Puede ser difícil demostrar que un asesinato político es un golpe de pandillas. Cuando el poder gubernamental y su cuantioso botín están en juego, generalmente hay otras figuras políticas con una motivación para eliminar a un rival. Y hay una historia sangrienta de jugadores poderosos, desde generales hasta empresarios y agencias de inteligencia, que ejercen la violencia política.
Sin embargo, con el trágico asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio en un mitin de campaña el miércoles 9 de agosto, parece haber pocas dudas de que al menos las mafias están involucradas, aunque también podría haber otros actores. Villavicencio, antiguo periodista crítico, hizo campaña con la promesa de exponer a los cárteles en Ecuador y sus vínculos con políticos corruptos. En julio, afirmó categóricamente que un jefe local del Cártel de Sinaloa lo había amenazado de muerte si no se detenía. Ecuador sufre un maremoto de violencia pandillera con masacres, decapitaciones y otros asesinatos, como el del alcalde de Manta en julio.
Además, en Ecuador los propios mafiosos se han convertido en actores del poder político. En los últimos cuatro años, han pasado de ser bandas callejeras y contrabandistas a redes en expansión de mafias carcelarias, cárteles de la cocaína y escuadrones de la muerte paramilitares. Mientras Colombia reporta una producción récord de coca, y Ecuador es una puerta de entrada clave para trasladar el polvo a la costa y luego, a través del Canal de Panamá, al floreciente mercado europeo y a los esnifadores estadounidenses.
Los dos cárteles más grandes de México, el de Sinaloa y el de Jalisco, están atrincherados allí, trabajando con mafias locales como Los Choneros y Los Lobos. Siguiendo la tendencia regional, las pandillas se han diversificado a otros negocios como la extorsión. Su ascenso ha convertido a Ecuador, que durante mucho tiempo pareció inmune a las narcoguerras de América Latina, en uno de sus campos de batalla más sangrientos.
Para mi libro Gangster warlords, de 2016, viajé por todo el continente para ver cómo han evolucionado las diferentes mafias, desde los comandos en Brasil hasta las maras en El Salvador y los cárteles en México. Se encuentran las mismas circunstancias que les permiten florecer: comunidades marginadas, sistemas de justicia disfuncionales y mercados negros lucrativos, especialmente en drogas, pero en todo desde la tala ilegal hasta la extracción de oro.
Estos grupos ejercen el poder político, controlando los votos o sobornando funcionarios. Y manejan fuerzas paramilitares que van más allá del crimen para desatar una violencia propia de una guerra. En el siglo XX, los conflictos en América Latina enfrentaron a guerrillas de izquierda contra dictaduras de derecha. Hoy en día, existe una cadena de “guerras contra el crimen”, que involucran a redes mafiosas rivales y fuerzas de seguridad violentas y, a menudo, corruptas.
Estos conflictos amenazan los sistemas políticos y sociales de estas sociedades. El asesinato del candidato Villavicencio a menos de dos semanas de las elecciones del 20 de agosto es un duro golpe a la democracia de Ecuador y otro punto bajo en la ola de guerras criminales. Como Rafael Correa, el expresidente de izquierda tuiteó después del tiroteo: “Ecuador se ha convertido en un estado fallido”.
“Es hora de los valientes”
Villavicencio, de 59 años, quien como periodista había trabajado para medios como The Guardian, además de ser líder sindical y legislador, no era ajeno al conflicto. Expuso la corrupción durante el gobierno de Correa, de 2007 a 2017. Envió documentos a Wikileaks. Amenazado, en 2017 huyó a Perú y solicitó asilo .
Cuando volvió a casa y ganó un escaño en el Congreso, habló en contra de los “narcogenerales” o militares y policías de alto rango acusados de trabajar con cárteles. Cuando Washington le quitó las visas a unos funcionarios, Villavicencio comentó: “Estados Unidos no retira una visa por su bonita o fea cara”.
Al presentarse como un candidato anticorrupción, Villavicencio estaba en medio de las encuestas entre ocho candidatos presidenciales. Pero adoptó una línea especialmente dura contra la guerra de pandillas que se ha convertido en el tema principal en Ecuador. “Guardar silencio y esconderse en momentos que los delincuentes asesinan a ciudadanos y autoridades es un acto de cobardía y complicidad”, dijo . “Ratifico mi decisión de seguir en la lucha diaria hasta derrotar a las mafias”.
“Es hora de los valientes” se convirtió en su eslogan.
No fueron meras palabras. En julio, dijo a periodistas que había sido amenazado por un jefe del cártel de Sinaloa en Ecuador. “Se ha revelado que hay una amenaza muy grave de uno de los jefes del Cártel de Sinaloa, me refiero a alias Fito, en mi contra”, dijo. “Hay una advertencia de que si sigo mencionándolo a él y a su estructura, me atacarán o intentarán quitarme la vida”. Fito es el apodo de José Adolfo Macías Villamar, presunto jefe de la banda de los Choneros, que trabaja con la mafia sinaloense.
A pesar de la amenaza, Villavicencio siguió haciendo actos de campaña con mínima protección. Hace solo unos días, dijo en un mitin que no tenía miedo. “Me dicen que use un chaleco [antibalas]. Aquí estoy con una camisa sudada”, dijo a una multitud que lo vitoreaba . “Ustedes son mi chaleco antibalas. No lo necesito… Los capos de la droga pueden venir. Que vengan. Pueden venir los sicarios… Me pueden doblegar. Nunca podrán quebrarme”.
Encabezó su última mitin frente a jóvenes simpatizantes en una escuela secundaria en Quito. Un video lo muestra en sus últimos momentos, poco después de las 6 de la tarde, flanqueado por personal de campaña y seguidores, subiendo a su automóvil, cuando suena una serie de disparos. Recibió tres balazos en la cabeza y murió en el lugar.
Una investigación sucia
Mientras el asesinato ocupaba los encabezados en todo el mundo, la investigación en Ecuador tuvo un comienzo complicado. El presunto asesino fue herido por “personal de seguridad”, dijo la oficina del fiscal general, y la policía se lo llevó, pero luego murió en una ambulancia. Se difundieron rumores en las redes sociales de que los agentes lo habían matado bajo custodia.
La policía llevó a cabo retenes de tráfico y redadas y detuvo a otras seis personas que, según dijeron, estaban involucradas en el golpe, pero dieron pocos detalles. También encontraron un automóvil con una maleta de armas y granadas que se incorporaron como evidencia.
Unas horas más tarde, se publicó un video que mostraba a un grupo de hombres con pasamontañas blandiendo rifles y mostrando señales de pandillas. Aseguraron ser de Los Lobos, afiliados al cártel de Jalisco, y dijeron que asumían la responsabilidad del golpe. Posteriormente, los líderes de Los Lobos que están en prisión publicaron su propio video, mostrando sus rostros y diciendo que todo era falso.
“No ocultamos nuestros rostros y nadie habla por nosotros”, dijo el aparente jefe de la mafia. “Rechazamos el asesinato del candidato presidencial, el señor Fernando Villavicencio. Y tenemos claro que nunca hemos asesinado a gente del gobierno ni a civiles… Otros grupos criminales intentan desestabilizar el país”.
Una táctica común de los cárteles es publicar videos o mensajes y atribuírselos a una mafia rival para que tomen la delantera.
Días más tarde, la Fiscalía de Ecuador reveló que las seis personas arrestadas y el supuesto asesino eran de nacionalidad colombiana. El lunes pasado, el FBI llegó a Ecuador para ofrecer su asistencia en la investigación, algo que un antiguo funcionario estadounidense describió como “de rutina” cuando se trata de casos de tan alto perfil.
Quienquiera que haya llevado a cabo el golpe, ha sacudido severamente a Ecuador, que ya está en crisis. El presidente Guillermo Lasso, que está acusado de malversación de fondos y cuya aprobación está por los suelos, tiene una aprobación de fondo, declaró el estado de emergencia por 60 días y ordenó una movilización de tropas a nivel nacional. Las elecciones se llevarán a cabo, pero en circunstancias muy difíciles.
“Es un crimen político”, dijo Lasso . “No tenemos ninguna duda de que este asesinato es un intento de sabotear el proceso electoral”.
El tiempo dirá hasta qué punto lo consiguieron. ~
Publicado originalmente en el Substack del autor.
Traducción de Emilio Rivaud.
(Brighton, Reino Unido) es periodista, escritor y productor de televisión. Su libro más reciente es Blood Gun Money: How America Arms Gangs and Cartels (2021).