A mediados de los setenta, Alejandro Jodorowsky venía de dirigir dos películas interesantes: El topo y La montaña sagrada. La primera le ganó fama de director surrealista, además de la simpatía de gente como John Lennon y David Lynch. Además, permitió que Jodorowsky recibiera un millón de dólares —directo del bolsillo de Lennon, Yoko Ono y Allen Klein, manager de The Beatles— para la filmación de La montaña sagrada. La película fue distribuida con buena aceptación en Francia por Michel Seydoux, quien quedó encantado por la inusual visión del cineasta. Animado por la recaudación y la prensa recibidas por las dos cintas que conocía del director, ofreció financiar su próxima película.
Con el dinero sobre la mesa, Jodorowsky podía elegir cualquier historia. El director eligió adaptar —sin antes leerla— Dune, de Frank Herbert, la novela que recibió alabanzas lo mismo de Arthur C. Clarke que de Robert A. Heinlein. Jodorowsky's Dune es la crónica, contada de primera mano por sus protagonistas, de ese proyecto —«la película más grande de la humanidad»— y su legendario fracaso.
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«Quise replicar los efectos del LSD sin el LSD», dice Alejandro Jodorowsky, emocionado. «Quise hacer una película que fuera un profeta. Para mí, Dune sería como la llegada de un dios». Así comienza Jodorowsky's Dune: sin rodeos. Jodorowsky cuenta la historia de suDune entre inglés, español y algunas palabras en francés. Su emoción es palpable, sus ojos brillan, la envergadura de sus manos y brazos no basta para describir la grandeza del proyecto. Es comprensible así que tanta gente haya cedido a sus caprichos creativos: Jodorowsky, al verlo es clarísimo, es un líder carismático, encantador. El ímpetu de su narración, a sus 85 años, es envidiable; basta imaginarlo a los 46 —cuando se encontraba de lleno metido en Dune— para entender que su fuerza haya bastado para reunir a un equipo de producción histórico, un sueño cinéfilo.
Y qué equipo. Va un ejemplo: Jodorowsky afirma que se reunió con Pink Floyd para proponerles hacer la música —aunque la respuesta de la banda, se intuye, no cerró del todo el trato—, pero también, de manera más firme dados los testimonios que lo sustentan, relata las conversaciones y el proceso de convencimiento de Orson Welles, Salvador Dalí y David Carradine. También asegura que Mick Jagger estaba en el proyecto. Pero esos son los personajes menos importantes: se sabe que fueron nomás apalabrados, que nunca llegaron a rodar una sola escena. Es probable que algunos ni siquiera se hayan acercado al guion.
Los verdaderos protagonistas del proyecto Dune no son esos grandes artistas y actores, sino los personajes que al momento de involucrarse en la aventura no eran, aún, los reverenciados creadores que son ahora. Hablo, por supuesto, de gente como Jean Giraud, artista francés mejor conocido como Moebius, encargado del storyboard y de buena parte de los diseños; Dan O' Bannon, quien supervisaría efectos especiales en Dune y algunos años después escribiría la primera entrega de Alien; Chris Foss, pintor cuyo trabajo más tarde se usaría en el Superman de Richard Donner y en Guardians of the Galaxy de James Gunn, y H.R. Giger, creador del xenomorfo, la creatura protagonista de Alien, y responsable de buena parte del imaginario visual del resto de la franquicia —Alien 2, 3, Resurrection y Prometheus.
Las secciones dedicadas a Moebius y su trabajo son particularmente alegres: «Moebius era mi cámara», afirma Jodorowsky; «nos parábamos tempranísimo a “filmar” y era como una máquina, más rápido que una computadora. Era impresionante». Los documentalistas accedieron a los archivos de Jodorowsky, lo que les dio material original e inédito para mostrar, y los dibujos de Moebius están presentes por toda la cinta.
Hay un momento específico que sirve para imaginar las dimensiones que habría tenido Dune de Jodorowsky de haber sido filmada. «Yo admiro la toma inicial de Touch of Evil de Orson Welles», dice el cineasta. «Quería comenzar con una toma que fuera mejor que la de Touch of Evil. Una toma que recorriera todo el universo.» A continuación, comienza la reconstrucción de esa toma, armada con los dibujos de Moebius y la música de SpacEKraft. El resultado es un alucine: una secuencia larguísima que atraviesa el universo —las naves que lo surcan, los planetas que lo habitan, los asteroides que lo recorren— hasta llegar al planeta donde sucede la acción de Dune. Un instante sobrecogedor, un privilegiado vistazo a las posibilidades de la mente de dos creadores con sus capacidades a tope. Jodorowsky's Dune está poblada por esos momentos de entusiasmo cinéfilo.
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Jodorowsky's Dune tiene una atmósfera peculiar, por momentos cercana a lo místico. Con todo y la pesadumbre que los implicados sintieron cuando se cayó el proyecto —Dan O'Bannon se quedó sin un quinto y Jodorowsky vio cómo su sueño era realizado por David Lynch—, el documentalno está signado por la desesperación o la amargura, quizá porque la película nunca llegó a filmarse. Lo que vemos es un sueño roto, sí, pero más que concentrarnos en el dolor de la ruptura, Jodorowsky's Dune centra sus atenciones en la arquitectura de la ilusión, en la gozosa confección de las ideas. Ese júbilo contagia incluso a sus protagonistas: una nota final afirma que Seydoux y Jodorowsky se reencontraron al rodar este documental y decidieron, como si quisieran rendir homenaje a aquella vieja empresa fallida, realizar una nueva película juntos: La danza de la realidad. Un feliz desenlace para el ciclo vital cinematográfico de Dune de Alejandro Jodorowsky, la obra maestra que no pudo ser. ~
Jodorowsky´s Dune forma parte del catálogo del Festival Ambulante 2015.
Luis Reséndiz (Coatzacoalcos, 1988) es crítico de cine y ensayista.