Que una editorial alemana de provincias, surgida en 1835, y dedicada a la publicación de biblias, se haya convertido con el paso del tiempo en el más importante grupo europeo de contenidos mediáticos, y en el tercero a nivel mundial, podría interpretarse como una extraña e incomprensible parábola. Muchos pensarán en Max Weber, por supuesto. Sólo que en este caso la empresa vende justo aquello que abominan los protestantes: idola fori, o, lo que es lo mismo, imágenes colectivas.
Actualmente Bertelsmann, consorcio alemán con sede en Gütersloh, tiene cuatro grandes pilares: el grupo RTL, dedicado al material audiovisual; el grupo Random House, un vasto conglomerado de editoriales; el grupo de revistas Grüner+Jahr, y el gigante musical BMG. Thomas Middelhoff, director ejecutivo de Bertelsmann, quien ha guiado su modernización en los últimos años, ya ha anunciado la salida a la Bolsa de la compañía para el año 2003.
Casi un 20 por ciento de Bertelsmann pertenece a la familia Mohn, y el resto, a dos fundaciones (la Bertelsmann y la Zeit). El principio que rige la vida administrativa de este imperio, y que fue establecido por Reinhard Mohn, el célebre empresario alemán que sacó adelante a la compañía durante la posguerra, es la descentralización. Bertelsmann opera en la Unión Europea, en Norteamérica, en América Latina, en Asia y en África, y sus beneficios en el último año suponen un incremento de un 44 por ciento en relación con el ejercicio anterior.
En el ámbito audiovisual, la reciente adquisición de RTL representó que el grupo se hiciera con el control de 22 estaciones de televisión y 18 de radio a lo largo de Europa. Lo que significa que después de Hollywood es el mayor productor de películas de televisión del mundo, y el principal agente de derechos deportivos de Europa. Con el control de RTL, Bertelsmann reforzó su posición en el sector televisivo, siguiendo la estrategia expansiva del presidente del consejo de administración, Thomas Middelhoff. RTL Group, de la que Bertelsmann posee un 67 por ciento, facturó un 20 por ciento del volumen total del consorcio en el último periodo.
En cuanto al mercado editorial, Bertelsmann es sin duda el mejor ejemplo del principio expansionista que gobierna hoy el mundo de los libros; una maquinaria perfectamente engrasada y el mejor ejemplo de eso que André Schiffrin ha llamado "la edición sin editores". Basta mirar el caso español. En 1980 Bertelsmann adquirió Bantam Books y la española Plaza & Janés. El maridaje con Bertelsmann ya había comenzado en 1962, con la fundación del Círculo de Lectores, cuyo éxito sin precedentes propició que muchos empresarios se convencieran de que en España los libros también podían ser un gran negocio.
La apuesta más reciente dentro de este sector es la alianza entre Random House y el grupo Mondadori. Técnicamente hablando se trata de una joint-venture o empresa conjunta, lo que significa que la participación de cada parte en las ganancias es del 50 por ciento. La firma agrupa todos los sellos editoriales de Random House y Mondadori en España y América Latina: Plaza & Janés, Debate, Lumen, Galaxia Gutenberg y Sudamericana, que pertenecen al primer grupo, y Mondadori, Grijalbo, Electa y Montena, que forman parte del segundo. La lista de best-sellers que convivirán ahora bajo el mismo techo editorial incluye a Isabel Allende, Umberto Eco, John Le Carré, Gabriel García Márquez, Stephen King y Laura Esquivel, entre otros. Random House Mondadori, que es ya el segundo grupo mundial en la edición de libros en lengua española (el primero es Planeta), prevé unos ingresos anuales de cien millones de dólares. Una vez consolidada su posición en España, el próximo objetivo será abrirse camino en Argentina y México, y el mercado del libro infantil prefigura como el de mayores posibilidades. Por lo pronto, Bertelsmann se ha adjudicado el dudoso mérito de publicar las memorias más caras de la historia, las de Bill Clinton, quien acaba de firmar un contrato por diez millones de dólares.
En el mundo de la edición musical, un sector que ha tenido recientemente grandes pérdidas, Bertelsmann mantiene sorprendentes beneficios, que sólo se explican por el apoyo mediático del conjunto. En 1986 Bertelsmann adquirió los residuos de RCA Records (entonces en manos de General Electric). El resultado es una compañía musical llamada Bertelsmann Music Group (BMG), de la que seguramente el lector ha oído hablar.
En la actualidad Bertelsmann concentra una gran parte de sus esfuerzos en el comercio electrónico o el suministro de servicios por internet. La crisis de credibilidad por la que atraviesa este sector no inquieta al gigante. Se trata, sobre todo, de esa palabrería que aflora en los Consejos de Administración: una "cuestión estratégica", una "apuesta a futuro" que impone anticiparse a las transiciones en masa. De ahí la alianza anunciada entre Thomas Middelhoff y Shawn Fanning, enfant terrible de la ciberrevolución y fundador del portal Napster Inc., uno de los principales distribuidores de música on line. La audacia del director ejecutivo de Bertelsmann radica en querer convertir a Napster en el más importante centro on line de distribución mediática, e intentar al mismo tiempo sentar las bases legales para el comercio electrónico.
Aunque el paradigma de internet consiguió poner en crisis las fórmulas clásicas de gestión empresarial (Napster, por ejemplo, descalabró el negocio de la distribución de productos digitales) la revuelta no podía durar mucho tiempo. Llegaron entonces las batallas legales de los Clausewitz del mercado. Y por supuesto, los "chicos buenos" terminaron ganando. Al hacerse con los millones de usuarios de Napster, el reto de Bertelsmann consiste ahora en negociar con ellos. Middelhoff ha hablado de un plan para rescatar el concepto de propiedad intelectual en la era de la información y convertirlo en una entelequia rentable, de acabar con el intercambio electrónico que impuso Napster y contentar a la vez a usuarios y propietarios. Con el apoyo económico de Bertelsmann, Napster deberá desarrollar nuevas tecnologías destinadas a lograr que los usuarios paguen por los ciberproductos. Mientras, el visionario Middelhoff ya ha dado la orden de que todos los contenidos de Bertelsmann sean llevados a formato digital.
En realidad, la mayor sombra a la potencial rentabilidad del comercio electrónico y su novedosa legislación bertelsmaniana son las barreras objetivas que se interponen a la globalización. Esta última, ubicua por definición y excluyente por principio, exige mucho más que acuerdos entre grandes empresas, entre usuarios de la Red y propietarios de los derechos intelectuales. –