I
El 5 de septiembre, cuando supe que el boxeador colombiano Nacho Mendoza no aceptó disputar en Argentina el título mundial de superligeros ante el noqueador santafesino Marcos Maidana, lo primero que hice fue comentarlo con mi amigo Petia Petrov, el ruso que llegó al madrileño barrio de Vallecas en 1999 con 100 dólares en el bolsillo y 15 (¡quince!) días después ya estaba entrenando con el mejor equipo de box de España, pese a que pocas profesiones son tan difíciles en España como la de boxeador, como ya nos contara en una entrevista hace dos años.
“¿Reemplazar a Mendoza no sería una buena oportunidad para ti?”, le pregunté.
“No”, me dijo, “es muy grande”, refiriéndose al mayor tamaño y alcance de El Chino.
Después de que ninguno de los 15 (¡quince!) primeros del ránking de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) se quisiera enfrentar a Maidana en Argentina, llamaron a Petia –que al no estar rankeado entre los quince primeros necesitó una autorización especial para disputar el título. En España, como los boxeadores casi no tienen oportunidades, cuando éstas llegan se lanzan a ellas para intentar aprovecharlas.
Así fue que Petia, el Zar, aceptó pelear por el título mundial sólo 15 (¡quince!) días antes del combate, en una categoría superior a la suya y frente a un pegador de primer nivel mundial. Conociéndolo, sabía que estaría como siempre, entrenado a tope y listo para aceptar cualquier desafío que lo pudiera acercar a su gran sueño: ser campeón del mundo.
La pelea no tendría demasiados secretos, sería un duelo de estilos: la potencia del Chino Maidana contra el virtuosismo técnico de Petrov. Si Maidana lograba embocar a Petrov, le ganaba: si antes no se quedaba sin aire y quedaba a merced de la endiablada velocidad y precisión de Petia.
Periodistas especializados, como William McKay, de Boxingnews24, advertían de que la elección del Zar como rival del Chino era una muy mala elección de su equipo: “No podrían haber elegido un peor oponente para Maidana”.
Yo el viernes puse la amistad por delante de la patria. Y más allá de favoritismos y preferencias, Petrov tenía armas para ganarle a Maidana: principalmente que es mucho mejor boxeador.
II
Cautelosamente realistas, pero argumentadamente optimistas, quedamos con mi amigo Cristian el viernes por la noche para vivir la increíble experiencia de ver una pelea por el título del mundo en la cual uno de los retadores es amigo tuyo.
En el caso de Petia hay que sumarle que conozco su calidad humana y su capacidad de sacrificio, lo que me hace sentir que nadie se merece más que él un triunfo esta noche. La pelea comenzará después de las cero hora local. Eso en España son las 5.00 de la mañana. La cadena Marca TV decidió no emitir el combate en directo ante la posibilidad de que el mismo se extienda más allá de la 6.00, invadiendo el horario de protección al menor: en España, el boxeo televisado es para mayores de 18 años. Así que conectamos la computadora a la tele y bucamos la emisión oficial en internet de la TV Pública argentina, que transmitía el combate en vivo.
El estadio estaba repleto. El evento era un acto de campaña del candidato oficialista a intendente del municipio bonaerenese de San Martín, Daniel Ivoskus –aliado del Gobierno nacional–, que pretende (y seguramente logrará) reemplazar en el cargo a su padre, Ricardo, que lleva rigiendo los destinos de San Martín desde 1999. En cada entrevista que le hacían antes de la pelea, Maidana le agradecía a Ivoskus su apoyo para el evento.
A eso de las 05.30 apareció Petrov. Después Maidana.
Ya desde la primera campanda, la pelea era lo que se esperaba de ella: Maidana persiguiendo a Petrov, el ruso bailando a su alrededor con su mayor rapidez y metiéndole manos. El plan de Petrov funcionó los tres primeros rounds, pese a que una mano de Maidana en el primero provocara un resbalón del ruso que el árbitro transformó, con exceso de celo, en una cuenta.
Tras varios golpes de Petrov que llegaron nítidos sobre Maidana, el argentino decidió salir con más furia, hasta que sucedió lo que no queríamos: en el cuarto round, Maidana aprovechó un descuido de Petia para conectar una derecha en su rostro que lo mandó a la lona.
Se levantó, pero ya el depredador había olido sangre, y fue a cazar a su presa. Petrov esquivaba como podía la andanada e intentaba contragolpear con valentía, hasta que finalmente fue alcanzado por dos misiles certeros que provocaron la segunda caída en la misma vuelta: el árbitro decidió que ya era suficiente.
III
Nos quedamos un poco fríos, compartiendo ese silencio ante la pantalla que es el mismo, por ejemplo, a cuando tu selección queda eliminada del Mundial. Y que interrumpimos, sin mucho convencimiento, explicar los motivos de la derrota.
Aunque el triunfo de Maidana fue inapelable, hubiera sido más justo darle al ruso el minuto de descanso que estaba a punto de llegar, ya que tras levantarse, el round estaba a punto de terminar. Reconozco que parecía casi imposible que Petia pudiera dar vuelta una pelea que le estaba siendo completamente adversa ante un rival que, si bien es más lento y menos dotado técnicamente, es mucho más grande y está mucho más rodado en las grandes ligas del boxeo mundial.
Petia hizo un peleón en las circunstancias que tenía: ha sido su rito iniciático en el primerísimo primer nivel, y salió aprobado con muy buena nota. Su actitud de pelea fue muy elogiada por la prensa local y especializada, que se sorprendieron de que saliera a intentar ganar pese a tener todo en contra. A mí, en cambio, no me sorprendió nada.
“Voy a buscar otra oportunidad, pero en mi peso, el superligero me queda grande”, reconoció Petrov ante las cámaras tras el combate. Lo mismo que me había dicho a mí antes de que le surgiera la oportunidad. Y tenía razón. Pero aunque perdiera el combate, en esta aventura sudamericana, el Zar ganó más que lo que perdió.
Periodista todoterreno, ha escrito de política, economía, deportes y más. Además de Letras Libres, publicó en Clarín, ABC, 20 Minutos, y Reuters, entre otros.