Este testamento político fue esbozado por Pedro el Grande después de su victoria en Poltava, en 1710, contra el rey Carlos XII de Suecia; él mismo lo revisó en 1722 después de la paz de Nystad que consagraba el declive sueco; el canciller Ostermann le dio, en 1730, el toque final. Fue conocido por el rey Luis XV de Francia y su secretario de relaciones exteriores por lo menos desde 1757. Reproduzco y traduzco del francés el texto entero y exacto que se encuentra en L'Histoire de Pologne, publicada en París, en 1839, por Léonard Chodzko.
El testamento, admitiendo que fuese apócrifo, no deja de ser genial. Es un "plan maestro" que esboza la estrategia de la política exterior rusa y soviética a lo largo de casi tres siglos. Gabriel Derzhavin, el secretario de Catalina la Grande (1762-1796), reporta que la emperatriz le confió alguna vez, off the record: "Si alcanzara a vivir doscientos años, toda Europa pasaría bajo dominio ruso" y "No quiero morir antes de expulsar a los turcos de Europa, quebrar la insolencia china y establecer relaciones comerciales con la India". Los dos "grandes", Pedro y Catalina, parecen haber tenido una visión geopolítica muy clara del futuro de su imperio. Llama poderosamente la atención el hecho de que hablen el lenguaje no sólo de la política internacional, sino de la geografía, y eso mucho antes del nacimiento de Halford Mackinder, Alfred Mahan, Ratzel o Haushoffer, los futuros fundadores de la geopolítica.
Siguiendo los lineamientos del testamento, Rusia enfrentó a partir de 1700, con éxito, a cuatro potencias tradicionales, Polonia, Suecia, Turquía y Persia, que estaban entrando en decadencia. Al oriente, China siguió en expansión hasta fines del siglo XVIII, para luego transformarse lentamente en "el hombre enfermo de Asia", así como Turquía era "el hombre enfermo de Europa". La historia de la expansión rusa es la de un cambio lento pero irremediable del equilibrio de poderes en el corazón de Eurasia. Una Rusia dinámica no dejó de debilitar, dividir y anexar a sus vecinos, mientras que los alemanes y los ingleses trabajaban para cerrarle el paso hacia el Mediterráneo y el Atlántico.
Los rusos conocían su geografía; los prusianos, los austriacos, los ingleses y los franceses, quienes se las arreglaron para que no se cumplieran los últimos puntos del testamento, también.
La interacción entre Rusia y las potencias mencionadas, las cuatro decadentes y las cuatro dinámicas, a las cuales vino tardíamente a sumarse Japón, explica el curso de las relaciones internacionales en el Viejo Mundo, desde Pedro el Grande hasta la caída de la URSS. El objetivo ruso y soviético fue el de unificar el continente desde Manchuria hasta el río Elba, para no decir del Atlántico hasta el Pacífico. El mismo esquema funcionó para el imperio zarista y para el soviético, con una novedad: después de 1945 le tocó a los Estados Unidos asumir la tarea anglogermánica de parar la expansión soviética sobre la frontera entre las dos Alemanias.
Hoy en día, cuando Rusia ya no es un imperio y se vuelve a encontrar en sus fronteras de 1650, el testamento de Pedro el Grande es más impresionante que nunca.— Jean Meyer
En nombre de la santísima e indivisible Trinidad, nos, Pedro i, emperador y autócrata de todas las Rusias, etc., a todos nuestros descendientes y sucesores en el trono y gobierno de la nación rusa.
El gran Dios, de quien tenemos nuestra existencia, al habernos constantemente iluminado con sus luces y apoyado con su divina ayuda, me permite ver al pueblo ruso llamado, en el porvenir, a la dominación general de Europa. Fundo tal pensamiento en el hecho de que las naciones europeas han llegado, para la mayor parte, a un estado de senectud próximo a la caducidad, o se le acercan a paso veloz; por lo tanto deben ser fácil e indudablemente conquistadas por un pueblo joven y nuevo, cuando este último haya alcanzado toda su fuerza y todo su crecimiento. Veo la futura invasión de los países del Occidente y del Oriente por el norte como un movimiento periódico decidido en los designios de la Providencia, que así regeneró al pueblo romano por la invasión de los bárbaros. Tales emigraciones de los hombres polares son como el flujo del Nilo que, en ciertas épocas, viene a engordar de su limo las tierras enflaquecidas del Egipto. Encontré a Rusia arroyo, la dejo río, mis sucesores harán de ella un gran mar destinado a fertilizar la Europa empobrecida y sus olas rebasarán todos los diques que le podrán oponer manos debilitadas, si mis descendientes saben cómo dirigir su curso. Por eso les dejo las enseñanzas siguientes y las recomiendo a su atención y constante observación.
I Mantener a la nación rusa en un estado de guerra continuo, para tener al soldado aguerrido; dejarlo descansar sólo para mejorar las finanzas del Estado, rehacer los ejércitos, escoger los momentos oportunos para el ataque. Poner así la paz al servicio de la guerra y la guerra al de la paz, en el interés del ensanchamiento y de la prosperidad creciente de Rusia.
II Llamar por todos los medios posibles, de entre los pueblos instruidos de Europa, a capitanes durante la guerra y sabios durante la paz, para que la nación rusa se beneficie de las ventajas de los demás países, sin perder ninguna suya.
III Tomar parte en toda ocasión de los asuntos y pleitos de Europa y en especial de los de Alemania, la cual por su proximidad interesa de manera más inmediata.
IV Dividir a Polonia manteniendo la turbación y celos continuos; ganar las potencias a precio de oro; influir en los congresos, corromperlos para participar en las elecciones de los reyes; hacer nombrar sus partidarios y protegerlos; hacer entrar tropas moscovitas y mantener su estancia hasta la ocasión de una permanencia definitiva. Si las potencias vecinas causan problemas, apaciguarlas un tiempo dividiendo al país, hasta que se pueda tomar de nuevo lo dado.
V Quitar a Suecia lo máximo y saber hacerse atacar por ella, para tener un pretexto para subyugarla por eso, aislarla de Dinamarca, y Dinamarca de Suecia, y entender con cuidado sus rivalidades.
VI Buscar siempre las esposas de los príncipes rusos entre las princesas de Alemania, para multiplicar las alianzas de familia, acercar los intereses y unir de por sí Alemania a nuestra causa, multiplicando en ella nuestra influencia.
VII Buscar de preferencia la alianza de Inglaterra para el comercio, por ser la potencia que necesita más de nosotros para su marina, y que puede ser la más útil al desarrollo de la nuestra. Cambiar nuestras maderas y otras producciones por su oro, y establecer entre sus mercaderes y marineros y los nuestros relaciones continuas que formarán a los de nuestro país en la navegación y el comercio.
VIII Expanderse sin descanso hacia el norte, a lo largo del Mar Báltico, así como hacia el sur, a lo largo del Mar Negro.
IX Acercar lo más posible a Constantinopla y a las Indias. Quien reinara allá será el verdadero soberano del mundo. Por lo tanto, suscitar guerras continuas, un día a los turcos, un día a Persia, construir astilleros en la costa del Mar Negro, tomarla poco a poco, igual que el Báltico, lo que es un punto doble necesario al éxito; acelerar la decadencia persa; penetrar hasta el Golfo Pérsico; establecer, de ser posible, por Siria, el antiguo comercio del Levante y avanzar hasta las Indias, bodega del mundo. Una vez llegado allá, podrá uno prescindir del oro inglés.
X Buscar y mantener con cuidado la alianza con Austria; apoyar en apariencia sus ideas de realeza futura sobre Alemania, y excitar contra ella, bajo la mano, el celo de los príncipes. Lograr que los unos o los otros pidan el socorro de Rusia y ejercer sobre el país una manera de protección que prepare el dominio futuro.
XI Interesar a la Casa de Austria en la expulsión del turco fuera de Europa, y neutralizar sus celos cuando la conquista de Constantinopla, sea suscitando una guerra con los antiguos Estados europeos, sea dándole una parte de la conquista que se le retomará después.
XII Trabajar para reunir a su alrededor a todos los griegos desunidos [ortodoxos, n. del t.] que se encuentran dispersos sea en Hungría, sea en Turquía, sea en el sur de Polonia; hacerse su centro, su apoyo y establecer desde antes un predominio universal por alguna autocracia o supremacía sacerdotal; serán otros tantos amigos que tendremos en cada uno de nuestros enemigos.
XIII Una vez Suecia desmembrada, Persia vencida, Polonia subyugada, Turquía conquistada, nuestros ejércitos reunidos, los mares Báltico y Negro guardados por nuestras naves, se deberá primero proponer separada y muy secretamente, primero a la corte de Versalles, luego a la de Viena, compartir el imperio del universo. Si una de las dos acepta, lo que no puede fallar, lisonjeando su ambición y amor propio, usarla para aplastar a la otra; luego aplastar a su vez a la que quede, abriendo con ella una lucha que no podrá ser dudosa, al poseer ya Rusia todo el Oriente y gran parte de Europa.
XIV En el caso probable de que ambas rechazasen la oferta de Rusia, habría que saber suscitar querellas para hacerlas desgastarse la una a la otra. Entonces, aprovechando un momento decisivo, Rusia haría caer sus tropas reunidas de antemano sobre Alemania, a la vez que dos flotas considerables saldrían, la una del mar de Azov, la otra del pueblo de Arjangel, cargadas de hordas asiáticas, protegidas por las armadas del Báltico y del Mar Negro. Progresando por el Mediterráneo y el Océano, inundarían a Francia por un lado, mientras lo sería Inglaterra por el otro y, una vez vencidas esas dos naciones, el resto de Europa pasaría fácilmente bajo el yugo. Así puede y debe ser subyugada Europa. –