Me ha ocurrido que he descubierto tardíamente un magnífico libro gracias al reciente envío que me hizo un amigo desde Santiago de Chile. Se trata de una poco difundida recopilación de los trabajos periodísticos de José Donoso, el novelista chileno: El escribidor intruso –Artículos, crónicas y entrevistas (Santiago, Universidad Diego Portales, 2004).
Gran parte de los artículos incluidos fueron escritos para la revista chilena Ercilla y la Agencia EFE, y proveen una muestra más de la compleja relación en nuestro idioma entre periodismo y literatura. Son un gran hallazgo de esta etapa desconocida y prolífica del escritor como periodista. Los temas que toca, en su mayoría literarios, dan una idea de su inteligencia y gran curiosidad intelectual no solamente por lo chileno sino, también, por lo extranjero, pues habla de Isaac Babel, Robert Musil, Isak Dinesen o Robbe-Grillet.
Es sobre todo curioso advertir que las propias fechas de redacción de la mayoría de los escritos –previos al 1965– preceden la publicación de las grandes obras que lo darían a conocer a plenitud en nuestro idioma: El obsceno pájaro de la noche (1970) y El lugar sin límites (1971).
Siempre es conmovedor leer las acertadas observaciones, intereses y opiniones de un escritor como éste, afinadas antes de que se convirtiera en el Donoso novelista que ya conocemos. Y, también, leerlos como el diálogo de formación de un escritor, a la luz de lo que va a ocurrir en su propia obra. Además de la curiosidad literaria que proporcionan, emociona leer –desde el futuro– los artículos en los que Donoso escribe sobre algunos escritores antes de que sean inalterablemente reconocidos. Al leerlos hoy, nos encontramos como ante una instantánea detenida en el tiempo sobre cómo se concebía a estos escritores, con sólo su pasado a cuestas y no con su futuro: el modo en el que el mundo literario habla de un escritor y de su obra antes de que se convierta en ese escritor. Esa actualidad de entonces proporciona, también, la sensación refrescante de ubicarnos en un instante dado en el tiempo en el que todo era posible en la vida de estos escritores, incluyendo el fracaso o el fin de su obra.
Los escritos periodísticos incluyen los años en los que el boom latinoamericano está activándose, joven y feliz aún, tomando cuerpo como movimiento internacional dentro del idioma, pero antes de poseer un claro nombre. Las cosas literarias, para ser nombradas, tenían que señalarse con el dedo, escritor por escritor.
El valor aquí del Donoso periodista yace en que descubre y sigue a estos prometedores escritores de cerca, aunque sin saber aún exactamente lo que serán y podrán dar como obra. Así ocurre con una crónica sobre La ciudad y los perros que data de 1964. Donoso escribe con gran entusiasmo sobre aquella “gran novedad literaria que hoy conmueve al público…”; cuenta, además, cómo un Vargas Llosa de veintiocho años había visitado recientemente el Perú, con “el macizo manuscrito inédito de una novela de ochocientas carillas… ambientada en un barrio de Piura…” Al leer la somera descripción reconocemos inmediatamente que se trata de La casa verde antes de que se publicase.
En el artículo “La ciudad y los perros”, Donoso ya distingue la originalidad, ágil narración y la forma de concebir una novela propias a Vargas Llosa, oponiéndolas a las formas de sus compatriotas Ciro Alegría y Arguedas; advierte, también, referencias casi enteramente olvidadas hoy: sus similitudes con Las tribulaciones del joven Törless y El señor de las moscas. De paso, anota en este escrito que “en Chile se sabe de sólo dos ejemplares” de la novela peruana: un tema que le es caro, que desafortunadamente sigue siendo actual, y del que escribirá más tarde en Historia personal del boom: la pésima difusión de los libros en nuestro continente y el papel clave que juegan las mulas que los llevan de un país a otro por Latinoamérica, como si se tratase de objetos de contrabando; y como si, a la vez, Donoso presagiara lo que ha ocurrido con este libro que aquí voy comentando.
En otro artículo que data de 1962, “Roa Bastos: La voz del Paraguay”, Donoso, otra vez de paso, apunta, sin distinguirla bien aún, hacia esa gigantesca confluencia literaria que significaría el boom al mencionar una temprana reunión en la Universidad de Concepción que hace dialogar a cuatro conocidos escritores: Carpentier, Fuentes, Benedetti y el propio Roa Bastos.
Otro artículo por leerse a la luz del futuro es el que escribe sobre Norman Mailer, “El terror de no tener nada más que decir”. Publicado en 1961, Donoso describe a un Mailer en el punto más bajo de su carrera de escritor, cuando, a los treinta y ocho años, borracho constantemente, acaba de apuñalar a su mujer, y sus grandes novelas y escritos están aún por venir. En su conclusión, el chileno parece comprender a la perfección el profundo desasosiego que se abate sobre el estadounidense: “En el fondo lo persigue el mismo miedo y el más terrible que puede acosar a un escritor que ha producido algo de valor, y que es como la muerte en vida. Hace pocos meses, le confiaba a un amigo: Tengo terror a no tener nada más que decir.” Acaso Donoso, con sólo su novela Coronación (1957) y algunos cuentos en su haber, creía encontrarse en la misma situación.
El novelista y periodista viaja también por Europa, siguiendo las huellas de Joyce y Svevo, de Lampedusa, visitando a De Chirico, escribiendo sobre la Callas. En un aparente azar conoce a Pound en el Tirol italiano y narra ese encuentro en “La entrevista imposible con Ezra Pound, el poeta enjaulado”. Esta vez Donoso se enfrentará a un escritor ya realizado, hecho, cuyo futuro es el presente o, más bien, su gran pasado literario. Pound tiene setenta y cinco años, está cansado y enfermo en ese año 1961 en el que publica los últimos treinta Cantos. En el castillo de Brunnenburg reside con su hija, Mary, a tres años de haber sido dado de alta de un hospital siquiátrico en los Estados Unidos. Morirá muchos años más tarde, pero ya se encuentra impregnado del silencio huraño de las últimas décadas de su vida; habla con parquedad, aunque siempre con brillantez. El núcleo de esta crónica de Donoso se compone, solamente, de unos cuantos comentarios que intercambian uno y otro escritor. Y, en las últimas oraciones, el poeta consumado, colmado de pasado, se despide así del chileno, aún lleno de futuro: “He dicho muchas cosas inteligentes en mi vida, pero he hecho tan pocas.” ~