Sergei Pavlovich Diaghilev fue una de las figuras centrales para la música del siglo XX. Creador de los Ballets Russes, Diaghilev comisionó música a los compositores más vibrantes de su tiempo, Debussy, Stravinsky, Strauss y Prokofiev, sin mencionar las colaboraciones de diseño de vestuario de Pablo Picasso o Joan Miró. El estreno del ballet Le Sacre du Printemps, con la música de Stravinsky y la coreografía de Vaslav Nijinsky, célebre bailarín de la compañía de Diaghilev, provocó un shock fuera de lo común: algunos abucheaban, otros aplaudían mientras que las luces se prendían y apagaban en un intento por restablecer el orden. La escena de una virgen sacrificada que debe bailar hasta la muerte resultó demasiado para las audiencias parisinas de la época.
Sobre esta noche narra el crítico musical Alex Ross: “Gritos de descontento provenían de los palcos, donde los más acaudalados asistentes se sentaban. Inmediatamente, los estetas en los balcones y los que estaban de pie aullaron de regreso. Hubo insultos y guerra de clases. El combativo compositor Florent Schmitt gritó algo como ‘¡Silencio, perras del seiziène!’ o ‘¡Abajo con las putas del seiziène!’ – una provocación sobre las grandes damas del dieciseisavo distrito”[1]. Scandale, el álbum que la pianista alemana Alice Sara Ott lanzó el año pasado en colaboración con el compositor y pianista Francesco Tristano hace una especie de homenaje a la época de Diaghilev. Incluye una versión de Le Sacre du Printemps de Stravinsky para dos pianos, La valse de Ravel y una pieza del propio Tristano, A Soft Shell Groove que funciona como una coda al resto del programa y que tiene ciertos aires de jazz.
La pianista se presentó recientemente en el Teatro Juárez, en el marco del Festival Internacional Cervantino y durante el intermedio pude intercambiar algunas palabras con ella. “Queríamos hacer un proyecto juntos; de hecho en el principio mi idea era pedirle a Francesco que trabajáramos sobre el concierto doble de Bach pero como esta idea no funcionó, pensamos ‘hagamos algo juntos de cualquier manera’ y la pieza que ambos queríamos hacer era Sacre du printemps y tratamos de pensar en qué le quedaba a la pieza y Diaghilev no estaba muy lejos de esa idea, así que nos concentramos en eso y en este periodo del tiempo tan interesante, donde cada presentación, cada premiere, cada pieza era un gran escándalo y la gente se impresionaba en aquél entonces, por eso es que el título es Scandale, en homenaje a una época en la que muchas cosas sucedieron”.
Descubrí a Alice Sara Ott gracias al sello discográfico Deutsche Grammophon. Para su debut con la casa alemana grabó los Etudes d’exécution transcendante de Liszt y posteriormente, algunas de las sonatas de Beethoven para piano, los valses de Chopin y el Concierto No. 1 para piano de Tchaikovsky. Junto con Scandale, su proyecto más reciente es The Chopin Project con el compositor Ólafur Arnalds, el cual combina piezas del compositor polaco con la obra del mismo Arnalds. El resultado es una mezcla interesante en la que podemos escuchar uno de los Nocturnos con una agradable llovizna constante en el fondo, por ejemplo. “Siempre estoy buscando tener una voz propia en la música. Si solo confías en cómo te ves, entonces eres reemplazable porque hay muchos músicos guapos, cada vez son mucho más jóvenes y lo que yo creo es que lo más importante es trabajar en tu identidad musical y también en tu identidad humana” afirma Ott.
No me queda duda que Ott es parte de una gran renovación. Intenta presentar la música clásica no como un cuerpo inerte que exhala el tufillo y polvo característico de las alfombras sin lavar sino como un campo fértil para la experimentación. Adicional al programa de Scandale, los intérpretes ofrecieron en el recital en el Cervantino una impresionante versión del Boléro de Ravel a dos pianos con arreglos de Tristano y como encore, una sonata de Mozart para dúo de pianos. En escena, ambos son eléctricos: ella ejecuta descalza mientras que él se mueve incesantemente, marcando el ritmo con todo su cuerpo. Le pregunté a la pianista si realizaría pronto un álbum barroco con la misma visión de Scandale o The Chopin Project. “Quizá, no lo sé. Mis planes futuros incluyen un álbum de música griega, pero sí, ¿quién sabe? Bach fue mi primer amor así que en algún punto me gustaría regresar a él”.
En escena la pianista refleja disciplina y elegancia, pero a través de sus redes sociales aprovecha para mostrar un lado más relajado de su personalidad. Suele subir pequeñas tiras cómicas de su vida con una línea gráfica muy similar a la del manga japonés. “A veces se me cruza una idea por la cabeza y los dibujo, no es algo que pueda hacer todos los días”, dice.
Además, otra de sus pasiones es el whisky single malt. “Me gustan los whiskeys ahumados, realmente ahumados. Me gusta el Bowmore, el Laphroaig y acabo de descubrir mi whisky favorito, el Octomore”. Finalmente, le pido que haga el ejercicio de recomendar tres piezas de música clásica. “Definitivamente las Variaciones Goldberg, es una biblia para músicos, Sacre du printemps de momento y… ¿qué más, qué más? ¡Es una pregunta difícil! ¿qué más podría decir? Algo de Schumann… Kreisleriana”.
Aquí el encore que ofreció en el Teatro Juárez: Sonata para dos pianos en re mayor, K. 381. Andante de Mozart
[1]Alex Ross, The rest is noise: listening to the Twenthieth Century
Maestra en filosofía, publicista y aficionada a la música clásica