Como vimos la semana pasada don Manuel Calvillo sirvió a la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA), se supone que sin él saberlo.
Pero, ¿realmente no sabía? Me he encontrado otra página, la 3 de este documento en el que se evalúan algunos proyectos en curso del programa KUWOLF, como el uso de grupos de choque estudiantiles y una cierta revista a la que me habré de referir pronto y, también, los eficientes servicios de Calvillo:
Es un operativo intelectual conectado a la organización LIHUFF. Es una fuente de inteligencia positiva sobre grupos políticos de derechas. Es cuñado de [ ][1] y político. Calvillo conoce el campo educacional mejor que ninguna otra fuente en la Estación México [de la CIA] Adicionalmente, ofrece información sobre izquierdistas conocidos. Acaba de terminar un libro sobre “Penetración del sistema educativo mexicano por Comunistas”. El manuscrito ha sido leído por el jefe de HBFINCH, por IDEN D, IDEN B[2] [ ] Michael C. Choaden[3] y el Jefe de Estación, todos los cuales creen que es una excelente relatoría de la penetración del comunismo en el sistema educativo mexicano. [ ], quien ha vivido los años citados (1930-1963) cree que el impacto del libro (que le parece basado en hechos y bien documentado) ‘será pasmoso’. HMMA-21976 envió una copia del libro a Buenos Aires con una solicitud de publicación. El momento es importante por el impacto que se espera que tenga en las inminentes elecciones en México.
Cuando la CIA decide utilizar los servicios de Calvillo como escritor y como informante, ordena aprovechar su trato con intelectuales de izquierda, pero cuidando sus pasos. Debe tener cuidado al tratar gente como Jaime García Terrés, pues la CIA tiene un reporte de 1959 en el sentido de que “está a sueldo de la Embajada Soviética por sus escritos para la revista El Espectador”.
(El Espectador era la revista (1959-1960) fundada por Víctor Flores Olea, Carlos Fuentes, Enrique González Pedrero, Luis Villoro y Jaime García Terrés que defendía al movimiento ferrocarrilero, discutía la revolución cubana, criticaba al presidencialismo y pugnaba por la democracia desde la izquierda, como se resume adecuadamente en este artículo.)
Había un especial ensañamiento de la CIA, y de Calvillo, contra el poeta Jaime García Terrés, uno que parece ir más allá de los delirios, confusiones y malentendidos de la guerra fría. En 1964, las autoridades le habían impedido el ingreso a EUA en el aeropuerto de Chicago porque está registrado en la “Section 212” como “comunista o pro-comunista”. Finalmente lo dejaron (llevaba pasaporte oficial) y le ofrecieron disculpas. Sus anfitriones (iba a un encuentro de editoriales universitarias, pues dirigía la de la UNAM) denunciaron lo ocurrido y, de pasada, el hostigamiento a los intelectuales latinoamericanos que estaban en la “lista negra”.
Uno de los anfitriones, Frank W. Wardlaw, director editorial de la Universidad de Texas en Austin, escribió un artículo en la revista Harper’s Review (enero de 1965) denunciando el atropello. En México, el suplemento México en la cultura de Siempre! (que según la CIA, también es “procomunista”) lo tradujo y lo publicó con el título “García Terrés y la lista negra”. Puede leerse aquí, en la página 58 y ss.
Rara cosa, si se tiene en cuenta que García Terrés, junto con Juan José Gurrola, Juan García Ponce y José Luis Cuevas, había acudido en 1963 a Washington, invitado a uno de los congresos de intelectuales que, como se sabría después, patrocinaba una dependencia con fondos de la CIA, episodio que ya narré aquí.
Los anfitriones de García Terrés iniciaron una pesquisa para averigüar por qué EUA lo tenía en la lista negra de la Section 212. Preguntaron en la embajada en México, que dijo dijo estar, narra Wardlaw, “legalmente impedida para revelarnos qué era lo que Jaime había dicho, hecho, escrito, o con quiénes colaboraba para ser clasificado así”. Nada que hacer: según la embajada García Terrés era comunista y punto. No deja de ser curioso que entre los intelectuales norteamericanos que se movilizaron para protestar por el trato dado a García Terrés estuviesen William Styron y Norman Podhoretz –que trabajaban con el Congreso para la Libertad de la Cultura (CCF)– así como Keith Botsford, el “Bloomsbury” de Ibargüengoitia a quien ya me referí en otro artículo.
Caer en la lista negra era sencillo en esos años crispados: bastaba, por ejemplo, con participar no sólo en partidos políticos de izquierda, sino en organizaciones como la “Sociedad de amigos de Guatemala” fundada en México en 1953 en apoyo a las políticas del presidente Jacobo Árbenz (que finalmente sería derrocado por la CIA). Las decenas de militantes políticos, pacifistas y antiimperialistas que figuran en las listas de esa Sociedad fueron sumariamente clasificados como “comunistas”.
La lista negra de Calvillo
A poco de que aparece en español el escrito de Wardlaw, Calvillo vuelve al ataque y aporta su propia lista negra. En este documento consta que fue el autor de un artículo contra la defensa de Wardlaw y contra García Terrés y los intelectuales “comunistas”. La respuesta, señala el documento, fue “escrita con seudónimo” –Manuel Larenas Velasco, uno de los dos que su manejador ha dado a Calvillo; el otro es Raúl Solari– y agrega: “LICHANT-1 [Calvillo] dijo que conoce a García Terrés desde hace años y siente que ha llegado el momento de que alguien le pase lista.”
El artículo de “Larenas Velasco” aparece en el número 145 de una revista quincenal llamada Foro Político, que dirige él mismo. Denuncia la reelección del Dr. Ignacio Chávez –que era suegro de García Terrés– como rector de la UNAM, pues garantiza que “nuestra juventud seguirá siendo activa y profundamente corrompida con las doctrinas totalitarias del llamado marxismo-leninismo”. Como prueba contundente de ese “comunismo” señala un número el número de la Revista de la Universidad dedicado a “La revolución cubana” de marzo de 1959. La conclusión de Calvillo es que García Terrés “está involucrado y participa visiblemente en la infiltración, la subversión y el indoctrinamiento comunista en la Universidad”.
La lista negra de comunistas mexicanos, o en México, que aporta Calvillo/Larenas, incluye comunistas “indudables” (dice) como Víctor Rico Galán, Mario Monteforte Toledo, Lombardo Toledano, José Luis Ceceña y David Alfaro Siqueiros; lo son quienes colaboran en la Revista de la Universidad, en La cultura en México y en las revistas Siempre! y Política, a saber: Jesús Silva Herzog, Guillermo Haro, Pablo y Henrique González Casanova, Fernando Benítez, Jorge Carrión, José Emilio Pacheco, Vicente Rojo, Juan Vicente Melo, Federico Álvarez, Alberto Isaac, Jorge Ibargüengoitia, Margo Glantz, Carlos Fuentes, Emmanuel Carballo, Emilio García Riera, Francisco López Cámara, Gastón García Cantú, Carlos Monsiváis, Rosario Castellanos, Max Aub, Enrique González Pedrero, Víctor Flores Olea, Luis Villoro, Leopoldo Zea, Ernesto Mejía Sánchez, Augusto Monterroso, Manuel Marcué Pardiñas, Nancy Cárdenas, Luis Suárez, Renato Leduc y Fedro Guillén.
Anotados los nombres, pregunta Calvillo: “¿Se atrevería el señor García [Terrés] a afirmar que entre los nombres mencionados existe uno de alguna persona que no sea comunista?”
Supongo que la de Calvillo/Larenas Velasco es la misma lista negra (parcial) de comunistas y procomunistas mexicanos, o radicados en México, que manejaba el gobierno de México con apoyo de la CIA. Y es esencialmente la misma a la que se refiere Elena Garro el 7 de octubre de 1968 (y con la misma advertencia: muchos tienen “altos empleos en la UNAM”); y la misma que repite Helena Paz Garro en la carta-denuncia a su padre, Octavio Paz, que aparece el 23 de octubre en El Universal…
[1] Los documentos están “higienizados” por la CIA para su difusión pública. Señalo esta higienización con corchetes. En éste habrá aparecido el nombre del cuñado de Calvillo, Salvador Nava, dos veces preso político, que en ese tiempo protestaba con su Frente Cívico Potosino contra el fraude con el que el PRI le impidió ser electo como independiente a la gobernatura.
[2] Se esconde con esa abreviatura de identity a los involucrados en un operativo.
[3] Choaden , “David Phillips”, es uno de los jefes del proyecto KUWOLF.
Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.