Andrés Manuel López Obrador prometió construir un nuevo régimen, en el que habría paz y se terminarían la pobreza y la corrupción. Transcurrido su primer año de gobierno, estamos ante un gobernante que en vez de resolver los problemas del país culpa a sus antecesores, que no acepta otras voces que no sean las de sus simpatizantes y que acapara los reflectores y el poder. Su gobierno está convencido de su propia trascendencia, pero es intrascendente en los temas que interesan a la ciudadanía: seguridad y economía.
Desde que asumió el poder, López Obrador aseguró que su estrategia de seguridad estaría enfocada en atender las causas de la delincuencia a través de programas sociales. Sin embargo, este enfoque no ha dado los resultados esperados. Entre el 1 de diciembre de 2018 y el 27 de noviembre de 2019 se acumularon 34 mil 657 asesinatos, según el reporte del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. De acuerdo con el Observatorio Nacional Ciudadano, 2019 será el año con la mayor tasa de homicidios dolosos, feminicidios, robos a negocios, trata de personas y narcomenudeo. Será también el segundo año con mayores niveles de extorsión, el quinto en materia de secuestro y octavo en materia de robo a transeúnte.
Pese a la creación de la Guardia Nacional, la ineficiencia del Estado en materia de seguridad ha sido puesta en evidencia en casos que causaron revuelo: el fracaso del operativo para detener a Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín “el Chapo” Guzmán, y el asesinato de tres mujeres y seis niños de la familia LeBarón en Sonora.
López Obrador reconoce que la seguridad es un tema pendiente, pero insiste en no modificar su política. “La disminución de la incidencia delictiva en el país constituye nuestro principal desafío pero estamos seguros de que vamos a serenar a México con el apoyo del pueblo y con el trabajo coordinado de todo el gobierno, con perseverancia, profesionalismo, honestidad y, sobre todo, con acciones guiadas por el principio de que la paz es fruto de la justicia”, dijo en el discurso que dio el pasado domingo para conmemorar su primer aniversario en el poder.
Por otra parte, el inicio de la administración lopezobradorista ha estado marcado por la austeridad republicana. Si bien hay coincidencias generalizadas en cuanto a la necesidad de evitar el dispendio en el gobierno, la agresiva política de recortes al gasto ha tenido como consecuencia despidos, falta de operatividad de las instituciones y cancelación de contratos y licitaciones.
La austeridad republicana también ha servido para justificar recortes que parecen anunciar la intención de desmantelar los organismos autónomos. Junto a ellos, la imposición de personajes afines al régimen en instituciones que deberían fungir como contrapesos, el amago a la libertad de prensa y el control de los poderes legislativo y judicial, son claros indicios del deseo del presidente y su partido de acaparar el poder, un anhelo que amenaza a la democracia en México.
Asimismo, la promesa del crecimiento económico al 4% en el sexenio luce cada vez más lejana. Según los pronósticos de los especialistas consultados por el Banco de México, el crecimiento de este año se coloca en 0% debido a la incertidumbre política y los problemas de inseguridad pública e impunidad. Por su parte, el INEGI afirmó que tras varios meses con nulo crecimiento, el país ha entrado a una recesión técnica. El panorama económico no es optimista, a pesar de que la semana pasada el gobierno anunció 147 proyectos de infraestructura en alianza con empresarios, que suman en total una inversión de 859 mil millones de pesos.
En campaña, López Obrador afirmó que sería cuestión de meses para que se pusiera en marcha la transformación que encabeza, pero el pasado domingo 1 de diciembre pidió un año más para sentar “las bases de la construcción de una patria nueva”. Su transformación avanza a pasos lentos, pero eso no le impide celebrarse a sí misma. En un solo año, el presidente ha organizado tres ceremonias masivas en el Zócalo capitalino para conmemorar su triunfo, ha rendido cinco informes de gobierno y ha presenciado dos desfiles militares. El Año Uno de la Cuarta Transformación se ha caracterizado por largos despliegues retóricos y pocas acciones encaminadas a solucionar los problemas del país.
La ciudadanía está ansiosa de un cambio que garantice seguridad pública y crecimiento económico. Pero parece que los planes del presidente van en otra dirección.