Es tiempo de elecciones en los Estados Unidos. Es momento de lucir la mejor cara, de estrechar manos, de abrazar viejitos y besar bebés. Es el momento de que la televisión muestre incontables debates, una interminable serie de comerciales políticos y de que los comediantes más populares hagan bromas acerca de todos los candidatos: republicanos, demócratas e independientes. También es tiempo de elecciones en México, lo que significa que los políticos mexicanos estarán haciendo lo mismo que los estadounidenses, pero con un agregado: los viajes al otro lado de la frontera para ganarse el consabido “voto migrante”.
El PAN no está perdiendo el tiempo en su cortejo, pero en vista de que a los partidos políticos mexicanos no les está permitido hacer campañas proselitistas en Estados Unidos, fue la hija de Josefina Vázquez Mota, junto con otros representantes del PAN, quienes invitaron a una reunión abierta con la Federación de Clubes Zacatecanos del Sur de California, en la Plaza México de Lynwood, California, el pasado enero. Las bancas importadas, la imitación del Ángel de la Independencia, el altar a la Virgen de Guadalupe, las fuentes, la arquitectura colonial y la distribución misma del espacio tenían la intención de replicar una típica plaza mexicana. Y aun cuando la plaza se parece más a Disneylandia que al zócalo de algún pueblo, le da a los mexicanos de la zona un lugar en donde socializar, disfrutar de la cultural mexicana y, en esta ocasión, discutir el futuro de México con los representantes de un partido político.
La reunión comenzó con una serie de discursos cortos antes de que María José Ocampo Vázquez, la hija de Josefina Vázquez, tomara la palabra. Ocampo, de 24 años, hizo su carrera en la Universidad Iberoamericana y terminó una maestría en una universidad de Estados Unidos. Al iniciar su intervención, le dijo a la audiencia que originalmente había planeado tomar un trabajo en Washington, pero después de viajar con su madre, decidió formar parte de su campaña, específicamente para atraer a los jóvenes a las filas del partido. Ocampo cuenta que a lo largo de los años se ha sentido particularmente conmovida por las historias que su mamá le ha contado acerca de los migrantes, especialmente por aquellas que narran los logros económicos de los mexicanos en Estados Unidos y el sentido de comunidad entre los paisanos. Se siente conmovida, dice, por los valores que ha percibido en la comunidad migrante: el “valor de la familia”, su sentido de la honradez, la equidad y la justicia. Después, describió las cualidades de Vázquez Mota, su personalidad y el trabajo que ha realizado con aquellos migrantes. Por ejemplo, el importante papel que jugó para el desarrollo de la nueva Ley Mexicana de Migración, los programas que dirigió como secretaria de Desarrollo Social (entre ellos “Tres por uno”) y la campaña de educación para mexicanos en EUA que lanzó desde la Secretaría de Educación Pública. Después leyó un mensaje que su madre envió a los asistentes. En este, Vázquez Mota reconoció los esfuerzos de los migrantes y las importantes contribuciones que han tenido las asociaciones locales; le recordó a la audiencia la importante labor que ha realizado como defensora de los derechos de los migrantes e hizo la promesa de continuar con ese trabajo. “Los mexicanos en Estados Unidos se han esforzado por superarse, y es fundamental apoyarlos”.
En la sesión de preguntas y respuestas, un joven méxico-americano preguntó acerca del papel que podría desempeñar el gobierno mexicano en la lucha a favor de los derechos de los estudiantes indocumentados. Otros hicieron comentarios respecto a la violencia en México, otros acerca de la educación, y uno incluso propuso que se implemente un programa de intercambio: mandar a estudiantes de bajos recursos a estudiar a EUA para que después regresen a México a trabajar. Sin embargo, no sorprenderá a nadie que la mayor preocupación que se mostró en la plaza fuera la imposibilidad de votar. Para que los migrantes, muchos de ellos indocumentados, puedan elegir a su presidente, deben estar registrados en su municipalidad y después cruzar la frontera a Tijuana y emitir el voto. Con una indignación que no sorprende, uno de los asistentes preguntó por qué los migrantes no pueden ejercer ese derecho en el consulado, si este representa al gobierno de México. Otro imploró que México les de “las llaves del carro de la democracia: la credencial de elector”.
Aunque la mayoría de los asistentes a la Plaza México aquel día de enero, apoyaban a Vázquez Mota, muchos cuestionaron su sinceridad cuando se habló de incluir a los migrantes como ciudadanos con derechos. Y tienen razón. Los representantes de los partidos prometen mucho, pero hasta que los 12 millones de migrantes mexicanos que viven ahora en Estados Unidos puedan ejercer el voto de manera accesible, informada y sin poner en riesgo su estadía en el país vecino, no se los puede considerar como parte de la nación. Hasta que esos migrantes no puedan expresar su preferencia política a través del voto, el cortejo electoral que llevan a cabo los partidos políticos mexicanos en Estados Unidos podrá tener mucho contenido pero poca sustancia.
(Traducción y colaboración de Julia del Palacio)
Estudiante de doctorado en Historia, Columbia University, NYC