Recientemente publicado en español, Tras la historia de mi madre es un relato fascinante: riguroso en su verdad histórica, pero emprendido desde una emoción autobiográfica.
La obra hace la crónica de tres generaciones de mujeres de una familia judía checoslovaca, antes y después de la Segunda Guerra Mundial. A diferencia de otros libros de esta estirpe, el tema central de Tras la historia… no es el exterminio antisemita, sino el desarrollo de la identidad judía y femenina en Europa Central durante los últimos doscientos años. Como en una novela detectivesca, la autora va revelando pistas, estableciendo el contexto y creando posibles escenarios.
Epstein, que nació en Praga en 1947 y creció en Nueva York hablando checo y rodeada de la cultura judeocheca, refiere las sensaciones que le producen los eventos que describe. Así, la historia es realmente la de cuatro mujeres: tres del pasado (la madre, la abuela y la bisabuela de la autora) y una cuarta (la autora) que las observa desde la sociedad moderna. Es decir, desde una sociedad donde una mujer no está forzada a elegir entre ser profesionista o madre ni tampoco entre tener una identidad judía o nacional.
¿Cómo es posible una mujer moderna? ¿Cómo es posible un ciudadano con libertad de culto? ¿Cuál es el engranaje de causas y efectos históricos que vuelven factible a una y a otro, y a ambos a un tiempo en la misma persona? Es decir, pregunta la autora, “¿cómo soy yo posible?” Esta es la pregunta, simple y profunda, que la lleva al pasado.
Lo dicho: reconstruye la desintegración paulatina del Imperio austrohúngaro, cristiano y misógino; el estallido de la Primera Guerra Mundial; el nacimiento de Checoslovaquia, laica y equitativa gracias, en parte, a su primer presidente, Tomás Masaryk; la explosión de la Segunda Guerra Mundial y la tragedia de la Shoah; el advenimiento del comunismo y su represión del judaísmo; la emigración liberadora a Estados Unidos y, por fin, la Revolución de Terciopelo y el regreso de las ideas de equidad entre los géneros y de los cultos individuales en la República Checa.
Otra historia se entrevera, además, con las de la identidad femenina y judía: la historia de la industria textil, que modificó las vidas de muchas mujeres en Occidente, como es el caso de las mujeres del relato. Epstein cuenta cómo, a principios del siglo XX, la ropa hecha a mano se transformó en un producto de lujo; en París, Viena y Praga la apariencia se vuelve una obsesión. Así, si a la bisabuela Thérèse su madre le enseña a coser para saber llevar un hogar, para la abuela Pepi coser se vuelve una profesión: primero se transforma en costurera, luego en modista de alta costura y más tarde en dueña de su negocio. La madre, Franci, hereda el negocio: es la couturière de cantantes de ópera, estrellas de cine y mujeres muy ricas.
Además de proveerlas de identidad propia y autonomía económica, la costura les otorga a ellas un espacio donde pueden hablar en voz alta. Ellas: las clientas, las dueñas y las costureras que, frente a los espejos y entre las telas, podían expresarse fuera de la vigilancia de padres y esposos. Si, a decir de George Steiner, el café es una de las instituciones donde se formó el pensamiento liberal europeo –casi exclusivamente entre hombres–, habría que afirmar que en la casa de modas se formó esa ala femenina y radical del pensamiento liberal que es el feminismo.
Una cuarta historia se entrevera a las tres ya dichas: la del psicoanálisis. Thérèse, que se muda a Viena con su marido, es pobre, tiene un mal matrimonio, no conoce a nadie, su hijo favorito muere en la adolescencia y ella, tras una larga depresión, se suicida. El destino de Pepi, su huérfana, será distinto, y eso gracias al psicoanálisis. Pepi también se casa con un hombre –sifilítico– al que no ama, del que teme contagiarse y con el que nunca tiene sexo. Abrumada, se interna en un Nervensanatorium, donde recibe un tratamiento que consiste en masajes, terapia física, dieta y la “curación del habla”, es decir, el entonces modernísimo psicoanálisis. De este modo Pepi logra divorciarse, volver a casarse, establecer su casa de modas propia y entrenar a su hija Franci para heredarla. Las heridas de los campos de concentración llevan a Franci, a su vez, al psicoanálisis, ya en Estados Unidos. Incluso la misma autora, también psicoanalizada, escribe bajo una convicción freudiana: recobrar la verdad del pasado ensancha y sana el presente, convicción que permea el total de sus libros, incluyendo el más conocido, Los hijos del Holocausto (1979), sobre los descendientes de las víctimas de la Shoah.
Conmovedora como una buena novela e iluminadora como una minuciosa investigación histórica, Tras la historia de mi madre muestra, con paciencia de relojero, el intrincado mecanismo por medio del cual el destino de una persona se resuelve. Un pequeño papel en ello juega la neurosis personal y otro la hermosa claridad que uno gana con la introspección; pero mucho –demasiado para los que quisiéramos creer en el libre albedrío– importa la Historia. La cruel Historia. ~