Las lenguas son como ventanas por las cuales podemos asomarnos al mundo y percibir singularidades, a menudo desde un ángulo impensado. Las estructuras lingüísticas son portadoras de conceptos y contexturas mentales que se reproducen y traslapan con otras, hasta formar una red compleja de pensamiento específico para cada lengua.
En sentido estricto, las lenguas son portadoras de la cultura de sus hablantes. En un mundo que tiende a un ideal, las culturas y lenguas deberían coexistir, sin excluirse mutuamente, sin crear jerarquías que amenacen la supervivencia o relevancia de otras.
El papel de los gobiernos como autoridades reguladoras, por ende, debería alinearse con este ideal de igualdad (aunque sea inalcanzable) y, de ser necesario, aplicar acciones afirmativas para reducir las desigualdades. En México existe una gran variedad lingüística; sin embargo, el papel y el destino de muchas lenguas nativas está en peligro. Este proceso eliminatorio tiene una larga historia, y solo en tiempos relativamente recientes las políticas lingüísticas, a nivel estatal y federal, están siendo revaluadas por figuras como, por ejemplo, Yásnaya Aguilar Gil.
El recientemente rescatado Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena, otorgado por el INBAL, juega un papel importante en esta complejidad lingüístico-cultural. En el cosmos de la traducción literaria reina una baja remuneración y, en el caso de muchas lenguas no dominantes, la escasez de posibilidades de desempeño. Muchos traductores han aplaudido el rescate del premio. Pero a muchos otros les puede parecer irrelevante, dada la exclusión de sus combinaciones lingüísticas: la convocatoria más reciente únicamente incluye traducciones del alemán, inglés, francés, italiano, portugués, ruso, chino, japonés y árabe, además de todas las lenguas originarias incluidas en el Catálogo de Lenguas Indígenas Nacionales al español, mientras que en otras ediciones la convocatoria permitía la postulación de traductores que trabajaran con cualquier lengua, sin restricción alguna.
Según explica Ngũgĩ wa Thiong’o en Descolonizar la mente: La política linguística de la literatura africana, de alguna manera, en cada lengua, entendemos que al priorizar las lenguas dominantes a lo largo de la historia estamos borrando otras visiones del mundo, que coexisten en paralelo, en la sombra. Wa Thiong’o entendió que la imposición de una lengua define no solo el mundo exterior, sino también el interior. Respecto al mundo exterior, el acto de premiar conlleva una responsabilidad: la de reconocer, nombrar y posteriormente crear un canon literario y, otro paso más adelante, contribuir a lo que llamamos literatura mundial. Según este esquema, mundial no significaría otra cosa que perteneciente al mundo y lenguas dominantes.
Al eliminar muchas lenguas de la participación en el Premio Margarita Michelena 2023 y aceptar la postulación únicamente de unas pocas, no solo se está favoreciendo a un grupo de personas ante otros, mediante el recurso de no proveer condiciones iguales para todos los traductores, sino que se está priorizando el poder del más fuerte. Aunque es cierto que la convocatoria incluye las lenguas originarias de México en su traducción hacia el español, no se han incluido traductores del español a lenguas originarias, lo cual obstruye la búsqueda de la igualdad de condiciones, que debería ser un factor relevante: los recursos públicos, provenientes de los contribuyentes, deberían estar dirigidos a todos los mexicanos, no solo a aquellos que traducen al español. Es imposible no notar la tendencia de las políticas públicas en México a apartar aquello que es distinto, agruparlo y colocarlo aparte, como si construyera una categoría (de ciudadanos) separada que no tiene nada que ver con la otra.
Contacté al INBAL respecto a esta inquietud acerca de la reducción de lenguas participantes. La respuesta fue que faltaba infraestructura para la inclusión de otros idiomas. En un mundo que tiende a un ideal no podemos permitir la eliminación de un grupo de personas por falta de infraestructura. Entiendo la imposibilidad de contar con la infraestructura para todas las lenguas existentes. Sin embargo, en términos prácticos, es poco probable que se hubiesen postulado cantidades exorbitantes de proyectos con combinaciones lingüísticas cuya infraestructura sería imposible de construir. Es más probable que hubiesen aparecido algunos pocos proyectos fuera de las lenguas establecidas o mayoritarias. Una posible solución sería posponer el anuncio del resultado para contar con más tiempo, de tal modo que se pudiera evaluar la posibilidad de crear las “infraestructuras necesarias”.
Escribo desde el rincón de una lengua no incluida, el eslovaco, entre tantas otras que no caben dentro de las nueve lenguas que constan en la convocatoria: alemán, inglés, francés, italiano, ruso, chino, japonés, portugués y árabe. Lenguas que de por sí cuentan con una gran infraestructura para poder existir, amplias posibilidades en el mercado literario, y que proyectan una importancia geopolítica.
Este acto de exclusión es también una invitación indirecta a dejar atrás lo particular, lo singular, y verterse hacia lo dominante; a abandonar la existencia a partir de un ángulo propio, en términos sociolingüísticos, a favor de lo mayoritario y lanzarse hacia un mundo donde todos terminaremos leyendo a los mismos autores, traducidos de las mismas lenguas, transmitiendo unas pocas versiones de la realidad. ~
(Eslovaquia, 1988) es escritora, poeta y traductora literaria. Cursó estudios en Escritura creativa y Periodismo en la Academia Literaria de Josef Škvorecký en Praga y en la Universidad de Jyväskylä en Finlandia. Posteriormente obtuvo una Maestría en Artes con especialidad en Estudios de Género en la Universidad de Linköping en Suecia. Desde 2012 vive en la Ciudad de México y escribe en español e inglés.