Acotaciones a Cota

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Sr. director:

La nota de Ramón Cota Meza “Atando cabos guadalupanos” (Letras Libres, diciembre de 2009) incluye varios puntos de interés que serán útiles para aclarar los orígenes del culto guadalupano. Para contribuir a ese esclarecimiento anoto brevemente algunas precisiones.

Respecto al topónimo Tepeyac (Tepeyácac, en náhuatl, y Tepeaquilla, como decían los españoles en el siglo XVI), debe recordarse que este significa “en la nariz del cerro”, esto es “en la prolongación del cerro”, y que muchos topónimos se repiten y encuentran en diferentes lugares (la entonces península de Tepeyácac era una prolongación en el lago de Tetzcoco de la Sierra de Guadalupe). Es por esto que, aunque es posible, no es probable que el topónimo Tepeyácac (o Tepeaca) sea originario de Tlaxcala o los valles poblanos, como afirma Cota Meza.

En cuanto al Tepeyac guadalupano que nos interesa, la mención más antigua de Tepeaquilla que encontré es de 1528, está en las actas de cabildo de la ciudad de México y se refiere, entre otras cosas, a “la cibdad de Tepeaquilla”. De modo que sí existía un asentamiento humano allí. Cota Meza menciona que el capitán Gonzalo de Sandoval lo habría desalojado al instalar allí su guarnición, y es probablemente lo que sucedió, pero más bien antes, durante la brutal campaña de Cortés que machacó los pueblos ribereños antes del sitio de la ciudad.

Después de 1528 siguen las referencias a tierras, aguas, ríos, manantiales, huertas, macehuales de Moctezuma y ejidos de la ciudad de México en Tepeaquilla, y la primera alusión a una iglesia allí es de 1554. Pese a que no se menciona cuál es la devoción de esta iglesia, es una referencia importante porque se encuentra en un libro impreso, ese mismo año, conocido como los Diálogos latinos, o México en 1554, del humanista español Francisco Cervantes de Salazar. Allí el dialogante Zamora (que representa al fallecido obispo Zumárraga) le muestra a Alfaro (que representa al recién llegado arzobispo Montúfar) varios pueblos y sus iglesias, que pueden verse desde el cerro de Chapultepec: “Tezcucus, Tlacuba, Tepeaquilla, Escapuzalcus, Cujacanus, Istapalapa.” De modo que, cuando menos entonces, Tepeaquilla era un asentamiento de cierta importancia.

La siguiente referencia a la iglesia del Tepeyac se encuentra en el Mapa de Uppsala, que me he atrevido a fechar hacia octubre-noviembre de 1555, y aparece con el nombre, algo españolizado, de Tepeaca.

Las siguientes referencias al Tepeyac, y ya al culto guadalupano allí, se encuentran en la Información de 1556, mandada hacer por el arzobispo Montúfar para defenderse de las acusaciones del franciscano fray Francisco de Bustamante, pero debe aclararse que no hay mención allí, ni para rebatirlas ni para afirmarlas, de ninguna aparición, como lo menciona Cota Meza. Las primeras menciones, generales, sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe se encuentran en los Anales de Juan Baptista, del siglo XVI, y en la Séptima relación de Domingo Chimalpáhin, de comienzos del XVII, y ambas las ubican en 1555-1556, fecha de una gran inundación y de grandes obras en la ciudad de México. Por ello, mi impresión es que la presencia del glifo de Tepeyácac (un cerro con una nariz) en el Códice de Tlatelolco sí se refiere a nuestro Tepeyac guadalupano, puesto que se ubica precisamente en 1555-1556 (como lo descubrieron Perla Valle y Xavier Noguez, que por cierto no es jesuita) y representa las grandes obras de ese año y otros elementos significativos.

La primera referencia a las apariciones de 1531 a Juan Diego se encuentra en el libro de 1648 del sacerdote Miguel Sánchez y en el libro en náhuatl de 1649 del también sacerdote Luis Lasso de la Vega, que no es ni un sermón ni un canto. Pero, aunque James Lockhart es uno de mis muy queridos y admirados maestros, es importante tener claro que, aunque no hay certeza de que el relato en náhuatl de las apariciones guadalupanas fue originalmente escrito en el siglo XVI, tampoco hay certeza de que sea del siglo XVII. La investigación sigue abierta. ~

 

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(ciudad de México, 1954) es historiador. Autor, entre otros títulos, de Convivencia y utopía.


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