Lecciones de Alcorcón

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El primer episodio de esta historia tiene lugar el domingo 21 de enero, cuando El País tituló en su sección de Madrid: “Siete heridos y nueve detenidos en una pelea multitudinaria entre bandas en Alcorcón.” El mismo diario, horas antes, en su edición digital, había publicado una noticia firmada Agencias/El Pais.com y que llevaba por título: “Un millar de jóvenes provocan nuevos incidentes en Alcorcón”, a la que acompañaba un vídeo informativo en donde se daba cuenta de los hechos, a saber, el asesinato de un joven de 16 años apuñalado en una trifulca, y cuyo narrador en off, a diferencia de lo que ocurría en la noticia publicada posteriormente en la edición impresa del periódico y firmada por F. J. Barroso, tenía la precaución de decir “supuestamente la banda conocida como Latin Kings”. Supuestamente. Esa misma voz en off, mediado el metraje del mismo vídeo, señalaba que “los vecinos denuncian agresiones desde hace varios meses por un grupo de jóvenes suramericanos”. Agresiones y denuncias de las que ni éste ni ningún otro diario de tirada nacional se había hecho eco hasta ahora. Si uno revisa atentamente la hemeroteca de El País en busca de la anterior referencia a un inmigrante –“suramericano” o de cualquier índole– en Alcorcón, tiene que irse hasta el 26 de octubre de 2006, donde se encuentra con Krasimir, un “albañil que lleva ocho de sus 48 años viviendo en Alcorcón” de origen búlgaro, que comenta el caos organizativo en la votación a distancia para las elecciones presidenciales de su país natal, próximo a entrar en la Unión Europea. Pero volviendo a nuestra historia, a lo largo del mencionado vídeo informativo, uno de esos mismos vecinos, en realidad dos de ellos, hablan de una katana en manos de uno de los “suramericanos”. Katana que, como tantos otros elementos de esta historia, desaparecerá sin dejar rastro en posteriores testimonios.

El segundo episodio de esta historia tiene lugar el sábado 22 de enero, cuando los “incidentes” de la localidad de Alcorcón saltan a la portada del diario donde, en una curiosa y supongo involuntaria equiparación, comparten protagonismo con la llamada kale borroka que, al parecer, “en Euskadi rebrota tras la sentencia del Supremo [que, elevando hasta a seis años de prisión las penas impuestas a los integrantes de los colectivos Jarrai, Haika y Segi, dictaminó que las organizaciones impulsoras de la kale borroka no son simples asociaciones ilícitas sino grupos terroristas, apéndices de ETA]”. La noticia que da pie a tamaño despliegue, eje central de la portada a tres columnas, lleva por título interior: “Cientos de jóvenes se enfrentan a la policía tras una pelea entre bandas en Alcorcón.” Ya en el cuerpo de la noticia, la periodista Susana Hidalgo da cuenta del enfrentamiento que esos cientos de jóvenes mantienen con las fuerzas del orden “apenas veinticuatro horas después de una multitudinaria pelea entre bandas que dejó heridas a tres personas, una de ellas muy grave”. Si la “multitudinaria pelea” de la que habla Hidalgo es la misma que el día anterior protagonizaba el artículo de F. J. Barroso, y cabe pensarlo dado el tiempo transcurrido entre uno y otro relato, entonces la cifra de heridos ha sufrido un rápido adelgazamiento: de los siete que mencionaba el periodista, a los tres de la periodista. En realidad, Hidalgo no ha hecho sino volver a los tres heridos originales de que daba cuenta el primer relato de los hechos, el que firmaban Agencias/El Pais.com. Nadie preguntó de donde sacó sus siete el periodista Barroso.

Para el tercer episodio de esta historia, la noticia de los “enfrentamientos” entre españoles y “suramericanos” ya produce ríos de tinta en los diferentes medios nacionales. El lunes 23 de enero, La Razón titula: “Ahora sí que hay una guerra”. El Mundo opta por un “Cientos de jóvenes se concentran para vengar una pelea con ‘Latin Kings’”. Mientras que el abc señala: “Máxima tensión en Alcorcón por nuevos disturbios entre iberoamericanos y españoles”. Y El País indica que “El brote racista de Alcorcón activa la máxima alerta policial”. En un artículo firmado por Jorge A. Rodríguez (“Interior refuerza la vigilancia en el sur de Madrid tras el brote de xenofobia”, 23-01-07), El País echa luces, finalmente, sobre el origen del tinglado: “El jueves se pelearon una adolescente española, cuyo novio es dominicano, con una mexicana, con novio boliviano. El viernes, los novios y unos amigos se enfrentaron. Otro dominicano, Joely, intentó separarlos, según sus familiares. El viernes, el dominicano que perdió la pelea reunió a decenas de jóvenes, la mayoría españoles, ante la casa de Joely. Esta nimiedad degeneró en una trifulca junto al centro cívico de Alcorcón, donde un joven español fue apuñalado, sin tener nada que ver con la reyerta”. Una línea antes, en el mismo artículo, el periodista Rodríguez señala que la policía desvincula las “reyertas” del “fenómeno racista y [las] atribuye a macarras”. Nimiedad. Reyertas.Macarras. Líneas más abajo, Rodríguez asegura que “la Delegación del Gobierno y mandos policiales de Madrid insisten en que estos hechos [las reyertas antes llamadas ‘multitudinarias peleas’] ‘nada tienen que ver con el fenómeno de las bandas latinas’”. Es decir, en palabras del propio Rodríguez, “el violento raid que el sábado y el domingo por la noche hicieron unos 350 jóvenes en Alcorcón, mayoritariamente españoles y compañeros de instituto, convocados por mensajes de móvil. Entre los reunidos, que la policía califica de ‘macarrillas de barrio’, había miembros de pandillas rivales, movilizados por un supuesto enemigo común: los Latin Kings”. Nuevamente supuesto. Nuevamente macarras, o mejor macarrillas.

Sin embargo, estas precisiones, o desmentidos, como el lector prefiera, no fueron óbice para la implantación de un importante despliegue periodístico sobre las páginas de todos los periódicos en los siguientes días. En la siguiente semana, para ser exactos. Así, las ediciones de El País entre los días 24 y 29 de enero se llenaron de artículos varios, desde la opinión de columnistas habituales hasta un reportaje escrito por Santiago Roncagliolo (“Tras las huellas de un combate”, 27-01-2007), en que, mediante el sencillo procedimiento de repreguntar a los supuestos implicados españoles en las “reyertas”, el periodista desmonta unas cuantas mentiras o improbables verdades. Roncagliolo se acerca a diferentes grupo de chicos que aseguran haber participado en los “enfrentamientos” del sábado y domingo pasado, y que aseguran también haber conocido a Julio, el muchacho muerto a puñaladas en el inicio de esta historia. “Aunque todos están de acuerdo en lo noble que era Julio, cada grupo entrevistado por separado recuerda su pelo de distinto color. La gama de respuestas oscila entre el rubio, el marrón y el negro. Da lo mismo. Julio ya no es un chico más. Para los adolescentes de Alcorcón, se ha vuelto un símbolo. Todos quieren haberlo conocido”, escribe Roncagliolo. Algo similar ocurre cuando se acerca a los habitantes mayores de la localidad. El periodista conversa con una mujer de cincuenta años que pasea a su perro. “Si los inmigrantes vienen a trabajar, todo bien. Pero cuando delinquen, eso no se puede aguantar”, dice la mujer. Roncagliolo le pregunta si ella conoce a algún inmigrante, a lo que la señora responde que sí, “mis vecinos de arriba y los de al lado son ecuatorianos y chinos. Gente estupenda. El problema no son ellos”. El periodista le pregunta entonces si alguna vez ha sido asaltada por un inmigrante. Ante la respuesta negativa, el periodista insiste y pregunta: “¿Entonces cómo sabe que los inmigrantes delinquen?” A lo que la mujer responde: “Pero bueno, ¿usted no lee los periódicos?”

Por esos mismos días, también hay una entrevista con el portavoz de los llamados Latin Kings en España (“Temo que haya enfrentamientos entre españoles y latinos”, 29-01-07), en la que el joven de 33 años y de origen ecuatoriano, que responde al nombre de César Manaba, señala que “en Alcorcón no hay Latin Kings. Esa ciudad está controlada por los Dominican Don’t Play”. Los periodistas repreguntan, afirmando que se “dice que miembros de su banda participaron en la reyerta”. A lo que Manaba replica: “Todo eso ha sido un invento de los medios de comunicación. Además, me da rabia que siempre se hable de los latinos y, en cambio, nadie diga nada de los nazis que había en Alcorcón”. Los “nazis” de los que habla Manaba son los “jóvenes españoles” que, espoleados por sms del tipo “a las 6 todo Alcorcón en las canchas, donde el centro joven. Gente del barrio está muriendo y Alcorcón unido jamás será vencido”, se concentraron en diversas zonas de la localidad los días 21 y 27 de enero para gritar consignas como “Latin Kings fuera”, “Vamos a por ellos, vamos a matarlos”; para quemar contenedores de basura y lanzar piedras a los trescientos agentes policiales desplegados en ambos días. Estos hechos, como explica el profesor Mario Glaser, entrevistado por Roncagliolo, son resultado de la sobrexcitación que produce la exposición a la prensa, un fenómeno que el profesor ha denominado “Gran Hermano mediático”. Según Glaser, y en palabras de Roncagliolo, “los adolescentes más necesitados de atención han encontrado una manera de afirmarse ante los demás”. Para ilustrarlo, el profesor cuenta que el lunes siguiente a los primeros disturbios un chico se escapó del colegio, la policía lo detuvo en la esquina, le pidió la documentación y lo devolvió a la escuela. “De inmediato, se convirtió en un objeto de admiración para sus compañeros: había tenido un ‘enfrentamiento’ con la policía”, termina el relato Glaser.

La cantidad de implicados en ambas “concentraciones”, como tantas cosas en esta historia, resulta incierta. Respecto a la segunda y última, un artículo firmado por F. J. Barroso y Daniel Verdú el 28 de enero, que abre comparando lo ocurrido durante la tarde noche del día 27 con un “juego de niños a tres bandas: la policía, la prensa y los propios jóvenes”, habla de “cientos de jóvenes”, mientras que otro artículo sin firma del mismo día se abstiene de dar una cifra pero recalca, desde el titular, que “la fuerte presencia policial no impide que se produzcan incidentes aislados en Alcorcón”. Los incidentes aislados en cuestión pasan por el lanzamiento de piedras a la policía, la imprecación a los periodistas y el volcado de un par de contenedores de basura.

Por esos mismos días, El Mundo hizo lo propio. Su columnista habitual, Isabel San Sebastián, arremetía en su sección “La trastienda” con un artículo titulado “Alcorcón como síntoma” (29-01-07). San Sebastián, como tiene por costumbre, utiliza los hechos, o su versión de los hechos más bien, para lanzar una pulla al gobierno del presidente Rodríguez Zapatero, diciendo “Alcorcón es un síntoma de lo que sucede cuando la acción de Gobierno se improvisa sobre la marcha en base a prejuicios y lugares comunes aprendidos en las asambleas de la Universidad. Un síntoma que se suma a otros muchos manifestados ya desde hace tiempo en la maltrecha salud de esta España nuestra, gravemente enferma como consecuencia del régimen a que la tiene sometida este campeón del talante”. Por mucho que uno quiera o pueda disentir con las actuaciones o dichos varios del presidente del gobierno español, cuesta señalarlo como el culpable de los hechos puntuales acaecidos en Alcorcón. Pero San Sebastián no se arredra y continúa: “Alcorcón regurgita violencia porque no es capaz de asimilar la enorme cantidad de inmigrantes que se ha visto obligada a absorber en un plazo de tiempo muy corto, sin infraestructuras, ni presupuesto, ni equipamientos suficientes para ello” dice la periodista. Y prosigue dotando a la manoseada localidad madrileña de misteriosos atributos antropomorfos: “[Alcorcón] Protesta porque sufre un problema de integración que sólo puede negarse desde la ceguera voluntaria. Se rebela ante un deterioro paulatino de la convivencia, ya de por sí compleja en un barrio no precisamente opulento, motivado por la irresponsabilidad de quienes toman las grandes decisiones. Y si éstos se empeñan en cerrar los ojos, la chispa que ha saltado allí prenderá un incendio a gran escala”. Pese a los desmentidos varios, de parte de la policía, de las autoridades locales, de los periodistas presentes en el lugar de los hechos, la periodista San Sebastián se empeña en invocar el espíritu de la quema de coches y demás disturbios que tuvieron lugar en Francia durante noviembre de 2005.

El final de esta historia, como el de la mayoría de las historias, pasa por el olvido mediático. La misma prensa que en los días álgidos se encargó de levantar el grito al cielo y amedrentar a los lectores y advertir sobre el “estallido de violencia xenófoba” que estabateniendo lugar en las calles de la localidad madrileña, ha dejado de informar sobre los “problemas de integración” que, a su parecer, asolan Alcorcón. Las últimas referencias, o posibles referencias, a los incidentes en las páginas de El País, hacen escaso eco de los “altercados”, “incidentes”, “brotes xenófobos”, “peleas multitudinarias”. El día 6 de febrero, Herman Tertsch, en una columna publicada en la sección Internacional y titulada “Lenguajes distintos”, donde comparaba las diferentes posiciones del ministro del Interior alemán Wolfgang Schäuble y el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales español Jesús Caldera en temas de inmigración, concluía, en una vaga referencia a lo ocurrido semanas atrás en Alcorcón, diciendo que Caldera, “responsable directo de la gestión de una inmigración en España otra vez fuera de cálculos y estimaciones, no ve problemas en lontananza. Si acaso la mala fe de quienes quieren inventárselos, ‘como sucedió en Alcorcón’”. Ese mismo día el periódico reproducía las palabras del ministro del Interior español, Alfredo Pérez Rubalcaba, que en el marco de su comparecencia en el Congreso de los Diputados, calificaba los “incidentes” de “hecho puntual”. Decía además, en respuesta a las críticas de miembros del Partido Popular, que “[en Alcorcón] hubo un par de días con violencia. Pero al fin de semana siguiente, a pesar de lo que ustedes esperaban, no pasó nada. Es una ciudad segura que tiene muchos más policías hoy que cuando ustedes se fueron”. Por último, en una noticia publicada en la sección de Madrid el día 7 de febrero, se da cuenta de la decisión del Ayuntamiento de la localidad de instalar un sistema de videovigilancia en los colegios públicos de la zona. En el cuerpo de esta y las otras noticias, brillan por su ausencia una serie de términos que gozaron de sus quince minutos warholianos al calor de los acontecimientos: “suramericanos”, “Latin Kings”, “bandas”. Y claro, ni rastro de la katana. ~

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(Lima, 1981) es editor y periodista.


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