A Celebration of American Values es como la National Rifle Association(NRA) anunciabaen marzo de 2010 la víspera de su reunión anual número140. Esta organización tiene como principal objetivo promover el derecho constitucional que la segunda enmienda otorga a los ciudadanos estadounidenses de poseer y portar armas para su protección personal. Se reúnen desde 1871 para “celebrar los valores Americanos” y la última reunión fue el último fin de semana de abril aquí, en Pittsburgh, a 6 kilómetros de mi casa.
Por veinticinco dólares (o 15 USD para los menores de quince años) uno no solo entra al evento, sino que obtiene una membresía a la NRA y una suscripción anual a una de las tres revistas patrocinadas por la organización (American Rifleman, American Hunter o America’s1st Freedom). También se pueden pagar varios años de membresía (85 USD por tres años o 125 USD por cinco) o incluso realizar una donación de 1500 dólares para convertirse en benefactor vitalicio de la organización. Quienes realizan este donativo reciben a cambio un listón, para portar en el pecho, con la leyenda Benefactor o Patron. En un evento programado para recibir a más de setenta mil personas y cientos de expositores, me llamó la atención distinguir decenas de esos listones.
La dimensión del evento era apabullante. Cada metro cuadrado de los tres pisos del centro de convenciones de Pittsburgh (que es similar en tamaño al Centro Banamex de la ciudad de México) estaba ocupado por expositores de armas de todos los tipos y calibres. Había stands que proveían información a los asistentes sobre los derechos y obligaciones que la segunda enmienda les otorga; asociaciones locales, estatales y regionales de entusiastas de las armas; vendedores de todo tipo de artilugios para personalizar armas o para mejorar las técnicas en su uso y, por supuesto, una tienda de recuerdos.
Mi recorrido empezó por el primer piso. Había cientos de armas disponibles para ser caladas y los responsables de los stands no parecían demasiado preocupados porque sus armas circularan de mano en mano. Al principio no estaba seguro de poder tomarlas, me sentía un poco intimidado ante ellas; pero al ver que niños, chavas, señoras y señores mayores las tomaban, cortaban cartucho, apuntaban al techo para ver a través de la mira, y comentaban lo ligero y bien que se sentía el AR-15, el AK-47 o el MP-5, me uní a la experiencia. Primero tomé un cuerno de chivo y pude comprobar que es mucho más ligero de lo que creía (un par de kilos), sostuve una Thomson calibre .45 (subametralladora clásica usada por los gangsters norteamericanos en los años treinta) y sus 10 kilos de peso me tomaron por sorpresa. Luego con una escuadra colt .45, corté cartucho, apunté al piso y jalé el gatillo. Se escuchó el click del percutor, un segundo de silencio y después continuó el bullicio. Ninguna arma estaba cargada,
En el stand de beretta, un señor emocionado sostenía una pistola 9mm y no dudo en afirmar: “¡esto es el Disnelylandia de los adultos!” Al principio coincidí con el comentario porque sin duda era entretenido. Sin embargo, pronto me di cuenta que no solo era divertido para los adultos, sino también para los niños y los chavos que encantados corrían probando cuchillos, pistolas, escopetas de caza y rifles de asalto.
Seguí caminando y pronto me encontré con una pareja entrada en los cincuenta que analizaba las bondades de un rifle de asalto AR-15 con vivos color rosa para la señora. En otro pasillo, un abuelo preparaba a su nieto de unos cuatro años con un rifle de asalto recortado (con un cargador con capacidad para cien balas) para sacarle una foto con su teléfono celular. Más adelante un anciano en silla de ruedas le pedía a su hijo que le pasara un revólver estilo viejo oeste “esa pistola era una belleza”.
En el segundo piso, me recibió un Barrett calibre .50 montado en un brazo especial para que todas las personas pudieran manipularla (y si se interesaban, comprarla por seis mil dólares). En México solo la había visto en las noticias y en una vitrina en el Museo del Narcotráfico, pero aquí puede tocarla y ver a través de la mirilla digital. Imaginé el daño que un arma así podría causar.Después de eso mis ganas de explorar decayeron y comencé a sentirme abrumado.
Seguí caminando, sin rumbo fijo ni interés particular, y en medio del “ambiente seguro, divertido y familiar” del que se jacta la NRA, me vino a la cabeza la transcripción que leí en la prensasobre la emboscada que La Familia le tendió a la Secretaria de Seguridad Pública de Michoacán. En medio del ataque Minerva Bautista Gómez había gritado: “¡Me están matando!”. Me pregunté si ¿alguno de estos expositores habría vendido armas a los narcotraficantes mexicanos? Aquí un AK-47 cuesta quinientos dólares y un AR-15 mil cien, ¿a qué precio las comprarán las organizaciones criminales en México? ¿Será posible llegar a un punto medio en el que los estadounidenses puedan ejercer su derecho a portar armas, sin que eso represente una fuente de armas para las organizaciones criminales mexicanas? Después de esto, decidí que ya había visto suficiente y me fui. Pero ahí se quedaron miles de personas ejerciendo su derecho y disfrutando su deporte (como también le dicen) en familia.
Aunque el artículo décimo de la Constitución Mexicana, nos garantiza el mismo derecho, al asistir a la reunión anual del NRA, me di cuenta de las diferencias entre nuestro y su derecho. Si nosotros quisiéramos adquirir legalmente un arma para protección personal, tendríamos que solicitar ante la Secretaría de la Defensa Nacional el permiso correspondiente y obtendríamos una pistola hasta calibre .38 que no podría salir de nuestra casa. Por el contrario, los norteamericanos, pueden asistir a cualquier armería y comprar el arma que desde su punto de vista cubre mejor sus necesidades de protección personal (una pistola calibre .22 del tamaño de un teléfono celular o un rifle calibre .50).
La frase que creo que mejor resume mi experiencia en este evento, y que vi en la estampa de la defensa de una camioneta es I cling to my religion and my gun (me aferro a mi religión y a mi arma).
Politólogo mexicano interesado en las políticas públicas de seguridad. Ha trabajado en el gobierno federal y como consultor en temas de seguridad, inteligencia y políticas públicas.