Los inmigrantes andaluces Emilio Lozano Candón y María de la Concepción Delgado y Valle procrearon en la ciudad de México a sus siete hijos. Empezando por Josefa —quien llegaría a ser la madre de Octavio Paz—, la estirpe continuó con Concepción, Emilio Matías, Francisco, Isabel, Emilio y Guillermo.
El tercero de ellos fue Emilio Matías Francisco de Paula Lozano y Delgado, nacido el 9 de febrero de 1895 y muerto tempranamente el 31 de diciembre de 1897. El cuarto de los tíos maternos de Paz fue Francisco de Paula Severiano Emilio José Lozano Delgado, quien nació el 11 de febrero de 1897 y fue bautizado el día 27 del mismo, en la parroquia de la Asunción Sagrario Metropolitano.
Durante la primera década del siglo pasado, su padre fue copropietario de la “Cantina y Billares Vista Alegre”, ubicada en San Juan de Letrán, por lo que es muy probable que el joven Francisco cursara su educación básica en las inmediaciones. A partir de 1910, la prensa de la época lo ubica como estudiante de la Escuela Nacional de Agricultura y Veterinaria, caracterizada por inculcar en sus alumnos una formación castrense. El 28 de septiembre El Tiempo refirió que participó, con un nutrido grupo de sus compañeros, en una serenata de celebración por el centenario de la independencia. La nota mencionaba que, después de celebrar a los “héroes patrios”, los adolescentes recorrieron distintas calles de la ciudad visitando las casas de varias señoritas aristócratas, prolongando así los cantos hasta altas horas de la noche.
Un mes más tarde, El Imparcial lo incluyó en el cartel de una novillada que organizó la “Tuna del Centro Asturiano”, por lo que viajó al rancho Santa Cruz para prepararse. La edición de El País de 10 de noviembre de 1912 lo ubica, junto con sus hermanas Concepción e Isabel, en una fiesta teatral en el Salón Serralde, en Mixcoac, donde representaron una “comedia en dos actos y en prosa, original de los señores S. y J. Álvarez Quintero, titulada La Escondida Senda” y una “humorada cómico-lírica, en un acto y tres cuartos, original y en prosa, letra de los señores Gabriel Merino y Enrique López Marín, música de los maestros Caballero y Hermoso, titulada Los Africanistas”.
La última noticia que se tiene de su juventud es del 28 de agosto de 1913 y refiere que, mientras Lozano y otros cadetes montaban guardia, un sujeto irrumpió en el campus de la escuela y se resistió a ser detenido. Ya que no tenían claro si se trataba de un espía o un campesino decidieron someterlo a un interrogatorio, tras el cual fue liberado.
Cuando cumplió 16 años, Francisco se mudó con sus padres a la ciudad de Puebla. Al igual que muchos de sus familiares llegados de España, trabajó por algún tiempo como fabricante y expendedor de licores. También consta entre sus pocos datos biográficos que llegó a ser propietario del restaurante “El Fénix”, ubicado en la planta baja del Hotel Imperial. Sumado a ello, sus conocimientos veterinarios le permitieron prosperar socialmente y convertirse en uno de los empresarios taurinos más prominentes del estado.
Fue precisamente en su faceta de organizador de corridas que tendría su mayor contacto con su sobrino Octavio Paz. En Al Paso el poeta aseguró que siendo niño había visto torear a Ignacio Sánchez Mejías durante una presentación en Puebla. Según la biografía del famoso torero escrita por Andrés Amorós, el sevillano hizo tres temporadas en México con un total de 51 corridas: 1920-1921, 1921-1922 y 1925-1926. La única vez que se presentó en Puebla fue el jueves 5 de mayo de 1921, cuando el poeta apenas tenía siete años y su tío 24. Si bien no puedo asegurar que Francisco Lozano fue el promotor de esa corrida, las crónicas brindan indicios para especular la presencia de ambos entre el público.
El Universal refirió que había una gran expectativa en el coso poblano de ver en acción al “torero que, según dicen, pone los pelos de punta”. Excélsior puntualizó que “entre la colonia española el entusiasmo […] era indescriptible”. La relatoría señala que Sánchez Mejías se hizo cargo del segundo tercio, se arrojó con valentía y logró colocar “un gran par de banderillas”. Poco después, la corrida debió suspenderse a causa de la lluvia. Al día siguiente se informó que el matador abandonó México desde el puerto de Veracruz, a bordo del vapor “Flandes”. Desde entonces, Paz desarrolló una afición por la tauromaquia que, como apunta Guillermo Sheridan, se prolongó hasta la década de los cuarenta y concluyó hasta su primera residencia en París.
Por su parte, Francisco Lozano se casó con Raquel Nava, se asoció con el ganadero Reyes Huerta y se afianzó como parte de la nueva aristocracia poblana durante el gobierno de Maximino Ávila Camacho. Su periodo de bonanza llegaría a su fin la madrugada del 8 de febrero de 1949, fecha en que fue sorprendido por tres personas mientras llegaba a su casa, la quinta Elena, quienes le dispararon desde la oscuridad “una verdadera andanada de balazos”. Tres de los disparos lo impactaron provocando su muerte.
De acuerdo con la investigación judicial su homicidio se debió a rencillas empresariales. Lozano habría acordado contratar por tres corridas al matador Antonio Velázquez. La primera y la segunda se llevaron a cabo sin contratiempo, sin embargo, el acuerdo se rompió a causa de que Francisco Muñoz, representante de Velázquez, no concurrió a una reunión para negociar la tercera.
A pesar de haber incumplido con las juntas, Muñoz intentó presionar a Lozano para que su representado siguiera en la cartelera. La respuesta del tío materno de Paz fue negativa y la discusión terminó entre injurias y empujones. Las hipótesis llevaron a creer que ese fue el incidente que provocó el atentado en su contra, aunque en las páginas de Excélsior se especuló que la agresión que sufrió se debió a “móviles pasionales”, pues “era afecto a las mujeres como a la baraja”. Fue tal la conmoción que provocó el suceso que la prensa de la capital y del resto del país le dieron seguimiento en sus primeras planas. Cuando concluyeron las pesquisas no hubo detenidos.
Al sepelio acudieron sus familiares, entre los que se encontraba su hermana Josefa, aunque su hijo Octavio no pudo acompañarla pues ya radicaba en Europa. El cortejo fúnebre estuvo encabezado por una manta en la que se leía: “Señor licenciado Alemán y autoridades de la República: Pedimos justicia en el crimen del señor Lozano y garantías para Reyes Huerta. La Afición de Puebla”. Francisco Lozano tenía 52 años al momento de su fallecimiento. No tuvo descendencia. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de la Piedad y reposan junto a los de sus padres.
Nació en ciudad de México. Estudió la licenciatura en Derecho, es profesor universitario e investigador.