionistas.

La jerga acadรฉmica tiene una palabra para esta conexiรณn entre todas las formas de opresiรณn: โ€œinterseccionalidadโ€. Muchos de los estudiantes que se manifiestan por Palestina han adoptado esta lรญnea de pensamiento porque se la han enseรฑado (en general, lo han hecho profesores de las mismas instituciones contra las que ahora se rebelan).

En un mar de polรญticas identitarias que compiten entre sรญ, hay una seรฑal distintiva en la que coinciden todos los miembros educados de la izquierda liberal, sobre todo en Estados Unidos: para ser un ciudadano biempensante del Occidente posesclavista y poscolonial, hay que ser activamente antirracista, antiimperialista y anticolonialista. Esto implica ver a travรฉs de esa lente todos los acontecimientos mundiales, pasados y presentes, incluida una variedad de complejos conflictos que van de Estados Unidos a Medio Oriente.

Tal vez esta cosmovisiรณn explique por quรฉ las protestas propalestinas comenzaron en algunas de las universidades estadounidenses mรกs exclusivas: Columbia, Harvard, Yale, Stanford. La interseccionalidad no es una preocupaciรณn central de la clase trabajadora, sino mรกs bien una marca distintiva de la รฉlite educada, cuyos miembros estรกn acostumbrados a verse como la conciencia moral colectiva del mundo occidental.

Es posible que uno de los factores de esta oleada de activismo universitario sea cierto grado de culpa por asistir a las universidades mรกs caras, sobre todo en una sociedad donde la brecha entre ricos y pobres estรก en aumento. Vivir con privilegios es mรกs fรกcil cuando la lucha de clases se reemplaza con protestas contra el colonialismo y el racismo.

Pero las cuestiones de clase no estรกn del todo ausentes. Muchas rebeliones surgen del temor a la pรฉrdida de privilegios. La retรณrica demagรณgica del expresidente de los Estados Unidos Donald Trump atrae a blancos con menor nivel acadรฉmico que estรกn resentidos por ver que a los inmigrantes les puede estar yendo mejor que a ellos. Algo similar ocurre en instituciones estadounidenses de รฉlite y en otras partes del mundo occidental.

Hasta hace poco, ser varรณn, blanco y miembro de una familia bien educada era la llave de ingreso a los niveles mรกs altos de la escala social. Pero ahora, para acceder a los trabajos mรกs buscados en universidades, editoriales, museos, en el periodismo y otros campos que demandan buen nivel acadรฉmico, hay que competir con mรกs mujeres y personas de color muy educadas. Este cambio es totalmente positivo, y deberรญa aplaudirlo quienquiera que crea en la inclusiรณn y en la diversidad, por no hablar de la interseccionalidad.

Pero con su insistencia en la โ€œdescolonizaciรณnโ€ activa y en la confesiรณn ritual de privilegios raciales, la ideologรญa liberal de izquierda puede llevar a reacciones defensivas. Cada vez mรกs jรณvenes varones blancos en Europa y Estados Unidos se ven atraรญdos por partidos de ultraderecha y dudosos gurรบes que les prometen enseรฑarles a reafirmar su masculinidad y poner a las mujeres otra vez en su lugar. Es evidente que esto tambiรฉn puede explotar los prejuicios contra la gente de color.

Sin embargo, el temor de las รฉlites a la pรฉrdida de privilegios tambiรฉn puede ir en la otra direcciรณn. Los alumnos de las universidades privadas mรกs caras tal vez consideren conveniente para sus intereses manifestar su buena fe interseccional antirracista, antiimperialista y anticolonialista mostrรกndose mรกs celosos en la defensa de esas causas que las minorรญas. Es un modo de aferrarse a posiciones de liderazgo en las esferas intelectuales y culturales.

Quizรก por eso los primeros en protestar contra la guerra de Israel en Gaza fueron alumnos y docentes de la Universidad de Columbia, a los que enseguida se sumaron activistas en otras universidades prestigiosas de la Ivy League. No estรก claro si esto en verdad ayudarรก a los palestinos a obtener un Estado propio, en el que puedan llevar vidas mejores y mรกs dignas bajo un gobierno libremente elegido. Pero tal vez nunca haya sido la cuestiรณn mรกs importante. Como suele suceder con los movimientos de protesta en Estados Unidos, en realidad este es un asunto puramente interno.

Traducciรณn del inglรฉs de Esteban Flamini.

Publicado originalmente en Project Syndicate, 2024.

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(La Haya, 1951), ensayista y colaborador habitual de The New York Review of Books. Es autor de Asesinato en รmsterdam (Debate, 2007), entre otros libros.


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