Por siglos, el pensamiento occidental ha buscado subrayar la distinción entre humanos y animales. Sin importar si se basa en el mito de la Creación o en la tesis del raciocinio, esta idea ha dominado nuestra presencia en el planeta y ha legitimado la progresiva destrucción de su fauna. Hoy día sabemos que los animales poseen también muchos de los rasgos que, en otro tiempo, se usaron para diferenciar a los “humanos” –la inteligencia, la autoconciencia, el uso de herramientas–, lo cual vuelve más profunda nuestra deuda con ellos. En este número, en el que los clásicos conviven con la investigación científica y los argumentos jurídicos, Letras Libres ha querido retratar, en su complejidad, nuestra relación con los animales, de quienes nos hemos erigido como cuidadores y para quienes somos con frecuencia una amenaza.