Escena del montaje de "El Maestro y Margarita". Foto: Sebastian Dalseide / Den Nationale Scene

Lo antiguo y lo nuevo se juntan en Bergen

El teatro y la musica clásica son los ejes del Festival Internacional de Bergen, uno de los encuentros más antiguos de Europa, que este año llegó a su edición 72.
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El 5 de junio concluyó el Festival Internacional de Bergen, considerado el más importante de los países nórdicos. Este 2024 cumplió su edición 72, que lo convierte, junto con el Festival de Avignon, en Francia, en uno de los encuentros artísticos más viejos de Europa. Durante 15 días, Bergen, Ciudad Europea de la Cultura en el año 2000, se vuelca a las calles y foros del festival, que en 2023 atrajo a 72 mil personas (la población de Bergen ronda los 300 mil habitantes.) El festival pone énfasis en la música clásica y el teatro, además de una muy variada oferta para el público joven, con estrenos internacionales y coproducciones. 

“El programa se basa en la música clásica y el arte teatral, y se ramifica en diversas direcciones. El festival da cabida a estrellas internacionales y a recién llegados, a grandes salas de conciertos y a recitales íntimos, a lo antiguo, a lo nuevo y a todo lo que ocurre cuando se juntan. Cada año elaboramos un programa con esta idea en mente, seleccionando artistas y espectáculos en función de sus cualidades artísticas. Siempre busco artistas y proyectos con un sentido de urgencia y alguna forma de extrañeza o apertura”, dice en entrevista Lars Petter Hagen, su actual director, un curador y reputado músico y compositor noruego. “El festival no tiene un tema específico cada año. En cambio, en el programa se pueden encontrar varios hilos temáticos, ¡si los busca! El compositor del festival, Øyvind Torvund, y la artista residente del festival, Ragnhild Hemsing, son, por supuesto, centrales en el programa 2024, pero también se pueden encontrar temas como la identidad (noruega), la comunidad, la unión de voces individuales y el cielo y el infierno en muchas de nuestras actuaciones”, añade.

Entre sus múltiples aristas de programación, esta edición del festival puso énfasis en la idea de comunidad, el canto coral, la relación entre los individuos y su entorno, la conexión del pasado con el presente. “¿Cómo puede uno ser uno mismo? De todas las preguntas que los artistas se han hecho a lo largo de la historia, esta puede ser la más eterna y la más imposible”, se leía en el mensaje de bienvenida del encuentro.

Una de las primeras paradas que tuve fue el concierto de Ragnhild Hemsing acompañada al piano por Tor Espen Aspaas, en la casa museo del icónico compositor Edvard Grieg, en Troldhaugen. Unas 50 personas aplaudimos a rabiar la interpretación a dos violines –el Hardanger de Ole Bull en una mano y el violín clásico en la otra– de piezas del propio Grieg, Beethoven y Halvorsen.

“Sin duda es de los conciertos más bellos que he escuchado. Este festival es el mejor, el mejor de toda Noruega”, afirma jubiloso, Paul, uno de los colaboradores habituales del encuentro. A la mayoría de los veinte foros de presentación se puede llegar a pie, y las veladas suelen terminar en la madrugada –por esos días, en Bergen comenzaba a oscurecer a las 11 de la noche–.

Aparte del ciclo de conciertos (siete en total) que ofreció Ragnhild Hemsing, fue muy celebrada Peer Gynt, de Henrik Ibsen, coproducción entre el Festival Internacional de Bergen y el Teatro Nacional de Noruega. La obra fue interpretada con la música incidental compuesta por Grieg, cosa rara en estos días, y corrió a cargo de la propia orquesta del compositor, la Filarmónica de Bergen –una de las más antiguas del mundo, creada en 1765–, dirigida por Thomas Søndergård.

Maysky Trío, la pianista Yuja Wang y el Trío Medieval, además de la muy recomendable pieza de la Orquesta de Cámara de Noruega, fueron otros puntos altos del festival.

Una novela de Bulgákov y la danza surrealista

En el Teatro Nacional de Bergen tuvo su estreno la adaptación de El maestro y Margarita, la novela de Mijail Bulgákov. Son tres horas alucinantes que transcurren en tres épocas –Jerusalén alrededor de los años 26-36, Moscú en 1930 y Bergen en 2024–, con un montaje de estética retro y tintes punk.

Doce intérpretes se encaraman en esta apuesta épica por su complejidad. El montaje fluye con humor corrosivo y son memorables las escenas donde Margarita vuela en una sesión de hipnosis o despotrica y carga con los cuadros de la sociedad artística noruega. 

Simon Boberg, el director, puso a debutar en el papel de Satanás, Woland, a Fredrik Saroea, vocalista y líder del grupo Datarock. Así, la puesta en escena, muy bien acogida por la crítica noruega, cabalga entre el rock electrónico de la banda, los efectos especiales, la irrupción de un Mercedes Benz descapotable en el escenario y un aplauso atronador de la audiencia.

Otro de los estrenos muy sonados fue el de Retro Katt, de la Compañía Nacional de Danza de Noruega, Carte Blanche, cuya sede ocupa una enorme bodega en un barrio cercano al puerto, en el centro de la ciudad. Retro Katt deslumbró por su monumental escenografía –una enorme estructura que asemejaba la parte trasera de un gato– y su bien cuidado diseño sonoro y de iluminación. Los boletos se habían agotado desde hace días, por lo que entrar fue una fortuna.

En escena los bailarines van apareciendo de a poco. Son seres extraños, mezcla de humanos o pájaros, quizá duendes que hablan un lenguaje incomprensible, gutural, mimético, con cantos comunes. La pieza hace referencias a la naturaleza, el sentido de grupo, los descubrimientos, la pertenencia, los mitos como el de la caverna de Platón.

Al día siguiente la noche fue larga con la irrupción de Tuvas blodklubb, una velada energética de música folclórica noruega envuelta en ritmos electrónicos, que puso el acento en el público joven y atestó la Kulturnhuset, la casa cultural en el centro de Bergen que aloja actividades de música alternativa, diseño y arquitectura.

Latinoamérica en Bergen

De América Latina se presentaron el pianista argentino Nelson Goerner y la agrupación chilena La Re-sentida con La posibilidad de la ternura, donde siete jóvenes hablan de las masculinidades, el adultocentrismo y la imposibilidad de congeniar con el entorno de opresión que los rodea. 

Un suceso también resultó la presentación por segunda ocasión en Bergen de la compañía Acosta Danza, de Cuba. Antes de su última función, hablé con Raúl Reinoso, primer bailarín del conjunto que fundó Carlos Acosta en 2015 en La Habana. “Lo que presentamos son cinco piezas de distintos coreógrafos, yo soy el coreógrafo de la primera, “Satori” y terminamos con una pieza de Alexis Fernández, otro cubano. […] Es un programa bastante amplio en cuanto a estilos, tendencias y técnicas, por ejemplo, tenemos salsa, rumba, estilos urbanos”.

Integrada por dieciocho bailarines, Acosta Danza viaja con diversos repertorios por Francia, Londres, España, Grecia, Rusia, Holanda o Estados Unidos. En México se presentó en 2018. Sobre el panorama actual de la danza en Cuba y sus condiciones, dice: “Siempre aspiro a más, a más espacios no solo de representación, sino de debate, de intercambio, de experimentación […] Ahora la danza contemporánea está creciendo en estilos más urbanos, más cercanos a lo que es los clips musicales, pero en general creo que la danza cubana tiene una buena presencia internacional”.

Acosta Danza con su programa Cuban ecléctico, llenó el escenario principal del festival, el Grieghallen, con sus mil 434 butacas. Al público lo sedujeron los colores violáceos, la mixtura de ritmos, las piezas inspiradas en la profusa imaginería de la cultura cubana.

Justo al lado, la marfileña Fatoumata Diawara, otro de los platos fuertes del Festival Internacional de Bergen, ponía a bailar a todos con el arrojo de su música. Con fusiones de folk, soul, funk y jazz, la también activista condenó la explotación laboral y sexual en África. Rico en proyecciones visuales con la estética del videojuego donde la cantante y actriz aparece como heroína suprema, el show de Diawara se ganó con creces a la audiencia.

El Festival Internacional de Bergen terminó como inició, con un canto colectivo en la monumental octava sinfonía de Mahler, llamada también la Sinfonía de los Mil. Lo nuevo y lo antiguo en comunión. ~

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Director de escena, dramaturgo y periodista de artes escénicas. Ha publicado también narrativa. Fundador de la editorial Cosa de muñecas.


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