Foto: Twitter / @plumaverdeORG

La batalla por el CIDE será larga. Entrevista con Jean Meyer

Jean Meyer habla acerca del conflicto en el CIDE y sus implicaciones para la ciencia en México.
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El pasado 24 de enero, la Asamblea General de Asociados del Centro de Investigación y Docencia Económica aprobó una serie de modificaciones al Estatuto General del centro de investigación que, al marginar a los cuerpos colegiados del mismo, transformarán negativamente el modo en que se toman decisiones tan importantes como la designación de su director o la realización de futuras reformas al estatuto.

El historiador Jean Meyer, profesor investigador del CIDE desde hace 28 años, ha sido una presencia constante al lado del movimiento estudiantil que comenzó en respuesta a la imposición de Antonio Romero Tellaeche como director. En esta entrevista habla sobre las implicaciones de la decisión del lunes para el CIDE y para el conjunto de las instituciones educativas en México.

¿Qué implican las decisiones que tomó el lunes 24 la Asamblea de Asociados del CIDE, más allá de validar el nombramiento de José Antonio Romero Tellaeche como director?

El nombramiento de Romero es la punta del iceberg, en última instancia no importa y no es un asunto de personas.

Hay dos modificaciones del Estatuto General del CIDE y una nueva lectura del tercer punto. La primera modificación es que la directora de Conacyt puede nombra al director sin pasar por todo un proceso formal que podía llevar a un voto en contra de su propuesta por parte del Consejo Directivo.

Aquí vale hacer una pequeña explicación: la instancia superior del gobierno del CIDE es la Asamblea de Asociados, en la que participan cinco secretarías de Estado, el Conacyt, el Fondo de Cultura Económica y el Colegio de México. Un poquito más abajo está el Consejo Directivo, donde están los mismos ocho más un número variable de intregrantes que están a título personal. Por ejemplo, en este momento están dos amigos del director actual, que se incorporaron muy recientemente en el marco de todas esas maniobras.

Entonces, el primer cambio a los estatutos es que el Consejo Directivo de aquí en adelante no tiene que ratificar un nombramiento, sino que la directora de Conacyt informa al consejo de que el director es fulano. Esto, en violación de los estatutos actuales del CIDE, según los cuales se presenta una terna, hay una auscultación interna que hace Conacyt, luego una auscultación externa y luego está el debate y normalmente la votación en el Consejo Directivo. Todo eso desaparece.

El segundo punto, más grave todavía, es el nombramiento del Secretario Académico, que es el brazo derecho del director. En los estatutos anteriores tenía que ser una persona que tuviera los dos últimos años de presencia en el CIDE. La modificación es que tiene que ser un académico con tres años de presencia en cualquier institución de enseñanza superior, lo que permite ratificar un académico de la UAM que se llama Jordy Micheli y que Romero había escogido.

Luego viene un punto que es mucho más grave, que deja al Consejo Académico sin fuerza. Ese consejo es un cuerpo colectivo en parte nombrado y en parte electo por los académicos, que tenía un papel, yo te diría, como de un senado o un congreso. Cualquier cambio al estatuto tenía que haber sido propuesto y aceptado por el Consejo Académico, que lo mandaba al Consejo Directivo y a la Asamblea de Socios, y ellos ratificaban. La nueva lectura que hace el Conacyt es que el Consejo Académico puede proponer cambios, pero también cualquier instituto relacionado con el CIDE de los que están presentes en la Asamblea de Socios. Entonces, ya no hay freno a las reformas.

Esos son los tres cambios. Desde luego, todo eso es ilegal, como lo demuestra la presidenta del Colegio de México en el texto donde explica por qué el Colegio de México votó en contra de los cambios, como también lo hizo la la Secretaría de Economía.

¿Por qué las decisiones de la directora del Conacyt representan una amenaza para el CIDE en su funcionamiento actual?

En el CIDE, por ejemplo, van a poder empezar a correr profesores. Ya empezó la limpia total del aparato administrativo del CIDE, corrieron prácticamente a todos los directores de departamentos de finanzas, administración, asuntos jurídicos, hasta computación. Esa gente no se había manifestado, no había participado en el movimiento; lo que pasa es que la nueva dirección quiere tener a sus empleados de confianza.

Llama la atención que el CIDE estaba en una penuria financiera muy grave. Llegó Romero y de repente no hay problemas de dinero. El nuevo director pudo contratar los servicios de una consultoría de comunicación, con un contrato de 90 mil pesos al mes, o sea un millón de pesos al año. Mientras, el presupuesto de publicaciones está en la crisis absoluta: con ese millón de pesos podría publicar los cuatro números de la revista Istor, o se podrían publicar dos o tres libros.

Pero esto va mucho más allá del CIDE. Lo vamos a ver si en el próximo período de sesiones en el Congreso se somete a discusión –como lo desea el grupo radical en el gobierno, al que representa bastante bien la directora de Conacyt– la famosa ley de ciencia y tecnología, que está congelada desde casi dos años.

La lógica del proyecto de esa ley corresponde a lo que están haciendo en el CIDE, que en ese sentido es como un conejillo de indias. Lo bueno es que las otras instituciones ya saben lo que viene: la centralización a ultranza y la intervención autoritaria del gobierno en todo momento.

¿Piensas que existe una estrategia de sometimiento, de poner la educación científica y la investigación al servicio de una ideología?

Absolutamente. En su carta de renuncia como secretario de Vinculación del CIDE, Carlos Heredia ya dijo que la crisis del Centro había sido “provocada en buena medida por una intervención externa que impulsa el pensamiento único”.

Antonio Lazcano, que conoce muy bien a la directora del Conacyt y conoce muy bien la historia del pensamiento único en la Unión Soviética –trató personalmente a Lysenko y pudo comprobar el desastre que fue la destrucción de la biociencia en la Unión Soviética– dice que existe ese peligro, y pone como ejemplo las renuncias forzadas o destituciones de varios directores y directoras de institutos tanto de ciencias duras como de ciencias sociales.

Hace unos meses, el subsecretario de Educación Superior felicitó al rector de la Universidad Autónoma de Zacatecas por el proyecto de reforma a la universidad, que él consideraba como piloto y que más adelante debería extenderse a todas las universidades del país. Esa “nueva universidad” está basada en el modelo de la Academia de Ciencias de la URSS de 1948, que se impuso en Cuba. El marxismo no tiene nada que ver con eso, es un fenómeno de pensamiento único, punto. Son cosas a las cuales ni la opinión pública ni los periodistas ni los académicos le prestamos mucha atención, porque cada quien en su casa piensa que no le va a pasar.

Pero creo que lo que le pasa al CIDE ha despertado a la UNAM, ha despertado a la UDG. El lunes había catorce delegaciones y universidades de todo el país, desde Nuevo León y Coahuila hasta Oaxaca, pasando por Durango y Nayarit. Los académicos y los estudiantes se están dando cuenta, y como todas las universidades están en una situación de sequía presupuestal muy fuerte, creo que si se presenta el proyecto de ley de ciencia y tecnología va a detonar un movimiento nacional muy importante.

El lunes 24, cuando se conoció la decisión de la Asamble de Socios, declaraste que la batalla por el CIDE será larga.

Estamos viviendo la crisis al día y nadie ha tenido tiempo de sentarse a pensar fríamente una, dos, tres, diez estrategias, a intentar adivinar qué puede hacer el adversario y en cada caso cómo le vas a contestar.

En el CIDE los estudiantes están decididos a terminar sus estudios, sus licenciaturas, su maestría, su doctorado y van a trabajar mejor que nunca para demostrar que son buenos. Y los profesores también, va a salir uno para demostrar que no son de pensamiento único neoliberal y que lo que les preocupa antes que todo son sus estudiantes.

Pero va a ser una guerrilla de todos los días. Y realmente, si no va a ser agradable para nosotros, va a ser muy triste para el director, porque los estudiantes no van a cejar. Igual se va a quedar desde su casa y dirigiendo como lo está haciendo, ahora a través de las redes sociales.

Al conflicto en el CIDE se la ha comparado en semanas recientes con el golpe a Excélsior en 1973 o con el movimiento estudiantil de 1968. ¿Qué piensas de estas comparaciones?

Yo no haría comparaciones, pero sí hay un tipo de comportamiento en el cual muchos gobiernos caen. A saber, que en la convicción de que ellos saben y que tienen toda la razón se vuelven de una intolerancia, de un despotismo, de una sordera… ni oyen ni entienden. El asunto del CIDE desde el primer día hubiera podido arreglarse tranquilamente, porque lo único que pedía la gente es la legalidad, ni más ni menos. Pero la directora del Conacyt dio un manotazo y dijo “Romero, punto”, y empezó el conflicto.

Cuando hablan del 68 no hay que hablar del desastre, de lo que paso después. Hay que recordar que todo empezó con una riña de preparatorianos contra unos policías abusivos, y lo único que pedían los estudiantes era la renuncia de un jefe policiaco. Pero el poder se enojó y dijo “¡Cómo! Es inadmisible ese tipo de cosas”. Y eso es lo que nos ha pasado ahora.

En todo caso, lo que yo he descubierto en ese episodio, en esos ya 57 días, es que nuestros estudiantes, una nueva generación muy bien formada, muy fuerte, muy valientes, y son ellos los que dentro de unos años van a reconstruir este país.

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es editor digital de Letras Libres.


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