México enfrenta un ola de violencia terrible desde hace cinco años. Las causas, sin embargo, hay que buscarlas mucho más lejos. La transición a la democracia paradójicamente potenció la “insurgencia criminal”, al romperse la vertical complicidad política con el hampa, sello del viejo régimen. La falta de una policía honesta, déficit histórico, se paga ahora con miles de vidas al año y el desgarro del tejido social. Este número ofrece un acercamiento a las causas de la violencia, pero también a las propuestas de solución; un llamado al análisis en profundidad, pero también una denuncia de los lugares comunes que se repiten en los medios; una lectura global del problema, pero también un estudio de sus manifestaciones concretas más peligrosas.