AsteriĆ³n y el dios

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Asterión, tal es su nombre, Rey de las Estrellas.
Alguna broma de su padre, quien ahora
lo tiene estabulado en estas galerías espirales,
en este palacio tapiado, donde la vergüenza
llora hasta el agotamiento.

¿Dónde está mi madre? ¿Por qué
me ha dejado aquí solo?
Ésta es una casa con muchos rincones
pero sólo un cuarto, todo de piedra.
Vivo dentro de esta piedra.

Miren cómo ronda, va y viene,
mi bestia de niño; moviéndose alrededor
de su mundo, observando su desolación
desde distintas perspectivas.
Pronto tendrá un visitante.

Pobre monstruo, jalándosela,
el adn desmadejándose de su mano:
blancas mariposas
se derraman en la oscuridad.
De lo quebrado brota salmuera.

A veces vienen niños a bailar aquí
y dan volteretas, cantando a voz en cuello,
llenos de vino; pero se rompen tan fácil
y luego todo está de nuevo quieto.
¿Dónde perdí mi vida?

Desgarrando toda la noche un hueso rojo
hace un espejo de la oleaza
y se ve a sí mismo, al fin, en la piedra
de los muros chorreantes: lustral,
astado, barbado en sangre.

Oigo a través de los muros lo que soy,
lo que hago; sparagmos, lo llaman,
sea lo que sea.
Dicen que viene un desconocido
a liberarme. Que venga pronto.

Ella se me había prometido, pero ahora
usa la corona que le di para alumbrar
el camino del desconocido. El héroe
que ha venido a matar a Asterión:
su medio hermano, mi hijo. Yo mismo.

Se traicionan tan perfectamente entre sí:
el marido a la esposa, la esposa al marido,
la hermana al medio hermano, y ahora
el amante a la amante. Las simetrías
del caos y la dicha. Los misterios.

Yo soy la verdadera vid.
Yo soy el tallo de hinojo;
y él será miel:
enterrado hasta los cuernos, su cuerpo
hogar del enjambre de abejas.

Se ha ido, ahora, con su héroe,
que ya empieza a olvidarla.
Como sea, yo nunca olvido. Colgará
en la noche del cielo como una princesa
de un ovillo de cáñamo.

A veces hablamos, a veces
dejamos que hablen los dioses a través de nosotros.
Yo a medias; él dos veces engendrado.
Mi pena aún aquí
y yo ya me he ido.

Piénsenme como el viento —la fuerza
que los animales y las aves conocen
está ahí, pero no amenaza:
parte de su mundo, pero otro.
El dios que llega; el que desaparece. ~

— Traducción de Pedro Serrano

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