Andaba el León de contentillo manipulando a uno de sus allegados cuando llegó el Grillo a decirle que los rinocerontes y las rinocerontas estaban de fiesta y no cesaban de copular.
–¿Y se puede saber qué traman los cabrones?
–Dizque el mejor producto que nazca de tanta cogedera será ungido como candidato a gobernar el reino.
–¿Con que quieren mi silla?
–Por así decirlo.
–¿Y por qué creen que pienso desocuparla así como así? ¿Un rinoceronte de rey? Habrase visto mayor dislate.
–Las eras modernas ya llegaron.
Y el tiempo pasó con toda puntualidad.
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Tras una serie de desgracias y un sucio otoño fue presentado el Rinoceronte como candidato a ocupar el trono.
El León le llamó al Grillo.
–¿Y se puede saber qué trama el cabrón?
–Dizque quiere sucederte.
–¿Sucederme a mí, así como así? ¿Y qué piensan de eso los putos hipopótamos?
–Se están preparando para competir ellos también.
–Ahora resulta que cualquiera aspira a poseer mi corona. ¡Como si estuviera disponible!
–Así es. Hay que actuar pronto.
–¿Piensas que tienen chance de ganar?
–Ni madres.
–Claro que ni madres, para eso te pago.
Y el tiempo pasó irrefutablemente.
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Tras algunos incendios y pocas esperanzas, el Rinoceronte puso sus asentaderas en la silla y se colocó en la cabeza la corona. Cuatro meses después, su consejera, la Hiena, llegó a decirle que los leones y los hipopótamos andaban de júbilo y no cesaban de copular.
–Eso no es noticia, pinche Hiena.
–Es que copulan entre ellos. O sea: los unos con los otros. Se intersexualizan, para que comprendas.
–¿Leones con hipopótamos, hipopótamos con leones, así como así? Habrase visto mayor perversión.
–Dicen que el producto que nazca de tanta fornicadera será algún día tu sucesor.
–¿Un hipopoleón de gobernante? Si serán pendejos.
Y el tiempo pasó a cuentagotas.
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Tras algunos desmadres y muchas renuncias, el León hizo traer al Grillo.
–¿Cómo va la alianza?
–El producto resultó repulsivamente bien presentable, aunque parece un poco más hipo que león.
–¿O sea: vamos a ganar?
–Con la ayuda de los propios rinos, que no paran de hacer pendejadas, yo creo que arrasaremos.
–¿Cómo va la negociación con los demás hipos?
–Difícil. Quieren muchos cargos, además de la mayoría en el congreso.
–Diles que no chinguen.
–Ya les dije. Y más que eso: he estado ayudando a que se pongan en la madre entre ellos mismos.
–Nomás diles que no se maten.
–Te viste muy rulfeano, cabrón.
Y el tiempo pasó a golpes de minutero.
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Tras una guerra interna y algunos decapitados, el Hipopoleón sentó de soslayo su enorme culo en el trono real. El Grillo citó al León en el casino de las zopilotas.
–¿Te acuerdas cuando te dije que entre leonar y grillar había una diferencia?
–La tercera vez que me lo repites.
–Tú ve los resultados, así como así.
–Pues el pinche engendro ni es hipo ni es león.
–Ni grillo.
–Es una aberración.
–Por eso.
–Los leones se la pasan huevoneando en charcos de lodo y los hipos hacen como que rugen.
–Pero somos gobierno, o eso creemos. Y además estamos aquí para otras cosas.
–Es cierto: va mi resto.
–Te jodiste: tengo tercia de reyes.
Y el tiempo siguió pasando.
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Moraleja: Esa. ~