En Cannes: La quincena de realizadores

Reseña de El velador, documental mexicano en La quincena de realizadores de Cannes.
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Desde que fue creada en el agitado mayo del 68 para promover el trabajo de cineastas emergentes, La quincena de realizadores no ha cesado de descubrir nuevos talentos. Al sentarse en la butaca y ver la careta de presentación -que consiste en un desfile de nombres de cineastas que al comienzo de su carrera pasaron por la quincena: Coppola, Koach, Haneke, Jarmusch, Scorses y muchos más- es difícil despegarse de la sensación de que podemos estar cerca de presenciar un acontecimiento cinematográfico.

            El documental El velador, de la mexicana Natalia Almada, forma parte de la lista de proyecciones especiales de la actual edición de la quincena. La película transcurre y muestra la vida en el interior de un cementerio de narcotraficantes situado al norte de México. Para una mirada extranjera como la mía, que nunca ha pisado tierras mexicanas, lo primero que llama la atención es el colorido y la extravagancia de los mausoleos. Lentamente, Almada teje la narrativa de su cinta: una niña juega a saltar tumbas, un hombre sentado al pie de los monumentos se gana el sustento vendiendo bebidas y snacks mientras una banda de música toca melodías festivas, las fechas inscritas en las lápidas dan cuenta de la temprana edad de los muertos, unos albañiles trabajan en la construcción de nuevos mausoleos y, paralelamente, las noticias que llegan al cementerio a través de la radio y la televisión hablan de la cruda violencia que se vive fuera de los muros, así como la falta de participación por parte del gobierno estadounidense para la resolución del conflicto. Es escalofriante el contraste entre los hechos que la directora nos da a conocer a través de los informativos y la aparente tranquilidad con la que transcurre la vida dentro del cementerio. Viendo El velador da la impresión de que la muerte violenta se ha convertido en algo natural en la vida de las personas que aparecen en la película, de forma similar a como ocurría en el diálogo que, desde la tumba, entablan Juan Preciado y la alcahueta Dorotea en Pedro Páramo.

           La decisión de rehusarse al empleo de imágenes amarillistas para tratar un tema que tan fácilmente se presta para ello denota que hay un punto de vista sensible detrás de las imágenes. Sin embargo, estas no alcanzan la potencia de las imágenes en el cementerio de A propósito de Niza (1929) de Jean Vigo, o la fuerza arrolladora del trabajo de observación que hace Victor Kossakovsky en Tishe! (2003), Russia from my Window (2003) o Syvato (2005).

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