Un relámpago ilumina la noche en la árida estepa de Anatolia. Tres coches recorren una carretera solitaria. En ellos, quince hombres guiados por un asesino buscan el cuerpo de un muerto. Así comienza Once upon a time in Anatolia, del director turco Nuri Bilge Ceylan, que narra la historia de los intereses individuales y las fallas burocráticas que salen a relucir en un pequeño pueblo turco cuando un grupo de hombres debe enfrentarse a un asesinato.
Para quienes han seguido la carrera de Ceylan lo primero que llamará la atención al ver esta película será el empleo mesurado de la manipulación del color. En la fotografía de Tres monos (2008), su trabajo anterior, Ceylan subrayaba exageradamente el contraste de las imágenes. Ahora, con Once upon a time in Anatolia, se aleja de ese artificio preciosista y en su lugar apuesta por una iluminación más natural. Las secuencias de la cinta me remitieron a las imágenes de El sabor de las cerezas (1997) y El viento nos llevará (1999), de Abbas Kiarostami, en la que sendos coches recorren los paisajes semidesérticos de Irán; una conexión que hubiera sido impensable imaginar antes de entrar al cine. Sin embargo, no hay que llamarse a engaño: Once upon a time in Anatolia es hija de esa enigmática y densa atmósfera que caracteriza el cine de Nuri Bilge Ceylan.
Acostumbrados a un Ceylan silencioso, en Once upon a time in Anatolia nos sorprende con un guión bastante dialogado que, por lo demás, está salpicado con toques de humor. Los protagonistas son en su mayoría hombres y, aunque a lo largo de los ciento cincuenta y siete minutos las mujeres sólo aparecen en momentos contados, su presencia juega un papel decisivo en la historia: funcionan como seres con una fuerza misteriosa capaz de seducir y alterar la vida de los hombres.
Esta película se presentó el último día del festival de Cannes. No sorprendió a muchos que le arrebatara, junto con The kid with a bike, de los hermanos Dardenne, el Gran Premio del Jurado al resto de las películas presentadas a competición, ya que desde que Koza, el primer cortometraje de Ceylan, fuera seleccionado en 1995 en el festival de Cannes, el director turco ha desarrollado la mayor parte de su carrera dentro de la Croisette. En 2008 ganó el premio a mejor director con Tres monos, en 2006 el premio Fripesci con Los climas y en 2003 el Gran Premio con Uzak.