Contada con una sobriedad que raya en la rudeza, Vuelo 93 es un notable ejemplo del poder del cine para interpretar no sólo la historia sino la realidad. El ascenso y caída del avión de United –y del caos en tierra de aquel once de septiembre– es una auténtica tragedia. Es testamento de la madurez del director –y del estudio que produjo la cinta– que, a pesar de la obvia carga emotiva de la historia, jamás se permite el lujo de la sensiblería. La película entera transcurre sin maquillaje: las lágrimas, el sudor y la inminencia de la muerte aparecen tal y como seguramente fueron en esa hora y media de lucha sicológica (y, finalmente, física) entre terroristas y pasajeros en los cielos del noreste americano. Paul Greengrass ha hecho honor, en la pantalla, al terror y la incertidumbre del martes negro. ~
(Ciudad de México, 1975) es escritor y periodista.