Imagen: Wikimedia Commons

Las noticias falsas acecharon las elecciones brasileñas durante años y ahora dieron el golpe maestro

La proliferación de rumores e información sesgada durante la campaña electoral brasileña, especialmente por Whatsapp, indican no solo un esfuerzo coordinado y organizado sino también plantean un reto enorme para combatirlas.
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Tres días antes de la elección más polarizada en la todavía breve historia de la democracia en Brasil, empezó a circular por Facebook un video con unas declaraciones no menos que polémicas sobre uno de los candidatos presidenciales. “Miren lo que el Partido de los Trabajadores está distribuyendo en las guarderías”, decía la leyenda. El video de un minuto acusaba al candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad – que perdió las pasadas elecciones presidenciales por una diferencia del 6 % de los votos – de querer distribuir biberones con chupón con forma de pene.

“Es parte del kit gay. Es idea de Haddad”, explica el narrador del video en cierto punto. Según el sitio web de verificación de datos E-Farsas, tan solo 48 horas después, el video ya tenía más de 3 millones de vistas.

La historia del biberón erótico fue desmentida un día antes de que la población se dirigiera a las urnas, pero eso no parece haber importado: en las elecciones de Brasil en 2018 reinaron las noticias falsas. Algunos expertos sospechan que esfuerzos de desinformación coordinados rastreables hasta  2010 podrían haber influido en las elecciones. Se suponía que este año íbamos a ver una mejora, en especial, al considerar que las plataformas de redes sociales, por ejemplo Facebook, están trabajando en la verificación de datos para frenar la propaganda política apócrifa y las noticias falsas. Parece que el esfuerzo no rindió frutos. Otro medio que contribuyó a empantanar más el panorama electoral fue WhatsApp, el servicio de mensajería encriptada de Facebook donde es imposible rastrear el movimiento de información falsa. Todo esto coincidió con la creciente popularidad del candidato de derecha y ahora presidente electo de Brasil, Jair Bolsonaro, cuyos fieles seguidores son los principales grupos responsables de difundir información falsa.

“Esta campaña demostró que las comunicaciones políticas son completamente vulnerables, en especial, en WhatsApp, donde no hay forma de monitorearlas”, dijo Pablo Ortellado, profesor de la Universidad de São Paulo y coordinador del GPOPAI, un grupo de investigación que estudia las políticas públicas de acceso a la información.

El estudio que realizó la organización con respecto a la información que se comparte en los grupos de WhatsApp públicos confirma las sospechas de Ortellado sobre el papel de la plataforma como posible fuente de desinformación: solo el 8 % de la información más difundida en los grupos era correcta. “Había una cantidad espeluznante de información poco confiable”, explicó.

El viernes 25 de octubre, el mismo día que empezó a circular el rumor del biberón, la Organización de Estados Americanos declaró que la difusión de las noticias falsas a través de redes privadas para manipular la voluntad de los electores brasileños tal vez sea un mecanismo “sin precedentes”. Laura Chinchilla, expresidente de Costa Rica y presidente de la misión de la OEA para observar las elecciones en Brasil, explicó: “Es un fenómeno muy nuevo y reciente. Es la primera vez que vemos el uso de WhatsApp para difundir masivamente noticias falsas en una democracia”.

La referencia del “kit gay” en el rumor del biberón tampoco fue arbitraria: este ha sido uno de los puntos frecuentes en el discurso de Bolsonaro desde 2011, cuando Haddad, su ahora adversario político, era Ministro de Educación del país. En su momento, la rama evangélica en el Congreso de Brasil había generado gran revuelo ante la iniciativa educativa propuesta para combatir la homofobia y calificó al material del proyecto “Una escuela sin homofobia” como un “kit gay”. Bolsonaro, que en ese entonces ocupaba un escaño en representación del estado de Río de Janeiro en el Congreso Nacional y ya era conocido en el ambiente público como abiertamente homofóbico, se puso a la cabeza de esta lucha. En 2011, lanzó una iniciativa para distribuir unos panfletos en las estaciones de metro de Copacabana que decían que estos materiales educativos solo servirían para “estimular la homofobia”, en lugar de combatirla. Seis años después, en agosto de 2017, la base de seguidores de Bolsonaro había crecido y su candidatura presidencial cobraba cada vez más impulso. Ese mismo mes, el político publicó un video junto a la estrella transgénero de los reality shows Inês Brasil donde ambos afirmaban su indignación compartida frente al “kit gay”. El encuentro rápidamente se viralizó.

En ese punto, esos materiales educativos ya no se estaban usando más. Sin embargo, el “kit gay” se volvió un excelente ejemplo de cómo se puede utilizar la información falsa para manipular las políticas públicas en Brasil, como explica Yaso Cordova, una asociada del Berkman Klein Center en Harvard. “Las personas más radicalizadas en aquel momento [2011] realizaron una fuerte campaña basada en la desinformación”.

Como comprendían que las fake news podían llegar a ser un problema en las elecciones de este año, 24 medios de comunicación brasileños se asociaron en julio para combatir la difusión de información falsa: Projeto Comprova contó con el apoyo de Google, Facebook y el Shorenstein Center de Harvard. Además, importantes sitios web y agencias de verificación de datos colaboraron informalmente con estos esfuerzos. De hecho, uno de esos grupos detectó 50 instancias de noticias falsas en solo 48 horas el fin de semana previo a las elecciones del domingo.

Según Cordova, la mayor diferencia en estas elecciones fue que la difusión de información falsa parecía estar muy organizada y se manifestaba a través de diversas redes sociales, de modo que simulaba ser más creíble. “En estas elecciones, las campañas de desinformación estaban mucho más coordinadas: tenías parte de una historia falsa en WhatsApp, otra parte en YouTube, otra en Facebook, otra en Twitter”, explicaba.

Ante la ola generalizada de críticas por su supuesto rol en la difusión de información falsa en todas partes, desde Estados Unidos a Myanmar, Facebook también se vio instado a actuar ante el fuerte ataque de información falsa en Brasil luego del asesinato de Marielle Franco, concejala de Río de Janeiro, en marzo de este año. Sin embargo, este no fue el debut de la plataforma como motor de la desinformación en Brasil: junto con Twitter y la antigua red Orkut (con sus 13 años de trayectoria), Facebook ya había participado en campañas de desinformación coordinada durante las elecciones presidenciales anteriores.

Durante el 2014, se crearon más de 100 perfiles falsos de Facebook y Twitter para generar mayor apoyo para ciertos candidatos. La estrategia a largo plazo, que consiste en crear perfiles varios años antes de que sean utilizados con fines políticos, era emplear a personas reales para coordinar múltiples perfiles falsos. Allí se publicaba información inventada sobre la vida de esas personas y el asunto solo viraba hacia cuestiones políticas cuando llegaba la época de elecciones. En 2010, se utilizó una estrategia similar: tras una investigación, la BBC reveló que había blogs pagados que difundían información falsa en favor de la campaña de Dilma Rousseff a través de Orkut y Twitter. Por su parte, Rousseff negó las acusaciones.

Vale destacar que, mientras Facebook y Twitter estuvieron dispuestos a trabajar con entidades de verificación de datos para afrontar esta tarea, uno de los gigantes del sector se rehusó. Se estima que la base de usuarios de WhatsApp en Brasil, que tiene 220 millones de ciudadanos, asciende a 120 millones. Si bien es parte de Facebook, ya en otras ocasiones ha evadido los intentos del país de ponerla a raya y hasta rechazó órdenes judiciales en casos criminales en 2016.

“Una de las mayores dificultades en cuanto a la verificación de datos en estas elecciones fue llegar a las personas que más lo necesitaban”, explicó Tai Nalon, fundadora de la agencia de verificación de datos Aos Fatos. Nalon contó que Aos Fatos tuvo una campaña relativamente exitosa a través de Twitter y Facebook, en especial con su bot de verificación de datos Fátima, al cual los usuarios podían enviarle enlaces de origen dudoso para corroborar su veracidad. Pero a diferencia de estas plataformas, WhatsApp —que ella describe como “el mayor motor de la desinformación de las elecciones de este año”— se negó a actuar frente a la difusión de fake news en su plataforma.

Por otro lado, las empresas pueden usar la plataforma para enviar mensajes masivos a sus clientes. A mediados de octubre, una investigación realizada por el periódico Folha de São Paulo descubrió una “campaña multimillonaria contra el Partido de los Trabajadores” financiada por un grupo de empresarios brasileños. Gracias a que se podían enviar millones de mensajes de WhatsApp al instante, las actividades del grupo representan una acción de campaña ilícita que podría haber beneficiado a Bolsonaro. El tweet de Haddad después de conocerse la noticia no se hizo esperar: “mi adversario busca beneficiarse con estos crímenes electorales”.

Pero, ¿por qué WhatsApp se ha vuelto un entorno con gran potencial para la desinformación? “WhatsApp es una red privada y, al mismo tiempo, una red de difusión masiva”, explica Ortellado. “Por lo tanto, no hay forma de saber si se inició una campaña de desinformación, no se pueden establecer contrapuntos para refutar las falsedades y no se puede determinar quién es responsable”. A menudo, empieza con un rumor: algo que uno escucha en una conversación ajena, que vio en otra red social o tal vez leyó en un blog con una fuerte inclinación política pero poca credibilidad, como el sitio conservador O Antagonista. Ahí es cuando todos comienzan a alertar a sus familiares y amigos a través de WhatsApp o a esparcir el rumor en los grupos. De esta forma, lejos de la mirada pública, la información no verificada se esparce como un virus.

Ante la creciente preocupación por la desinformación durante la campaña, WhatsApp dijo que había recurrido a sus propios mecanismos de detección para tomar medidas proactivas y aislar cuentas que parecían estar difundiendo información falsa. Sin embargo, Nalon explicó que la empresa “en ningún momento se mostró dispuesta a sentarse a hablar con los verificadores de datos para evaluar soluciones”.

Parece que, en Brasil, la desinformación llegó para quedarse. ¿Cómo es eso? A menudo, las redes sociales como Facebook y WhatsApp están incluidas en los planes de telefonía celular debido a ciertos acuerdos con las prestadoras. Pero, según Cordova, estos planes (que abarcan a aproximadamente el 70 % de la población) suelen ofrecer acceso limitado a información en línea fuera de estas plataformas. Ante la falta de medios de comunicación locales en ciertas áreas rurales, se crean desiertos de información, donde las personas dependen aún más de las redes sociales y las conversaciones interpersonales. Además de ciertos factores culturales, como el hartazgo generalizado ante los niveles estremecedores de crímenes violentos y una población evangélica que se ha sentido relegada en los últimos gobiernos, Cordova cree que la diseminación continua de información falsa fue lo que contribuyó a la victoria de Bolsonaro y que es improbable que las condiciones que propiciaron su triunfo vayan a cambiar.

“Estos factores llevaron a que buscaran un salvador”, explica Cordova. “Ese deseo cuadró justo con nuestro ciclo electoral y dio como resultado la elección de un candidato populista con tendencias dictatoriales”.

Este artículo es publicado gracias a una colaboración de Letras Libres con Future Tense, un proyecto de SlateNew America, y Arizona State University.

 

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