Imagen: Niklas Elmehed. © Nobel Media.

Nobel de Economía 2019: Ensayos aleatorios para aliviar la pobreza

La investigación de Banerjee, Duflo y Kremer ha implicado una mudanza de las grandes preguntas sin respuesta en la economía a preguntas pequeñas y muy acotadas que sí somos capaces de responder.
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Para aquellos que hacemos análisis empírico en economía, el anuncio del Premio Nobel de Economía de 2019 ha sido motivo de júbilo. De una disciplina que hace unas décadas tenía como herramienta principal la representación de la realidad en modelos matemáticos abstractos, nos hemos movido a una ciencia donde lo empírico se ha vuelto fundamental. La investigación llevada a cabo por Abhijit Banerjee, Esther Duflo y Michael Kremer, los laureados de este año, significó una revolución empírica en cómo evaluamos y nos aproximamos a la política social para abatir la pobreza. Esta revolución implicó una mudanza de las grandes preguntas sin respuesta a preguntas pequeñas y muy acotadas que sí somos capaces de responder. En este sentido, Banerjee, Duflo y Kremer introdujeron cierto pragmatismo en el estudio de intervenciones para combatir la pobreza.

Esta revolución empírica sentó sus bases en lo que se conoce como la revolución de la credibilidad en la economía. En este primer avance de la investigación empírica, economistas como Joshua Angrist, David Card y Alan Krueger (otros favoritos para ganar el Nobel, aunque Krueger murió en marzo de este año) hicieron uso de los llamados experimentos naturales para mostrar la existencia de relaciones causales entre variables económicas. Antes de estos avances metodológicos, era muy difícil atribuir cambios en la conducta de las personas o empresas a una política pública específica, ya que hay diferencias preexistentes entre quienes son beneficiarios de cierta política pública y quienes no lo son. Por ejemplo, no era posible distinguir si aumentar un salario mínimo conducía a un mayor desempleo, ya que las economías que lo incrementaban eran a priori diferentes de las economías que no lo implementaban. Así, no se sabía si los cambios observados en el empleo se debían al efecto del salario mínimo per se, o a estas diferencias iniciales en las tendencias de la economía local u otros cambios que se produjeran simultáneamente. Este problema de atribución es el principal reto para encontrar un efecto causal.

Banerjee, Duflo y Kremer llevaron esta revolución empírica un paso adelante, al promover una agenda en la que el uso de ensayos aleatorios se convirtió en la regla de oro para medir el impacto de intervenciones en los resultados de vida de las personas. Los ensayos aleatorios no son una novedad en las ciencias. Los estudios médicos han implementado este tipo de experimentos para evaluar la efectividad de medicamentos y otros tratamientos. En estos ensayos, un grupo de individuos seleccionados al azar dentro de una muestra de una población de interés (en este caso, personas en situación de pobreza) recibe una intervención, mientras que el resto recibe un placebo (o no recibe nada). La asignación al azar de la intervención nos permite conocer el efecto causal de la intervención en los resultados de vida, ya que se eliminan las diferencias iniciales entre quienes reciben la intervención y quienes no (esto es, todos son pobres y con las mismas características en promedio). Así, esta herramienta nos permite saber qué políticas sociales funcionan y cuáles son las más costo-efectivas. Antes de su aplicación a problemas relacionados con la pobreza, estas intervenciones aleatorias se habían hecho en contextos educativos en Estados Unidos, como el proyecto STAR.

Uno de los primeros programas sociales que se implementó bajo la lógica de un ensayo aleatorio fue Progresa en México en 1997. Antes de ello, a mediados de los noventa, Kremer había puesto en marcha ensayos aleatorios sobre el efecto de libros de texto en el desempeño escolar de niños kenianos, y encontrado que no tenían efecto alguno en el aprendizaje. Esther Duflo, quien fue estudiante de Kremer, llevó esta metodología empírica a la corriente principal de economía del desarrollo. Durante la década pasada, Duflo y Banerjee fundaron el Jameel Poverty Action Lab en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), y junto con Kremer y Dean Karlan (estudiante de Duflo) establecieron el Innovations for Poverty Actions en la Universidad de Yale. Estos laboratorios han apoyado 938 evaluaciones y ofrecido capacitación en el diseño de intervenciones a tomadores de decisiones en 83 países, alimentando así la política pública para el combate a la pobreza con evidencia muy rigurosa, fácil de comprender y de transmitir al público. Así, estos economistas pusieron la investigación económica al servicio de la acción social.

Hay cientos de ejemplos de intervenciones innovadoras y exitosas, pero citaré tres conocidos. Kremer y Miguel aleatorizaron tratamientos contra parásitos gastrointestinales en escuelas en Kenia

((Kremer, Michael y Edward Miguel. 2004. Worms: Identifying impacts on education and health in the presence of treatment externalities. Econometrica, 72(1): 159-217.
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 y encontraron efectos positivos de gran magnitud en el ausentismo escolar (se redujo en 25 por ciento) y, a diez años de la intervención, incrementos en los años de escolaridad completados y en las horas trabajadas por los hombres.

((Baird, Sarah, Joan Hamory Hicks, Michael Kremer y Edward Miguel. 2016. Worms at work: Long-run impacts of a child health investment. Quarterly Journal of Economics, 131(4): 1637-1680.
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 En otra intervención educativa, Duflo, Hanna y Ryan implementaron un sistema de monitoreo para reducir el ausentismo de los maestros en Rajasthan, India. Para ello, diseñaron un experimento en el que se distribuyeron cámaras para que los maestros se fotografiaran con sus estudiantes cada día, y con ello redujeron el ausentismo de los maestros en 21 por ciento.

((Duflo, Esther, Rema Hanna y Stephen P. Ryan. 2012. Incentives work: Getting teachers to come to school. American Economic Review, 102(4): 1241-78.
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 Banerjee, Duflo, Glennerster y Kothari lograron aumentar en seis veces la tasa de vacunación en Rajasthan mediante la asignación de campamentos de vacunación y pequeños incentivos como un kilo de lentejas, de azúcar o un litro de aceite.

((Banerjee, Abhijit, Esther Duflo, Rachel Glennerster y Dhruva Kothari. 2010. Improving immunization coverage in rural India: Clustered randomized controlled evaluation of immunization campaigns with and without incentives. The British Medical Journal, 340: c2220.
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 Una característica de todas estas intervenciones es que son muy baratas en comparación con programas de transferencias condicionadas o programas de becas.

El dominio que han tenido los ensayos aleatorios en el área de la economía del desarrollo ha tenido sus detractores. Algunos consideran que este tipo de herramientas nos han distraído de formular preguntas más amplias y de analizar problemas estructurales en los países en vías de desarrollo, tales como la corrupción, el rol de las instituciones, la construcción de infraestructura, entre otros. Estos detractores también apuntan a que los problemas que resuelven estas intervenciones son demasiado pequeños y sus resultados son específicos al contexto, de tal forma que no es posible generalizarlos. Otros críticos cuestionan la ética de muchos de estos experimentos. En las ciencias, el compromiso del investigador es no engañar y no dañar a sus sujetos de estudio. En ocasiones los experimentos producen comportamientos no esperados que pueden ir en detrimento del bienestar de las personas. Estas críticas son muy válidas, pero es indudable que los ensayos aleatorios son una herramienta muy poderosa, revolucionaron la forma de hacer política pública y nos enseñaron que no hay una receta para abatir la pobreza.

En una nota un tanto más personal, desde mis estudios de posgrado Esther Duflo representó para mí un gran modelo a seguir en una disciplina donde las mujeres están poco representadas. El que haya obtenido este premio la hace aún más inspiradora. Duflo es la primera mujer con formación de economista en recibir el premio. Solo dos mujeres se han ganado esta distinción, la primera fue Elinor Ostrom (politóloga) en 2009, a los 76 años. Duflo tiene apenas 46 años, lo cual la convierte en la persona más joven en recibir esta presea en las ciencias económicas. Un muy merecido premio que nos tomó a varios por sorpresa dada su juventud, aunque todos esperábamos que eventualmente lo ganase. Espero que esta distinción a Duflo siga inspirando a futuras generaciones de economistas. No cabe duda de que las mujeres tenemos mucho que contribuir a la ciencia económica.

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Doctora en Economía por la Universidad de California, Berkeley. Académica de tiempo completo en el Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana.


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